[Ernesto Riquelme con uniforme de la 2.ª Compañía de Santiago, Bomba de Santiago, año 1872]
En otra parte de este texto nos hemos referido a la guerra que Chile mantuvo con España (1865) que produjo el bombardeo de Valparaíso y la consiguiente intervención de los bomberos de Santiago y de Valparaíso. Por desgracia no fue ése el único conflicto bélico que hubo de enfrentar la nación.
Problemas de fronteras inciertas y no bien determinadas que existían en el llamado «Despoblado de Atacama», llevaron a Chile y a Bolivia a una guerra que comprometió posteriormente al Perú y que ensangrentaría a estas tres naciones durante seis años. Los Cuerpos de Bomberos quedaron compuestos principalmente por los voluntarios de mayor edad o que por alguna razón no podían ser admitidos en el Ejército. Téngase presente que el Ejército chileno de 1879 tenía alrededor de 2.000 hombres bajo banderas y durante esta guerra llegó a movilizar a 70 mil soldados fuera de las fronteras nacionales.
El aporte de los bomberos no consistió solamente en los grandes contingentes que vistieron uniforme de guerra y partieron al norte. Los que quedaron, se hicieron cargo del orden de las ciudades y fueron armados con el fin de que pudiesen ejercer este patrullaje que permitió liberar a los cuerpos de policía para que partieran a cumplir sus deberes militares en el Ejército regular.
El Combate Naval de Iquique.
Este combate es fundamental para el resultado de la guerra puesto que lo que estaba en disputa era el dominio del mar para permitir a uno u otro beligerante atacar al contrario en su propio territorio. En este combate participaron, como es sabido, una cantidad de héroes entre los que destaca Ernesto Riquelme.
Ernesto Riquelme había ingresado en la 2.ª Compañía de Santiago, en 1874. En esta compañía se conserva un retrato de él con el correspondiente uniforme bomberil.
Se conserva también en esta compañía la carta que el 17 de abril de 1874 envía al secretario de la 2.ª Compañía, manuscrita, en la que dice lo siguiente:
“Señor Secretario de la 2.ª Compañía de Bomberos.
Mui señor mio:
Debiendo ausentarme por un tiempo indefinido de esta capital i no pudiendo por consiguiente seguir desempeñando en la compañia el honroso puesto de voluntario, me veo en la dolorosa necesidad de hacer mi renuncia. (La razón por la cual renuncia es la de que partirá a Valparaíso para incorporarse a la Armada Nacional).
Al poner esta resolución en conocimiento de usted i en la Junta de Oficiales, le ruego, señor secretario, se sirva manifestarles el sincero pesar con que me separo de los que han sido mis jefes, mis amigos i compañeros. Muchos cuenta la compañía en su seno que han servido i la sirven como a mí me fue dado imitarles, pero muy pocos tendrá que al abandonarla sientan más profundamente que yo el separarse de ella.
Mis deseos, mis ilusiones, eran envejecer en sus filas, pero uno propone i su destino dispone: el mío no ha querido que pudiera yo realizar estos deseos. Mas, por mui lejos que me halle de aquí i por más tiempo que haya pasado, siempre mantendré vivo el recuerdo de todos los que he visto junta a mí en el puesto del trabajo, siempre estaré orgulloso de haber sido voluntario de la 2.ª Compañía de Bomberos.
Por último, no queriendo romper del todo los lazos que me ligan a la Compañía, deseando que de algún modo se acuerden una vez siquiera de mí los que tienen todavía la fortuna de ser voluntarios, les ruego, señor secretario tengan a bien proponerme «como socio contribuyente»,a lo cual quedará verdaderamente reconocido su afmo. amigo i S.S.S.
Ernesto Riquelme V.
P.D.: adjunto remito mi casco.
El teniente Riquelme murió cumpliendo su deber. Disparó el último cañonazo de la Esmeralda saludando el pabellón que se hundía en la rada de Iquique.
Por su parte, Prat y el sargento Aldea habían muerto en la cubierta del Huáscar. El teniente Serrano quedó muy malherido y moriría poco después a consecuencia de sus heridas.
El caballeroso comandante del Huáscar, don Miguel Grau, ordenó un bote para bajar a tierra los cadáveres de Prat y de Aldea.
Tal cosa se hizo con gran premura puesto que el buque insignia peruano debía continuar la persecución de la Covadonga Por lo que los Cuerpos quedaron tendidos en la acera del recinto de la Aduana que todavía se conserva.
Aquí entra en escena el muy distinguido don Eduardo Llanos, a la sazón Director de la Compañía de Bomberos «Iberia» y presidente de la Sociedad Española de Beneficencia.
Sin importarle de que se trataba de cadáveres de enemigos mortales del país que lo acogía y amparaba, primaron en él los deberes de cristiano y de caballero y ordenó levantar los cadáveres para que fueran velados en la Compañía de Bomberos y luego sepultados conforme a las costumbres de la civilización.
El edificio de la bomba es el mismo actual cuartel de la 1.ª Compañía de Bomberos de Iquique, Bomba Española.
Para efectuar el traslado fue necesario confeccionar un carro que transportara los ataúdes. Este sencillo carromato de madera fue financiado en parte por el municipio y en parte por la Sociedad Española de Beneficencia.
El Cuerpo de Bomberos de Iquique realizó en octubre de 1990 la publicación de las actas del Directorio del Cuerpo General de Bomberos de Iquique. En esta recopilación que se debe al voluntario Italo Manniello Evangelista, se lee en el acta correspondiente a la sesión del Directorio del 19 de junio de 1888, ya bajo soberanía chilena, lo siguiente: «... el señor Vicecomandante dio cuenta que había pasado (enviado) un oficio a la Municipalidad pidiendo se adjudicara al Cuerpo el carro que se construyó para los restos de Prat, previo el pago del déficit que había tenido la comisión que lo construyó y que asciende a 227 pesos 32 centavos». También se lee en este caso en el acta del 30 de abril de 1888 un oficio, se da cuenta de un oficio enviado por el Intendente de la Provincia «invitando al Cuerpo de Bomberos a concurrir a las honras fúnebres preparadas para la entrega de los restos de Prat, Serrano y Aldea» que fueron llevados a Valparaíso.
El señor Llanos regresó a su pueblo natal en España, donde murió a una muy avanzada edad. Hasta su muerte era de obligación que todo buque chileno que tocara costas españolas enviara al pueblo de Eduardo Llanos una delegación que llevara los saludos y respetos de la Marina de Chile y de su Gobierno que no olvidaban la deuda de gratitud contraída con él.
Fuente: Fredes Aliaga, Carlos, 150 años de Honor y Gloria: Botas para una Historia de los Cuerpos de Bomberos de Chile, Editorial: Junta nacional de Bomberos de Chile, Santiago de Chile. 2004, P. 67.
Excelente aporte de aspectos personales de nuestros más preciados héroes. Gracias
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