jueves, 6 de junio de 2019

El Combate de Iquique descrito por un marino norteamericano




De una obra sobre la guerra del Pacífico que ha publicado últimamente en Estados Unidos el teniente de la marina militar de la gran Republica Mr. Т. B. Masón, traducimos el capítulo siguiente:

«En la noche del 20 de Mayo el Huáscar, comandado por el jefe de la división peruana, capitán Grau, i la Independencia por el capitán J. G. Moore, tocaron en Pisagua con el fin de cerciorarse de la ausencia de los blindados chilenos. Una vez seguros a este respecto, estos buques continuaron su derrota i en la aurora del 21 se les vio acercarse a Iquique.

Tan pronto como el comandante Arturo Prat. jefe de la pequeña división chilena i capitán de la Esmeralda, divisó al enemigo, hizo señales al capitán Carlos Condell, comandante de la Covadonga, para que siguiera sus aguas i estos dos pequeños buques se prepararon para el combate. Combatir fué indudablemente desde el principio el propósito de Prat, aunque la desigualdad de fuerzas era tan grande. No podia escapar a causa de su poco andar, pero el mundo no lo habría vituperado si hubiera destruido sus buques, rindiéndose con sus tripulaciones, o si después de disparar unos pocos tiros se hubiera rendido a discreción. Pero Prat no era hombre capaz de valerse de ninguno de estos métodos de salvar la vida. Nacido en 3 de Abril de 1848, era un comandante mui joven aun. Se habia distinguido siempre en el servicio i ocupado puestos de la mayor confianza; por su conducta en la captura de la Covadonga i en la sofocación de un grave motin ocurrido a bordo de la corbeta Union se había ganado su reputación de valiente; por la elección recaída mas de una vez en él para el cargo de instructor de artillería en la Escuela Naval había probado sus aptitudes teóricas en ese importantísimo ramo de estudio.¿Era este joven comandante de división llamado por sus antecedentes a rendirse? La respuesta a esta pregunta fué su conducta en el combate que iba a tener lugar: combate que asombró al mundo naval; que estableció el precedente de que no importa cual sea la desigualdad de fuerzas, todo buque debe combatir hasta el último instante i que, a causa de la intelijencia e intrepidez que lo caracterizaron i de los perjuicios positivos causados al poderoso asaltante, merece toda una pajina en los anales de la fama.

Fué una curiosa combinación de circunstancias la que hizo que Grau i Prat, adversarios en un duelo a muerte, murieran, ambos espada en mano, en medio del calor del combate, a pocos pies de distancia el uno del otro sobre la cubierta del Huáscar, siendo en el momento de su muerte cada uno de ellos comandante en jefe de una fuerza inmensamente inferior que luchaba noblemente contra fuerzas mui superiores.

A las 8 A. M. el Huáscar disparó un cañonazo que fué a caer entre los dos buques chilenos, i la acción se hizo jeneral inmediatamente: el Huáscar se encargó de la Esmeralda i la Independencia de la Covadonga. El trasporte chileno Lámar, que se hallaba también en el puerto cuando fué avistado el enemigo, fué enviado al Sur i no tomó parte en el combate. Habría durado ya el cañoneo como una hora, a distancias que variaban entre mil i dos mil yardas tal vez, cuando la Covadonga gobernó con rumbo al Sur i la Independencia la siguió de cerca.

La Esmeralda permaneció en la bahía de Iquique combatiendo con el Huáscar. Por este tiempo los soldados peruanos habían arrastrado hasta la playa una batería de campaña i roto el fuego a una distancia que no excedía de cuatrocientas a quinientas yardas. Así, pues, con los cañones de a 300 del Huáscar por un lado i una batería de campaña por el otro, la Esmeralda se vio obligada a abandonar su posición cerca de la costa,—que habia tomado con el fin de evitar un ataque a espolón del enemigo,—i a salir un poco mas afuera. La hora en que esto ocurrió i la en que el Huáscar dio su primer espolonazo, no ha sido fijada satisfactoriamente; pero no debe esto haber ocurrido mucho después de las diez i media, o sea dos horas i media después de iniciado el combate. Parece que el capitán Grau no se atrevió al principio a hacer uso de su espolón por temor a los torpedos que suponía colocados alrededor de la Esmeralda; así fué que solo espoloneó cuando este último buque se vio obligado a dejar la posición que habia ocupado al principio, a causa del fuego que desde tierra le hacia la batería de artillería. La defensa del buque chileno habría durado mucho mas tiempo si el combate se hubiera decidido enteramente por los cañones. El Huáscar sostuvo el fuego con todos sus cañones durante cuatro horas, i en este tiempo debe haber disparado por lo menos cuarenta tiros con sus cañones de a 300 libras, i sin embargo ha quedado constancia de que solo uno de esos tiros hirió al enemigo. Este cañonazo se abrió paso por uno de los costados del buque, hizo esplosion en el departamento de máquinas i mató a todos los injenieros, ademas de inutilizar dicha máquina. La respuesta de la Esmeralda fué de las mas eficaces, según lo cuenta el mismo capitán Grau, pero el fuego de fusilería i de cañones de a 40 libras eran inútiles ante una coraza de siete pulgadas. El capitán Grau incurre en un error cuando habla en su parte del fuego de ametralladoras de los chilenos, pues ni la Esmeralda ni la Covadonga estaban dotadas de estas máquinas de guerra. El Huáscar tenia una gran ametralladora Gatling.

