lunes, 8 de junio de 2020

Testimonio de Ricardo Silva Arriagada sobre la captura de Roque Sáenz Peña en el Asalto y Toma del Morro de Arica

[Fotografia de Roque Sáenz Peña]

Iba a descender al plan por un senderito que vecino al mástil se encontraba, cuando varios jefes peruanos subían a la altura; uno de ellos me dijo:

"¡Sálvenos, señor; estamos rendidos!"

Eran los señores comandantes don Manuel C. de La Torre, don Roque Sáenz Peña y el mayor don Francisco Chocano, que arrancando de la furia de los soldados chilenos, se rendían a discreción.

La Torre me entregó su revólver; don Roque Sáenz Peña estaba herido en el brazo derecho. En el acto tomé las medidas del caso para salvarlos.

La tropa que venía atacándolos, continuo disparando; mandé hacer ¡Alto el fuego!, y sólo haciendo esfuerzos soberanos, pude mantener a nuestros hombres.

“ENTRÉGUENOS LOS JEFES CHOLOS, PARA MATARLOS, MI CAPITAN”, gritaban y vociferaban todos a la vez.

La Torre y Chocano pedían a gritos perdón; Sáenz Peña se mostró tranquilo, sereno, imperturbable; si hubo miedo, en don Roque, no lo demostró; aquello resaltó más y se grabó mejor en mi memoria, por cuanto los dos prisioneros peruanos clamaban ridículamente por sus vidas.

Cierto que el trance fue duro, apurado, y él subió de punto cuando al pasar cerca de una de las piezas del Morro, reventó ésta, en circunstancias que, revólver y espada en mano, defendía a mis prisioneros.

La explosión fue tremenda; la muñonera del cañón, por poco no mata a uno de ellos; la tropa, ciega, se vino encima gritando: “ENTREGUENOS LOS CHOLOS TRAIDORES, MI CAPITAN”.

El comandante La Torre agrega: "Nosotros no somos culpables; esas piezas, posiblemente, tenían mechas de tiempo; no nos maten; nada sabemos; no tenemos participación".

Chocano une sus súplicas a La Torre, y al fin consigo salvarlos. Don Roque Sáenz Peña, mudo, no habla, no despliega sus labios; pálido se aguanta, y se aguanta!

En esos momentos, varios soldados persiguen a tiros a unos infelices, y éstos se precipitan por una puerta que existe en el suelo, nuestros hombres llegan y hacen fuego. La Torre y Chocano, que ven aquello, gritan: "Por Dios, no hagan fuego; esa es la Santa Bárbara del Morro, la mina grande; hay más de 150 quintales de dinamita; está llena de pólvora y balas; va a estallar!"

La tropa se detiene, y ante la declaración de La Torre, que es el jefe de Estado Mayor enemigo, comprende la suprema necesidad de salvar a esos prisioneros, y se tranquiliza.

Las lamentaciones de los prisioneros peruanos continúan, y solícitos a todo, dan muestras de miedo, pero de mucho miedo.

Don Roque Sáenz Peña sigue tranquilo, impasible; alguien me dice que es argentino; me fijo entonces más en él; es alto, lleva bigote y barba puntudita; su porte no es muy marcial, porque es algo gibado; representa unos 32 años; viste levita azul negra, como de marino; el cinturón, los tiros del sable, que no tiene, encima del levita; pantalón borlón, de color un poco gris; botas granaderas y gorra, que mantiene militarmente.

A primera vista se nota al hombre culto, de mundo.

Más tarde entrego mis prisioneros a la Superioridad Militar, que los deposita, primero en la Aduana, y después los embarcan en el "Itata".

Esto es, agrega el ex capitán del 4º de línea, don Ricardo Silva Arriagada, cuanto a mi actuación en Arica puedo narrarle, y me da todavía otros interesantes detalles".

"Aquí tiene usted, repite, dos cartas originales, y que prueban la verdad de mi relación".

Los originales de quien tomamos las copias que publicamos, obran en nuestro poder, y quien desee verlas puede hacerlo, que están a disposición del público, junto con otros papeles y copias autorizadas de documentos preciosos, en que basamos la presente narración:

"San Bernardo, julio 22 de 1880.

Señor capitán don Ricardo Silva Arriagada. Valparaíso.

Muy señor nuestro:

Hoy ha llegado a nuestro poder su estimada de 18 del presente, que a la letra dice:

"Valparaíso, julio 18 de 1880.

Señores comandantes Sáenz Peña, La Torre y Chocano.

