[Fotografia de Tarma en la actualidad]
Son las primeras ciudades en recibir prisioneros de guerra. Iquique a los sobrevivientes de la Esmeralda, el 21 de mayo de 1879; y Tarma, el 6 de agosto, a los oficiales capturados a bordo del transporte Rímac el 23de julio. El 16 de agosto los oficiales de la Esmeralda se reunirán con los capturados en el Rímac.
Luego que la Esmeralda es hundida por el Huáscar en el combate naval de Iquique, el almirante Grau ordenó que sus botes socorrieran a los náufragos, los subieran a bordo y les proporcionaran vestuario, pues la mayoría llegaron desnudos. Los recibió con cortesía y al final de la jornada los entregó a las autoridades militares de Iquique. Fueron recluidos en el cuartel de bomberos de la compañía austrohúngara y luego en el edificio de aduanas.
Así lo recordó el entonces guardiamarina de la Esmeralda, Arturo Wilson, cuando escribió:
Los oficiales peruanos que vinieron a la cámara nos trajeron algunas toallas, para secar nuestros cuerpos, y luego después algo de ropa de la marinería para cubrirnos.
Antes de ser conducidos al cuartel de bomberos fueron recibidos por el general Buendía, jefe de las fuerzas militares acantonadas en la zona, quien les informó que los recibía en calidad de prisioneros en cumplimiento de las leyes de la guerra y los invitó a descansar y a tomar una pequeña colación, al día siguiente los visitó el Comandante en Jefe del Ejército general Mariano Ignacio Prado, presidente del Perú.
[…] el general Buendía se acercó a nosotros para manifestarnos que nos recibía como prisioneros, en cumplimiento de las leyes de la guerra …realmente, tanto las palabras del general como su amable invitación, nos repusieron el espíritu y el cuerpo.
Al día siguiente tuvimos la visita del general Mariano Ignacio Prado, presidente del Perú, quien nos dijo deseaba imponerse de nuestra situación. La que en todo caso, comprendía no podía ser del todo confortadora; pero esperaba la soportáramos pacientemente, hasta que la suerte de las armas resolviera las diferencias políticas que ocasionaron la guerra.
Más que agregar otros testimonios de prisioneros, referentes al trato recibido, me parece que el punto quedará suficientemente comprobado al mencionar lo que M. Jewell, vice cónsul británico en Iquique, escribió,el 16 de junio de 1879, certificando que el trato que daban los peruanos a los sobrevivientes de la Esmeralda era un ejemplo que podía darles crédito ante cualquier nación y que si existía, en Chile, la impresión que no eran bien tratados, esta impresión debía ser aclarada.
Con referencia a la condición y tratamiento de los prisioneros, tengo el placer de decir a US., que ellos se expresan bien sobre la manera como se les trata. Por mi conocimiento personal puedo informar a US., que se les envía su comida del club de aquí, y que es la mejor que puede obtenerse en las presentes circunstancias.
Se les permite vino, cigarros, cerveza; y se les ha suministrado a cada uno un colchón, ropa de cama, ropa interior, zapatos y trajes, hechos los últimos, según orden, por el mejor sastre que hay en la ciudad.
Todos estos gastos son hechos por el Gobierno peruano.
Sus cartas llegan y son remitidas con entera libertad; y aún cuando las últimas deben ser mandadas abiertas, las primeras le son entregadas intactas. He entrado en estos pequeños detalles, porque si existe en Chile la impresión de que ellos no son bien tratados, creo que esto debe ser contradicho. Hablando con toda imparcialidad, creo que los peruanos, en su trato a los prisioneros de guerra dan un ejemplo que puede darles crédito ante cualquier nación.
El 23 de julio de 1879, el Perú capturó el transporte Rímac que trasladaba al regimiento de caballería Carabineros de Yungay al mando del teniente coronel Manuel Bulnes, y a otros oficiales, quienes recibieron un trato humanitario, digno y cortés, similar al que se otorgó a los sobrevivientes de la Esmeralda, desde el momento mismo de su captura. Citemos a continuación algunos testimonios, a modo de ejemplo.