Cuando la Esmeralda se hizo mas afuera en la bahia, el capitán Grau determinó espolonearla. En la primera tentativa el Huáscar, con un andar como de ocho nudos por hora i gobernando al Noroeste hirió a la Esmeralda, que yacia inmóvil en dirección Norte, en el costado de babor. El Huáscar detuvo su máquina cuando se hallaba distante de su adversario un espacio equivalente al largo del buque. El golpe fué inofensivo. El capitán Prat, seguido por solo un hombre, saltó valientemente sobre el castillo de proa del Huáscar, i espada en mano, se abalanzó hacia la proa por el costado de babor siendo victimado por una bala de fusil al pié de la torre. Recayó entonces el mando del teniente Serrano. (?) El Huáscar retrocedió i se preparó para embestir nuevamente a la Esmeralda, que esta vez se hallaba en dirección Sur; el buque chileno presentaba su popa; la máquina del Huáscar fué detenida demasiado pronto: el choque se produjo en el costado de estribor del enemigo, causándole poco daño si es que le hizo alguno. De nuevo una partida de abordadores, encabezada por el comandante teniente Serrano saltó sobre la cubierta del Huáscar, pero solo para ser esterminados todos sus miembros. La tercera tentativa del Huáscar fué mejor dirijida. La parte anterior del buque chileno hacia frente al Oeste i el capitán Grau, gobernando a toda fuerza en dirección Sur, i deteniendo sus máquinas cuando se hallaba a 20 pies de la Esmeralda, hirió a su adversario medio a medio del costado de estribor. La Esmeralda se hundió con su bandera al tope i haciendo fuego por todos sus cañones.

Mientras tanto la Covadonga hacia todo lo que la pericia marinera i el valor podían dictar con el fin de escapar de su formidable perseguidor. Fué batiéndose en retirada apegada a la costa, atravesando por bajios i en ocasiones casi por las rompientes. La Independencia, con sus nuevos e inespertos artilleros, no podía herir al diminuto buque, aunque ambos adversarios deben haberse encontrado varias veces a distancia de 200 yardas el uno del otro. El capitán Moore, temiendo no poder concluir nunca el asunto con sus cañones, determinó hacer uso de su espolón; esta tentativa la hizo por tres veces sin éxito. La tercera tentativa fué hecha en Punta Gruesa i en circunstancias de hallarse la Covadonga a una distancia de la playa que no alcanzaría a 100 yardas i acababa de tocar un arrecifre. Gobernando mas o menos en dirección Sur Sureste, la Independencia dirijió un golpe oblicuo al costado de estribor de la Covadonga i en vez de embestir al enemigo, chocó contra una roca i encalló. Aparece de los partes pasados por ambos comandantes, Moore i Condell, que el timón del buque peruano no pudo ser gobernado con la requerida presteza para evitar la encalladura del buque, a causa de que uno de los tiros de 70 libras de la Covadonga, mató a su timonel. La única rueda de timón de la Independencia a la sazón, era la ordinaria sobre cubierta.

Serian como las 11.45 A. M. cuando ocurrió el choque de la Independencia,. El capitán Condell, dándose al punto cuenta de la situación, gobernó con su buque en demanda de su enemigo i pasando por su costado de estribor tomó tranquilamente posición por. su popa i empezó a hacerle fuego. Se ha dicho que la Independencia, arrió su bandera e izó la de rendición a causa del deliberado fuego del enemigo i de la imposibilidad en que se hallaba de contestar a él, pues habia caido sobre su costado de estribor i su parte inferior se hallaba ya llena de agua. Para mayor desconcierto de los tripulantes del buque vencido, una bomba de la Covadonga, o un accidente quizás, puso fuego a la parte posterior del buque.

