[Retrato de oleo del Presidente de la Nación Argentina de la época, Nicolás Avellaneda]
LEGACION DEL PERU EN LAS REPUBLICAS DEL PLATA.
(Reservada.)
Buenos Aires, Noviembre 19 de 1879.
Señor Ministro:
Con fecha 20 de Octubre último y bajo el número 220, tuve el honor de poner en conocimiento de V. S. los pasos que había creído conveniente dar cerca de este Gobierno después de recibir la noticia de la captura del Huáscar, y el haber conseguido que se ordenase a Europa la compra de buques blindados, a fin de que esta República pudiese adoptar una actitud que correspondiese a sus intereses actuales y a sus antecedentes históricos. Posteriormente he conferenciado con S. E. el Presidente, con el señor Ministro de Relaciones Exteriores y otras personas, sobre el mismo asunto, y voy a poner a V. S, al corriente de lo que en esas conferencias ha tenido lugar.
El 27 de Octubre pude hablar a solas con S. E. el Presidente en su casa particular. La conferencia duró desde la 1 hasta las 2.30 P. M., y en ella le manifesté el estado brillante y numeroso de nuestro ejército; la facilidad que tendríamos en esos momentos para levantar cuantos fondos se necesitasen para la guerra; que estaba seguro de que los donativos serían cuantiosos; que haciendo algún sacrificio obtendríamos que nos pagase la casa de Dreyfus el saldo que tenía a nuestro favor; que prorrogando el contrato de la Compañía de Guano limitada, o haciendo uno nuevo nos proporcionaría los caudales que necesitásemos; y, finalmente, que podríamos sacar del salitre depositado en Europa y a flote ingentes recursos. Como consecuencia de esa situación y de lo bien defendidos que se encontraban los departamentos de Tarapacá y Tacna, que eran el objetivo de Chile, le hice presente que todas las probabilidades estaban en favor nuestro; pero que, atendiendo a las eventualidades de la guerra y en la hipótesis imposible para mí de un triunfo chileno, debía contar de seguro con que Chile trasladaría su escuadra inmediatamente al Atlántico, y se posesionaría de todo el Estrecho de Magallanes y por lo menos de la Patagonia hasta río Gallegos.
En seguida, recordándole los últimos escritos de los señores Amunátegui y Vicuña Mackenna, así como la mayor parte de los artículos que registraba la prensa de Chile, llamé su atención sobre las pretensiones chilenas a ser el país más poderoso de Sudamérica, poseyendo territorios y puertos en los dos mares y adueñándose del Estrecho. Díjele, también, que si algunas líneas se habían escrito en Chile en tono amistoso para esta República, durante los últimos días y hecho el fuerte gasto de trasmitirlas por telégrafo, había sido porque al ver la exaltación del pueblo argentino a consecuencia de la captura del Huáscar y muerte del heroico Contralmirante Grau, se había telegrafiado de aquí por los agentes chilenos para que tal se hiciese con el objeto de adormecer al pueblo y Gobierno de esta República, a fin de ganar el tiempo que necesitaban para la realización de sus proyectos; y que, finalmente, no podía esperar que Chile aceptase de buena fe las bases de arreglo propuestas, y siempre estarían expuestos, tratando con un Gobierno cuya conducta se había puesto en más evidencia al incitar villanamente a la traición al Excmo. señor General Daza.
S. E. me contestó que veía los peligros de que yo le hablaba, y que para conjurarlos se había telegrafiado reservadamente a Europa, ordenando la compra de dos blindados superiores a los chilenos, aparte del San Martín que estaba en construcción; que las órdenes eran apremiantes y no se detendrían por el valor o precio de los buques; y que una vez conseguidos, ya podrían ocuparse detenidamente de la situación que la guerra del Pacífico había creado.
Contesté a S. E. que las medidas últimamente adoptadas eran dignas de aplauso; pero que yo creía haber llegado la ocasión de que su Gobierno tomase una actitud firme, no solo ocupando los territorios que le pertenecían, sino haciendo saber a Chile que la República Argentina no consentiría, por ser contrario a sus intereses, que se hiciesen alteraciones territoriales en América, alegando el principio de reivindicación y el derecho de conquista. Agreguéle, que el momento era todavía oportuno y que con las fuerzas marítimas que tenía, podía dar el primer paso, apoderándose del Estrecho; pues debía contar con que si Chile sorpresivamente le declaraba la guerra, pediría la suspensión de sus armamentos en Europa, y en tal caso ya sería tarde para ocupar los territorios australes, que solo recuperaría después de una larga y penosa lucha, no pudiendo talvez asegurar el resultado.
El señor Presidente me dijo: que aunque su escuadra no era bastante fuerte para esa operación, talvez de un momento a otro asumiría la actitud que yo indicaba, pues no creía que el Gobierno de Chile aceptase las bases que se le habían propuesto, y que llegado ese caso, creía que la República Oriental estaría de su lado, pues había cambiado ya algunas palabras con S. E. el Presidente Latorre; pero que de todos modos necesitaba tener en su poder los blindados que se habían pedido, pues nada definitivo podía decir antes de obtenerlos.
