[La Plaza Mayor y la Catedral de Arequipa en el siglo XIX, obra de Laurent Saint-Cricq. En este departamento se llevaria a cabo la conferencia]
REPUBLICA PERUANA
NÚM, 80.--COMANDANCIA EN JEFE DEL EJÉRCITO DEL SUR.
Señor Coronel Secretario:
En cumplimiento de mi deber, paso a dar a V. S. cuenta prolija i detallada de la conferencia que tuve el 23 del presente con el señor Ministro de Relaciones Esteriores de la República de Bolivia, doctor Carillo, de la que di cuenta por telegrama a S. E. el .Jefe Supremo, ofreciéndole mandar pormenores por el correo.
Asistieron a la conferencia el señor Ministro de Bolivia, nuestro Enviado Estraordinario en esa República señor Bustamante i Salazar, el señor Prefecto del departamento, el Jefe de Estado Mayor i el que suscribe; advirtiendo a V. S. que si el Jefe de listado Mayor asistió, no fue por indicacion mia sino por invitación especial que le dirijió el señor Prefecto i Comandante Jeneral del departamento.
El señor Ministro Carrillo pronunció un largo discurso para probar la buena fe de Bolivia con respecto a la Alianza, i afirmó entre otras cosas que traía instruccion especial del Gobierno, de la Convención Nacional i del pueblo boliviano para dar a sus hermanos de esta parte del Perú las pruebas mas completas de adhesión i fidelidad; que no desconocía que en la época del Gobierno anterior tal vez hubiera algun motivo para abrigar sospechas, pues la derrota de San Francisco se debía esclusivamente a la retirada de Camarones hecha por el Jeneral Daza; que el Perú mismo habia sufrido por la mala direccion de los gobiernos anteriores, pero que hoi las cosas habian variado completamente de aspecto, etc.; este parece que fué el objetivo de su discurso, pues se detuvo especialmente en cada punto, como tratando de llevar a nuestro ánimo la conviccion de sus palabras. Despues habló, aunque parecía incidentalmente, de la necesidad de acordar un plan de campaña entre el Gobierno de Bolivia i yo, a fin de obrar de acuerdo sobre el enemigo, sea que él marchase a Lima, sea que atacase a esta ciudad o se internase por Tarata al departamento de Puno. Afirmó que aunque su ejercito estaba desarmado, esperaban armas i elementos por la vía de la República Arjentina, i que establecerian su Cuartel Jeneral en Oruro, para desde allí estar en observación sobre Tacna i Tarapacá, sin desatender por eso a La Paz.
Manifestó el señor Ministro que abrigaba serios i fundados temores de que el enemigo, ántes de marchar sobre Lima, procuraría ocupar esta ciudad i, dominando a Puno, amenazar a La Paz; pues no concebía que los chilenos pudieran emprender operación alguna sobre nuestra capital dejando a su retaguardia, libres i en disposición de obrar, los ejércitos de Bolivia i el de mi mando, que fácilmente podrian recuperar el Litoral perdido. Que para este caso creia que mi misión debia limitarse a hostilizar al enemigo, no presentándole batalla, que a mas de darle un triunfo moral, destruiria los pocos elementos de que podemos disponer en el Sur, Que el ejército do mi mando debia optar en todo caso por la retirada.
En cl caso improbable de que el enemigo atacara esa, la opinión del señor Ministro era que el ejército boliviano descendiese por Oruro a Tarapacá i el de mi mando recuperase Tacna i Arica. En todo el curso de su conversacion no escatimó las lisonjas al señor Prefecto, al señor Bustmnante i Salazar i a mí.
El señor Prefecto del departamento manifestó al señor Ministro la complacencia de la sociedad de Arequipa al tenerlo en su seno, que se felicitaba de ello i que deseaba le fuera grata su permanencia en esta ciudad, para lo cual no omitiria esfuerzo alguno.