Inmediatamente después de la rendición de la Independencia i antes de que pudiera su vencedor tomar posesión de ella, el Huáscar, que después de haber echado a pique a la Esmeralda a las 12.10 P. M., se habia quedado recojiendo a los sobrevivientes de su tripulación, hizo un rodeo hasta llegar al estremo Oeste de la isla que forma el costado Sur de la bahia de Iquique. Se hallaba como a 10 millas de distancia de Punta Gruesa i la Covadonga, habiendo evidentemente vencido a la Independencia, se retiraba a toda fuerza. El Huáscar, después de ponerse al habla con su vencida consorte para cerciorarse de si habia peligro inmediato de la vida de sus tripulantes, siguió en persecución de la Covadonga. Esta caza duró hasta el anochecer, i entonces el capitán Grau, notando que aun mediaban 10 millas entre su buque i el perseguido i tal vez hallándose intranquilo con respecto a los blindados, cuya situación le era desconocida, abandonó la caza i volvió a la Independencia, cuyo buque fué imposible salvar i el cual fué, en consecuencia, destruido pegándole fuego.

El plan de Prat no pudo haber sido mejor. Primero permaneciendo estacionario entre la isla i la costa limitó el campo de maniobras de su adversario al espolón, haciendo también abrigar la idea de que se hallaba protejido por esos terrores de la guerra naval moderna: los torpedos. Esta impresión se hizo doblemente cierta en el ánimo del capitán Grau, después de recibidos los informes del capitán peruano del puerto de Iquique, que pudo llegar en su bote hasta a bordo del Huáscar. También al adoptar esta posición redujo a Grau a la penosa necesidad de dirijir sus granadas, a distancia moderada, contra la ciudad ocupada por sus propios conciudadanos. Cuando se vio obligado a ello por el fuego de los cañones de tierra, mas peligrosos a esa corta distancia contra sus costados de madera que a los de a 300 libras del blindado, se ciñó a la costa en cuanto le fué posible, sosteniendo un nutrido i bien dirijido fuego con todos sus cañones, i tan bien dirijido que la condición del Huáscar después del combate lo dejó palmariamente comprobado así. Una bala se introdujo por su torre al través de una de sus portas i rebotó varias veces en su interior sin hacer daño personal alguno. Si hubiera sido ésta una granada podría haber acarreado pérdidas considerables. Otros balazos casi cortaron en su trípode el palo trinquete, llegando a quedar tan inseguro que el capitán Grau temió que cayera,en cuyo caso probablemente inutilizaría la torre.

Cuando empezó el ataque a espolón, Prat llamó a su jente al abordaje, i como ya se ha dicho, logró con solo un sarjento llegar a la cubierta del enemigo. Si el contacto hubiera sido de mas larga duración, habría probablemente podido trasbordar su tripulación a la cubierta del Huáscar,con muí buenas probabilidades, según el mismo capitán Grau, de capturar el buque, cuya tripulación con mui pocas escepciones, se hallaba mui desmoralizada. La tentativa de Serrano fracasó por la misma causa. Cuando el Huáscar logró por último echar a pique a la Esmeralda,que no era ya mas que un blanco estacionario, recibió tan serios perjuicios en su proa que fué necesario hacerle reparaciones de consideración. El fuego de fusilería de la Esmeralda fué tan bien sostenido, que los peruanos creyeron se hallaba provista de ametralladoras.

Condell no pudo haber manejado mejor su pequeño buque. Los resultados dejaron ampliamente probado que observó la táctica mas correcta al mantenerse apegado a la costa. Su fuego de artillería, que sostuvo durante toda la caza, fué tan excelente que desmontó el gran cañón de proa de la Independencia antes que hubiera podido dispararle mas de un cañonazo. Puede imajinarse qué habría sucedido a no ocurrir esto, si se tiene en cuenta el hecho de que ese solo cañonazo le entró por su cuarto de estribor, atravesó el buque en toda su estension i halló salida por la proa en el costado de babor. Los otros dos cañones, que se hallaban protejidos por su blindaje, continuaron haciendo fuego con solo mediocres resultados, debido ello a la falta de pericia de la tripulación. El reducido fuego de fusilería de la Covadonga obligó a la tripulación del enemigo a mantenerse en la parte inferior del buque i mató a los tres timoneles en los momentos mas críticos, según el capitán Moore, quien como el capitán Grau, creyó que era fuego de ametralladora.

Así fué como la arenga de Prat a sus oficiales i tripulación antes del combate se llevó a cabo en todas sus partes.Si los resultados de la acción hubieran sido diferentes, esa proclama habría pasado por bombástica; en el caso de que tratamos ella ha llegado a quedar consagrada como una norma de conducta para todos los marinos del pervenir. Hé aquí esa proclama:

«Muchachos: la contienda es desigual, pero nuestra bandera no ha sido jamas arriada en presencia del enemigo; espero que no sea esta la ocasión de hacerlo. Mientras yo viva, esa bandera permanecerá en su lugar; i si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber.»


Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 362.

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