viernes, 26 de junio de 2020

Horas antes del Combate de Sangra, por Benjamin Vicuña Mackenna

[Hacienda de Sangra en la actualidad. Fotografia de Mauricio Pelayo Gonzalez]

Hacia entretanto una semana que el capitan Araneda se hallaba acantonado en Sangra con su pequeño destacamento i la division Letelier no llegaba. Era el Domingo 26 de Junio, dia de solaz, dia de descuido i nada parecia anunciar próxima novedad de guerra entre aquellos agrestes, olvidados, eternamente silenciosos desfiladeros. A la pregunta de los centinelas, los raros viajantes que por allí pasaban, respondian con voz trémula que eran jente de paz i que nada sabian, por lo mismo, de las cosas de la guerra.

A virtud de esta misma confianza, el capitan de la guarnicion de Sangra habia despachado aquella mañana mui de madrugada hácia las dereceras de Canta una partida de cuatro soldados, un cabo i un arriero, al mando del jóven sarjento don Zacarías Bisibinger, hermano de un capitan del Buin del mismo apellido suizo o aleman, con el objeto de procurarse algunos víveres que comenzaban a escasear, cuando de repente apareció en el patio del caserío, empapada de sudor i jadeante la mula que montaba el arriero i que ahora llegaba sin su inmolado jinete, como para dar intelijente aviso de la celada en que habia caido.

Noticiados en efecto, el 24 de Junio, por uno de sus espías, los jefes militares de Canta i entre estos el coronel Vento, el coronel Antay i el sub-prefecto de aquella provincia andina don Emilio Fuentes,de la ocupacion de Sangra por un corto destacamento chiIeno, habian partido en número de varios centenares en la tarde de ese mismo dia o en la mañana del siguiente, resueltos a asestar golpe de rnuerte i seguro a aquel puñado de odiados invasores. La circunstancia de ser buines, era un peligro, pero ¿no era tambien una tentacion?

Traian probablemente los jefes de Canta ánimo de librar el asalto a media noche para mejor lograrlo, pero la súbita e inesperada presencia del destacamento de Bisibinger que iba hácia ellos, evitó aquel riesgo para los nuestros a costa del sacrificio de sus esploradores. Hasta hoi nada se ha sabido de la suerte de aquellos desgraciados, escepto por la singular aparicion de la fiel mula chilena en el patio del caserío de Sangra.

Cuando esto sucedia era la una de la tarde del Domingo 26 de Junio (1881), i al instante mismo el jóven capitan chileno comprendio que iba a ser envuelto i atacado por fuerzas diez o doce veces superiores. De otra manera, bien lo sabia él, los peruanos de Chorrillos no habrian marchado de dia claro a1 encuentro de los buines.

Con la separacion del pequeño destacamento del sarjento Bisibinger, la fuerza de combate de Sangra habia quedado reducida a 46 hombres, i los asaltantes pasaban de 600.

Arrojándose de asalto sobre la asémila tan a tiempo aparecida, corrió el jefe del destacamento a la primera eminencia en que se hallaba apostado un centinela, a fin de contar al enemigo i allí se persuadió que, para cumplir su deber de soldado chileno, no le quedaba sino un camino que elegir:—el de morir matando.

I esto fué lo que, regresando de prisa a su cuartel, comenzó a poner por obra.

Fuente: Vicuña Mackenna, Benjamín, Sangra: la jornada heroica: (26 de junio de 1881), Santiago: L. A. Lagunas M., 1915, P. 16.

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