Carvajal saludó atentamente al comandante Bulnes y demás jefes, y sin falsa arrogancia ni fanfarronería, expresó su condolencia personal por el fracaso que en esos instantes nos agobiaban, cuyas funestas consecuencias caían sobre nuestra patria y más directamente sobre nosotros mismos. En seguida dio sus órdenes.
Poco tiempo después, el «Rímac» trajo a Tacna unos prisioneros chilenos que fueron repartidos en varias casas. Entre ellos vino el comandante Bulnes, que fue alojado por la familia Mac-Lean en su magnífica residencia de Arica. A la familia de mis padres tocó alojar un sargento que resultó una buena persona.
Al amanecer, se nos dice que el desayuno espera: estábamos en Chosica, delicioso lugar de veraneo, lleno de parques y jardines. En los corredores del hotel había una mesa preparada con frutas y bebidas calientes, (recuerda el subteniente Chaparro de la primera parada del tren, en su viaje a Tarma).
Las instrucciones que dio el ministro de gobierno, Rafael Velarde, con respecto al traslado de los capturados en el Rímac, y el certificado del diplomático británico, ya mencionado, confirman documentalmente la política de estado del Perú con respecto al trato humanitario que debían recibir los prisioneros. Los testimonios que existen sobre la correcta aplicación de los códigos humanitarios, por parte de los responsables de los prisioneros complementan esta confirmación.
Relativamente (sic) a los 28 prisioneros chilenos que vinieron del Sur a bordo de la Cañonera «Pilcomayo»; debo decir a US que por este despacho se han librado también las ordenes necesarias para que dichos prisioneros sean recibidos a las once de esta noche en la estación de los Desamparados por el teniente Coronel 2º jefe del regimiento gendarmes D. Manuel F. Villavicencio, que al mando de un capitán, dos oficiales y 30 hombres, debe conducirlos hasta Chicla en un tren extraordinario y de ahí a Tarma.
Para ello se le han mandado entregar, al referido comandante, S/. 2.572 de los que S/. 500 debe invertir en la alimentación de los prisioneros durante el viaje; S/.1,072 en el flete de bestias de sillas y de carga para su traslación de Chicla a Tarma, y entregar los mil restantes a la subprefectura de Tarma para el socorro diario de dichos prisioneros a razón de un sol a cada uno; además se ha ordenado entregar, para la cómoda marcha de estos, monturas buenas y corrientes del indicado cuerpo.
El día 6 de agosto llegaron a Tarma, siendo conducidos al tercer patio de un viejo cuartel, compuesto de tres grandes habitaciones, con capacidad para 50 hombres cada una y un corredor cubierto. Todo ello exclusivamente destinado a los prisioneros chilenos. Los oficiales de La Esmeralda se les unieron el día 16. Cinco días después se mudaron a una casa perteneciente a la familia Santa María, que arrendaron. El régimen de libertad de desplazamiento dependió de si habían o no dado su palabra de honor.
Los Srs. Manuel y Wenceslao Bulnes, Ignacio Gana, Luis Uribe, 2 ayudantes del 1º y 3 asistentes, junto al Sr.Vial se alojaron en un hotel, bajo palabra y obligación de presentarse todos los días a la prefectura. Los demás oficiales podían salir ocasionalmente al pueblo y siempre garantizados por sus jefes.
Los prisioneros que estuvieron en Tarma fueron canjeados por los prisioneros del Huáscar regresando al Callao para embarcarse el 31 de diciembre de vuelta a Chile.
Fuente: Gonzáles del Fierro S., Fernando, Donde triunfó el sentido humanitario :depósitos de prisioneros en la Guerra del Pacífico : el caso de San Bernardo, Sociedad del Canal de Maipo, 2013, P. 47.
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