martes, 23 de junio de 2020

Breve relato de Alberto del Solar sobre el Asalto y Toma del Morro de Arica


[Ilustracion de Alberto del Solar]

La plaza fuerte de Arica, último baluarte peruano, con su morro colosal y sus minas de dinamita, sus baterías flotantes y todo el material del ferrocarril cayeron, como Tacna, en nuestro poder, después de una reñidísima refriega en que la guarnición, compuesta de más de dos mil hombres, fue pasada a cuchillo.
Refugiada en sus posiciones y bien provista de pertrechos de guerra, la división del coronel Bolognesi se decidió a sucumbir antes que rendirse.

Los detalles de la acción, bastante honrosa para los batallones peruanos, nos fueron llegando poco a poco, pues nuestras divisiones destrozadas habían quedado en Tacna, mientras la reserva sola acometía el asalto de las fortalezas del puerto.

Sabíamos que el enemigo había empleado los últimos recursos permitidos por el derecho de gentes para defenderse y que aun esos les habían sido insuficientes.

Se han citado después hechos heroicos de algunos peruanos, y se ha dicho que jefes como Moore (el antiguo comandante de la Independencia, perdida por él en el combate de Iquique) lavaron con muerte gloriosa un pasado poco honroso.

Desesperando los pocos que sobrevivían de hallar salvación en la clemencia de los nuestros, que no les daban cuartel (encolerizados como estaban por los medios de que se echaba a mano para resistirles), se arrojaban desde lo alto del morro al mar, haciéndose trizas sobre las rocas al caer en el fondo del precipicio. ¡Cuántos perecieron así! Este nuevo desastre del Perú nos daba por el momento la absoluta dominación de la provincia de Tarapacá.

Fuente: Solar, Alberto de, Diario de Campaña, Edit. Valenzuela Solis de Ovando, Santiago de Chile, 2002, P. 90.

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