S. E. terminó por asegurarme que me comunicaría cuanto supiese del Pacífico, y que para él sería muy satisfactorio si las noticias nos eran favorables.
Mis conferencias con el señor Ministro de Relaciones Exteriores han sido sobre el mismo tema, y he procurado en ellas convencerlo más de la necesidad de obrar activamente. En la de 4 del presente mes, me habló con vaguedad de una idea elevada, sin querer manifestar cuál era, que podría ponerse en práctica. Creí de pronto que pensase en la mediación de que me hablara el señor Montes de Oca, y comuniqué a V. S. en telegrama de 18 de Agosto y notas de 15 y 19 del mismo mes, números 188 y 195; y refiriéndome a esa oferta espontánea de su Gobierno, le dije: que bajo la base indicada por su antecesor, de retrotraer las cosas al estado que tenían el 13 de Febrero, personalmente no me parecía mal, pero que no tenía instrucciones de mi Gobierno, como en efecto no las tengo hasta hoy, pues ni por telégrafo, ni por escrito he recibido respuesta a las citadas notas. El señor González me dijo que no se trataba de mediación por el momento, sino de otra idea que aun no podía comunicarme.
Debo poner en noticia de V. S., a propósito de mediación, que en la tarde de ayer me leyó el señor Quijarro la nota contestación de su Gobierno y una carta privada del señor Reyes Ortiz al Plenipotenciario norteamericano en Bolivia, en la que le dice, poco más o menos, que la mediación sería aceptable bajo las bases aquí propuestas y sometiendo todas las cuestiones a arbitraje, que no está en la dignidad de los aliados solicitarla; pero que verían con agrado la mediación de los Estados Unidos, antes o con preferencia a la de cualquier nación europea. Dice en esa carta, que al expresarse del modo como lo hace, es porque conoce el pensamiento de los excelentísimos directores de la guerra.
Ayer estuve también con el señor Ministro de Relaciones Exteriores y con S. E. el Presidente. Esperan de un momento a otro, noticias de Europa sobre el encargo de buques, habiéndose reiterado telegráficamente y por correo, las órdenes para su adquisición. El señor González me dijo que aguardaba asimismo la respuesta del Gobierno chileno sobre las bases propuestas y que, si como creían, no eran aceptadas, llegaría el momento de estudiar seriamente la cuestión del Pacífico, dejando comprender lo que ya he dicho a V. S., su intervención en la guerra actual. Olvidaba decir a V. S. que no habiendo podido marchar para Europa el comisionado especial que habían nombrado para la compra de buques y otros elementos bélicos, caso de no conseguirlos el actual, se ordenó por telégrafo al Cónsul General en Estados Unidos, persona que dicen es aparente, se trasladase inmediatamente a Europa con el objeto indicado.
Aparte de S. E. y el señor Ministro de Relaciones Exteriores, he conferenciado sobre estos asuntos con el señor Ministro de la Guerra, con el señor Frías y algunos representantes de la prensa diaria. Del cambio de ideas con los últimos, han resultado los artículos que encontrará V. S. anexos y que se han obtenido con trabajo, porque la gran preocupación del día es la cuestión electoral, que absorbe casi por completo los ánimos. He tocado, pues, y seguiré tocando todos los resortes posibles.
Rogando a V. S. se digne elevar esta nota al conocimiento de S. E. el señor Vicepresidente de la República, me es grato reiterarle mis respetuosas consideraciones.
A. V. DE LA TORRE.
Al señor Ministro de Relaciones Exteriores del Perú.
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CONTESTACION A LA NOTA ANTERIOR.SECRETARIA DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO.
Lima, Diciembre 28 de 1879.
Señor:
En su oficio reservado de 19 de Noviembre, número 241, da V. S. cuenta a este despacho de las últimas conferencias que ha tenido V. S. con S. E. el Presidente, el Señor Ministro de Relaciones Exteriores y otras personas.Resulta de aquella que la República Argentina ha ordenado la compra de dos blindados superiores a los chilenos, aparte del San Martín, que está en construcción; que las órdenes trasmitidas con tal objeto son apremiantes, y que, una vez conseguidos los blindados, aquel Gobierno se ocupará detenidamente de la situación que la guerra del Pacífico ha creado.
Ignoro la posibilidad de obtener aquellos elementos listos y en las condiciones requeridas. Su construcción demanda tiempo; de suerte que muy bien pudiera acontecer que la República Argentina recibiera los blindados después de terminada la guerra del Pacífico y cuando sería tarde para contar con la eficaz ayuda de los aliados. En tal caso, Chile vería realizados, sin duda, sus planes y entraría a la lucha en condiciones mucho más favorables que hoy.
Debe V. S. llamar seriamente la atención de aquel Gobierno hacia este punto, que considero de gravedad, o insistir en las observaciones que antes he hecho sobre el particular, dando cuenta a este despacho, a la brevedad posible, del resultado de sus conferencias.
Dios guarde a V. S.
PEDRO J. CALDERON.
Al señor don Aníbal V. de la Torre, Ministro Plenipotenciario del Perú en las Repúblicas del Plata.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos
oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra
que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo
documentos inéditos de importancia Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso, 1885, P. 47.
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