Muy señores míos:

Con el fin de aclarar ciertos errores que aparecen en las relaciones de los corresponsales, y como muchos de ellos tendrán que figurar, quiero que sean lo más exactos. En esta virtud, espero que ustedes se sirvan contestarme al pie de la presente:

"Si es efectivo que el 7 del próximo pasado, en la batalla de Arica, fui yo el primer oficial chileno que llegó a la parte norte del Morro, junto a donde estaba la bandera; y

Si es efectivo que ahí me cupo el honor de salvarlos de nuestros soldados, lo que supongo ustedes no lo habrán olvidado, tanto más cuanto que así me lo prometieron ustedes".

Por mi parte, conservo con verdadera satisfacción el revólver que me entregó el señor comandante La Torre, y a más, el recuerdo de haber podido hacer algo por ustedes en esos momentos.

Mi objeto único es que aparezca la verdad; y como ustedes son testigos oculares e imparciales, me he tomado la libertad de dirigirme a ustedes.

Deseando que la presente los encuentre completamente buenos, los saluda su afectísimo y S. S.

R. Silva Arriagada".

"Grato nos es dar a usted la contestación que nos pide, en homenaje a la verdad.

Es usted el primer oficial del ejército chileno que llegó a la parte norte del Morro, al pie del asta, en que estaba izada nuestra bandera, y donde nos encontrábamos los dos primeros de los suscritos; y nos complacemos en declarar que ahí y en aquel momento, fue su empeño principal, realizado con inquebrantable energía, salvar de la matanza que se hacía, a los suscritos y a los pocos oficiales que habían quedado con vida.

Esto mismo hemos dicho a los muchos señores de Santiago que han tenido la bondad de visitarnos, cuando ha habido oportunidad para hablar del asunto; y esto mismo publicará la prensa peruana a su tiempo.

Saludando a usted muy afectuosamente, nos suscribimos sus seguros servidores (Firmados).

M. C. de La Torre.- Roque Sáenz Peña.- Manuel Fco. Chocano".

"Copia.- Carta de don Roque Sáenz Peña.

Roque Sáenz Peña. Estudio: Reconquista 144.

Buenos Aires, julio 3 de 1905.

Señor R. Silva Arriagada.

Mi estimado amigo:

Me es grato corresponder a su afectuosa del 28 del pasado, como me fue muy agradable recibir el mensaje que usted se sirvió enviarme por intermedio de mi amigo el teniente general Luis María Campos, y si no correspondí a este último, fue por ignorar la dirección que debía dar a mi carta.

Yo también he recordado siempre el nombre de usted y su buena acción al proteger los heridos del Asalto de Arica y salvarles la vida a los pocos jefes sobrevivientes, en cuyo número me cuento. Esas buenas acciones deben dejar en el espíritu como un grato perfume y un honroso recuerdo para el resto de la vida, probando que aún en el ardor de la pelea, el sentimiento humano nos detiene ante el sacrificio inútil y la demasía de sangre que había corrido a raudales en aquel día.

Para los que estábamos adentro había una sentencia inapelable; la afrontamos con resolución, y no tendríamos motivo para protestar, de nuestra suerte decretada por nosotros mismos y escrita por nuestra propia mano; la vida en aquel momento era un capricho del destino; usted nos la acordó conteniendo la matanza en favor del comandante La Torre y del que firma, y puede usted tener la seguridad de que los dos recordamos su acción y su nombre.

Cuanto estuve prisionero en Chile, tuve ocasión de declarar que fue Ud. el primer oficial chileno que pisó el Morro de Arica y contuvo el exterminio de heridos y prisioneros; habían muchos oficiales que aspiraban al mismo honor, pero no los vimos sino muy tarde, cuando la tropa, lejos de la acción de usted, que le mantuvo en nuestra protección, cometía horrores con los caídos.

Tengo que agradecerle además los conceptos benevolentes con que usted me favorece, aún cuando no tenga la posición favorable que me supone en la política de mi país; no ocupo hace muchos años posición alguna oficial, y hace diez años que vivo consagrado a mi profesión de Abogado, gozando sí del buen concepto de mis conciudadanos.

La posición de usted me interesa mucho. ¿Qué cargo desempeña allí? ¿No me sería posible hacer algo en su obsequio? Sería para mi una gran satisfacción.

Tengo el gusto de estrecharle la mano y reiterarme su affmo. amigo y S. S.

Roque Sáenz Peña.

P.S.- Le adjunto ese discurso a objeto de demostrarle que su nombre ha estado siempre en mi recuerdo.- V."

Fuente: Molinare, Nicanor, Asalto y toma de Arica : 7 de junio de 1880, Impr. de "El Diario Ilustrado, Santiago de Chile, 1911, P. 109.

1 comentario:

  1. Excelente articulo. Te comparto medalla argentina de Roque Saenz cuando era presidente de Argentina en visita a la ciudad de Rosario: https://medallaschile.blogspot.com/2018/04/la-ciudad-de-rosario-roque-saenz.html

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