Habiendo concluido la felicitacion de la Prefectura, tomé a mi vez la palabra i espuse al señor Ministro: Que agradecía sinceramente las muestras de adhesión i fidelidad que nos daba nuestra aliada mandando en persona a uno de los miembros mas distinguidos del gobierno actual ser el órgano de sus simpatías i afectos, i que podia afirmarle que el Gobierno, el ejército i el pueblo todo del Perú amaban la Alianza i deseaban la Confederacion que hiciera de los dos pueblos uno solo. Que no temia movimiento alguno del enemigo sobre esta ciudad ni ménos su internación al departamento de Puno, porque esto, a mas do ponerlo en imposibilidad de acometer nuestra capital, donde él juzgaba el golpe decisivo, le ocasionaria bajas i pérdidas de consideración, que difícilmente lograria reparar, haciendo su posicion aun mas desventajosaque lo que es hoi en Tacna; fuera de que la opinion de Chile, rabiosa i desesperada como está, condenaria inánimamente un movimiento que la alejaria de su única aspiración; la toma de Lima. Que esto no obstante, si el enemigo invadia este departamento, empezaria a hostilizarlo desde el momento de sudesembarco, pues la línea de ferrocarril, ruta que ellos seguirían necesariamente, me ofrecía posiciones ventajosas, desde las cuales podia oponerles una séria resistencia i cansar i disminuir sus tropas. Que la defensa de esta ciudad me ofrecia condiciones especiales que creia no debia desatender: que a mas de la naturaleza de los edificios que prestan abrigo al soldado aun contra la artillería de pequeño calibre, que seria la que trajeran los chilenos, este pueblo era entusiasta, aguerrido i viril, sabia hacer perfectamente la guerra de montoneras i parapetos i su cooperacion seria importantísima. Que solo en el caso de que el enemigo viniera en un número escesivo i rnui superior al de mis fuerzas, me decidiria a abandonar la ciudad i ocupar posiciones sobre la línea férrea de Puno, de tal modo quo pudiera hostilizar constantemente al enemigo o irlo conteniendo en su avance, teniendo al mismo tiempo asegurada mi retirada. Que en cuanto al plan de recuperar Tacna i Tarapacá, si el enemigo bajaba a Lima, me someteria a las instrucciones que mi Gobierno tuviera, por conveniente impartirme.
Con esta contestación, nuevas protestas de amistad i estimación personal i lijeros incidentes, que no es del caso repetir, terminó la conferencia, que duró cerca de tres horas.
Al dia siguiente esperé en vano que el señor Ministro pagara mi visita, hasta que ya un poco tarde, fui a verle, i habia salido a un convite.
Finalmente en la mañana de hoi, i cuando fuí a buscarlo para acompañarlo hasta la estacion. pues hacia su viaje de regreso, volvimos a tener una pequeña conferencia sobre los mismos puntos que la del dia anterior, agregando el señor Ministro, que habia negociaciones de paz entabladas en Lima por el Representante de la República de Norte América i que espera tener ántes de poco tiempo noticias mui importantes. Contesté que nada sabia acerca de las negociaciones de paz dc que me hablaba.
Creo inútil indicar a V. S. que el dia que llegó el señor Ministro fui a recibirlo a la estación del ferrocarril i lo acompañé hasta la casa prefectural, permaneciendo algun tiempo con el; i que hoi fuí tambien a despedirle hasta la estacion.
El regreso tan precipitado del señor Ministro, es en mi concepto obra del señor Bustamante i Salazar, pues este señor me manifestó mas de una vez que estaba decidido a no dejarlo descansar hasta llevárselo a la Taz, como en efecto lo ha verificado esta mañanaen tren estraordinario.
Tratando ahora de la misión del señor Ministro de Bolivia, se me hace difícil creer que un personaje tan importante i que forma parte del gabinete actual, abandonara las obligaciones i deberes propios de su cargo i viniera a esta ciudad solo a cumplimentar a sus autoridades i aprobarles la fidelidad de Bolivia de que ninguno dudaba: porque conviene que V. S. observe que cuando el señor Ministro hablaba de plan de campaña, movimientos del enemigo, etc., lo hacia solo incidentalmente i sin acordar nada definitivo ni estable; hablaba de la campaña manifestando simplemente su opinion, pero sin insistir en ella, ni profundizar nada en materia tan grave.
Creo no equivocarme si afirmo a V. S. que la misión del Ministro no es la que él ostensiblemente ha manifestado sino otra distinta, sobre la cual nada me atrevo a conjeturar, pues el pequeño tiempo de que se ha podido disponer no me ha dado la luz necesaria para aventurar un juicio. Siento sí la precipitación del regreso, porque en mi opinion ha debido diplomáticamente detenerse al señor Ministro hasta tener algun indicio seguro del objetivo de su venida.
Ruego a V. S. se sirva poner este oficio en conocimiento de S. E. el jefe Supremo.
Dios guarde a V. S.
Segundo Leiva.
Al señor Coronel, Secretario de Estado en el despacho de Guerra.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos
oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra
que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo
documentos inéditos de importancia Tomo IV, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso, 1887, P. 150.
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