[Retratos de Rafael Sotomayor y Erasmo Escala]
El 28 del Octubre se hizo a la vela la expedición que debía operar el desembarco en las costas del Perú. Constaba de 18 buques y de más de 9.205 hombres. Momentos antes de la salida de la flota se embanderó la ciudad, no quedando ni el más humilde edificio sin que ostentase el hermoso tricolor.
El muelle, la explanada, las azoteas de las casas y todas las eminencias que rodean la población, estaban cubiertas de gentes que desde lejos y por la centésima vez enviaban sus adioses a los guerreros en marcha.
Se formó un puente de embarcaciones desde la playa hasta los buques, puentes que nuestros soldados salvaban formados al grito de ¡viva Chile!
El puente era construido con embarcaciones chatas, ensambladas entre sí por una plancha de fierro que tiene cada una de ellas y que en el desembarco puede, levantándola, servir de blindaje.
El embarque del ejército se llevó a cabo en solo dos y medio días escasos, sin ningún accidente. Solo una lancha cargada con caballos se dio vuelta en la barra, ahogándose uno. Por lo demás no hubo cosa que llamara la atención, a no ser el gran entusiasmo que se advertía en las tropas, entusiasmo que se traducía en ardientes vivas a Chile, al General en Jefe y al Ministro de la Guerra.
Al tiempo de partir se repartieron las siguientes proclamas:
PROCLAMA DEL MINISTRO DE LA GUERRA.
“Soldados del ejército de Chile:
Recibo de S. E. el Presidente de la Republica el honroso encargo de dirigiros a su nombre la palabra en la hora solemne de la partida.
Testigo presencial de vuestra constancia en el trabajo y de vuestro comportamiento ejemplar en el campo de instrucción, experimento íntima satisfacción al desempeñar el mandato del Jefe del Estado.
Soldados:
Millares de ojos de madres, esposas, hijos y amigos se hallan a estas horas fijos en vosotros.
Millares de brazos se levantan para enviaros saludos cariñosos. Millares de corazones palpitan de un extremo a otro de la patria chilena, al pensamiento de la gloriosa tarea que os aguarda en el territorio de nuestros enemigos, La confianza que en vosotros tiene depositada la nación no será burlada hoy, como no lo fue jamás. Volveréis con la frente ceñida de laureles, a recibir las justas recompensas que sabrá otorgar la República, a vuestro heroísmo y a vuestros esfuerzos.
Volveréis sobre todo con la conciencia de haber levantado el nombre y la honra de Chile a una altura a que no alcanzará el soplo del odio y la calumnia; de haber escarmentado para siempre a sus gratuitos enemigos, y de haber abierto una era de la historia nacional, colocando la paz, la industria y la prosperidad de la patria sobre ancha e incontrastable base.
Soldados:
El ejército nunca vencido de Chile; el ejército que coopero a la independencia peruana después de afianzar la propia; el ejército que en 1838 impuso la ley a la primera confederación Perú boliviana parte hoy a desbaratar y destrozar esa alianza formada de nuevo en hora tenebrosa. Este ejército lleva la victoria en pos de sus banderas. Su vigor, su pericia y su nobleza van a dar una muestra espléndida de la cultura y de la pujanza del país.
¡Salud, valiente y pundonoroso ejército de Chile!
A nombre de S. E. el Presidente de la República.
R. Sotomayor.
Ministro de la Guerra en campaña.
Antofagasta, Octubre 27 de 1879.
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PROCLAMA DEL GENERAL ESCALA.
Soldados:
Ha llegado por fin la hora por tanto tiempo anhelada de ir a buscar a nuestros enemigos en su propio suelo. Tres veces las huestes de Chile lo han pisado como libertadoras; hoy vamos a pisarlo como castigadores de una negra alevosía.
Tomando por debilidad nuestro espíritu benévolo y conciliador; creyendo que nuestra fecunda y larga paz, solo interrumpida para proteger su existencia de pueblo independiente, hubiera enervado nuestro brazo, el ingrato Perú se ligaba tenebrosamente para atentar a nuestros derechos y seguridad.
Soldados:
Que los que nos han obligado a soltar los instrumentos del trabajo para empuñar el sable y el fusil, conozcan luego que, si nuestro brazo tiene suficiente poder para arrancar los tesoros a las entrañas de la tierra y dar vida a los desiertos, lo tiene mucho más aun para batir a los enemigos de Chile.
Marchemos a llevar la guerra y sus tremendas consecuencias a los violadores nuestro derecho, a los confiscadores de las propiedades de nuestros conciudadanos, a los que han expulsado y maltratado a los enérgicos e inteligentes trabajadores que daban vida a sus ciudades y existencia a sus industrias; a los desapiadados perseguidores de las mujeres y niños porque tenían la gloria de ser chilenos. ¡Qué caiga sobre ellos el castigo que merecen!
¡Soldados!
¡La hora de los combates ha sonado! Vuestros varoniles pechos palpitarán pronto con las grandes emociones de los guerreros cuando se ven frente a frente de los enemigos de su patria. Sé bien lo que puedo esperar de vosotros, que, con admirable constancia, moralidad y disciplina, habéis soportado los rigores de la enseñanza militar; sé bien que no necesito recomendaros el valor y sacrificio, porque conozco que la divisa de nuestra patria, “vencer o morir”, está esculpida en vuestros corazones.
¡Soldados!
¡A los combates! Que vuestros hechos engrandezcan el nombro de Chile y lo hagan temido de sus enemigos.
¡Vuestro General!
Erasmo Escala.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos
oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra
que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo
documentos inéditos de importancia Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso, 1885, P. 117.
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