[Fotografia de Manuel Baquedano con su caballo Diamante]
COMANDANCIA GENERAL DE LA DIVISION EXPEDICIONARIA SOBRE MOQUEGUA.
Moquegua, Marzo 21 de 1880.
Señor General en Jefe del ejército:
El 19 del corriente, a las 12 M., después de los tiroteos de avanzadas que hubo en los días anteriores, de los cuales he dado cuenta a V. S., me puse en marcha en dirección a Moquegua y tomé campamento en Calaluna a las 5 P. M. de ese día, tomando todas las precauciones para no ser sorprendido.
La división de mi mando, de la cual era Jefe de Estado Mayor el teniente coronel don Arístides Martínez, se componía de las siguientes fuerzas: regimiento 2º de línea, su comandante coronel don Mauricio Muñoz, que lo era también Comandante General de la infantería, regimiento de línea Santiago, comandado por el segundo jefe, sargento mayor don Estanislao León; batallón Bulnes, su comandante don José Echeverría; batallón Atacama, su Comandante don Juan Martínez, y una compañía del regimiento Buin 1º de línea.
La caballería era compuesta de los regimientos de Cazadores y Granaderos, siendo sus jefes del primero, el teniente coronel don Pedro Soto Aguilar, el cual comandaba en jefe la caballería, y del segundo el teniente coronel don Tomas Yávar.
La artillería se componía de dos baterías Krupp, una de montaña y otra de campaña, y una batería de cañones de bronce franceses, todas bajo las órdenes del teniente coronel don José Manuel Novoa.
A las 8 A. M. del 20, hice marchar sobre la ciudad la división de mi mando en el orden siguiente: de descubierta, la compañía del Buin y 50 hombres de caballería.
A vanguardia marchaba el batallón Bulnes, cubriendo al propio tiempo los flancos de la línea; le seguían el Atacama, el regimiento Santiago, artillería y regimiento 2º de línea; cubría la retaguardia la caballería.
Llegados a las alturas del lado Sur del pueblo y habiendo visto que el enemigo se había asilado en la fuerte y atrincherada posición de los Ángeles, dirigí la tropa a lo Alto de la Villa, mientras el Jefe de Estado Mayor a la cabeza de un piquete de caballería tomaba posesión de la ciudad.
En el mismo Alto de la Villa se distribuyó campamento a cada uno de los cuerpos de la división y se procedió a hacer el reconocimiento de las posiciones enemigas.
Para facilitar el acceso hasta el pié de la cuesta de los Ángeles, hice el día 21 abrir un camino que lo comunicara directamente con nuestro campamento.
El plan de ataque fue decidido de la manera siguiente: una división compuesta de siete compañías del 2º de línea, un batallón del regimiento Santiago, una batería de artillería de montaña y 300 hombres de caballería, al mando del señor coronel don Mauricio Muñoz, debía atacar al enemigo por retaguardia, a la cual debía llegar tomando el camino de Jamegua; el batallón Atacama, subiendo por el cerro que domina la posición de los Ángeles, que debía flanquear las trincheras, atacándolas por su ala derecha; una compañía de guerrilla del Santiago y otra del Bulnes debían atacar de frente, y dos más del Santiago atacar el ala izquierda; todo esto bajo un activo fuego de artillería que protegiera el ataque batiendo sus trincheras y preparando el avance de las tropas de reserva.
Para llevar a efecto dicho plan, ordené al coronel Muñoz que a las 7 P. M. del día 21 se pusiera en marcha para cumplir su cometido, y se ordenó al batallón Atacama que a media noche se pusiera igualmente en movimiento para trepar esa difícil altura.
A las 2 A. M. del día 22 se me dio parte de que una avanzada enemiga había tratado de sorprender el campamento de Cazadores a caballo, de donde resultó un tiroteo en que tomó parte desde lejos la retaguardia del batallón Atacama, siendo rechazado el enemigo y no sufriendo por nuestra parte más pérdidas que la de 4 soldados de Cazadores muertos, 1 herido y 7 caballos muertos.
Los asaltantes dejaron en el campo un cadáver y los rastros de los heridos que se fugaron.
Al amanecer del mismo día, el batallón Atacama había vencido ya lo más difícil de las escabrosas alturas y nuestras tropas ocupaban sus respectivas posiciones.
La artillería se había colocado en un lugar conveniente para batir las trincheras, y todo se preparaba para llevar adelante el ataque.
Eran las 5:30 A. M. cuando se oyó del lado de Tumilaca un vivo fuego de fusilería y poco después de artillería. Era la división del coronel Muñoz que, retardada su marcha por lo malo de los caminos y otras dificultades, se batía con una parte de la infantería enemiga, compuesta de una compañía del batallón Canchis, otra de Granaderos del Cuzco, algunos soldados del batallen Grau y una compañía de caballería.
A las 6 A. M. el denodado batallón Atacama rompía sus fuegos y avanzaba rápidamente por el flanco del enemigo; la artillería disparaba certeros tiros sobre las trincheras, y las compañías del Santiago y Bulnes, desplegadas en guerrilla, se adelantaban al pié de la cuesta.
Hora y cuarto después había disminuido notablemente el fuego y aparecía en lo alto de la cuesta y sobre una de las trincheras nuestra triunfante bandera, batida por el cabo Belisario Martínez del batallón Atacama.
Las tropas siguieron entonces el camino ordinario de la cuesta y a las 8 A. M. todas ellas se encontraban en la cumbre.
El enemigo huía apresuradamente delante del victorioso Atacama, e inmediatamente me puse en marcha persiguiéndolo con caballería e infantería. A las 11:30 A. M. llegaba a Yacango, sin haber conseguido alcanzarlo. En este punto me fue necesario detener la marcha para refrescar la tropa y esperar a los cuerpos que no habían podido seguirnos. Lo avanzado de la hora a que se reunió la división, 5:30 P. M., me impidió continuar mi viaje a Torata.
Entretanto, la división del coronel Muñoz, atacada en posiciones difíciles para él, no pudiendo emplear siempre su artillería y en ningún caso la caballería, consiguió deshacer al enemigo después de cerca de 5 horas de combate.
Las bajas sufridas en esta jornada son: batallón Atacama, 3 muertos y 13 heridos, en los Ángeles; 2º de línea, 1 muerto y 15 heridos; Santiago, 8 heridos y 1 contuso; artillería, 3 heridos, éstos en Tumilaca. Los del enemigo: en los Ángeles, 28 muertos, y se sabe de 25 heridos y otros que vienen llegando, y 64 prisioneros. No se pueden precisar las pérdidas que sufrió en Tumilaca.
Se han recogido hasta la fecha 83 rifles de varios sistemas y 89 cajones de munición dejados por el enemigo, y creo que encontrarán más las partidas que se han mandado con ese objeto.
Los partes particulares que me han sido pasados recomiendan nominalmente: el del señor coronel Muñoz, a los jefes don Estanislao del Canto y don Ezequiel Fuentes; capitanes: del 2º, don Francisco Olivos; del Santiago, don Domingo Castillo; de ingenieros, don Enrique Munizaga; ayudantes de campo: don Ruperto Fuentealba, teniente, don Melitón Martínez y alférez don Álvaro Alvarado; el jefe de la batería de artillería que marchó con el coronel Muñoz, a todos los oficiales de su sección; el jefe del batallón Atacama, muy particularmente. al teniente don Rafael Torreblanca, para quien pide el puesto de capitán; al capitán don Gregorio Ramírez, teniente don Antonio María López, subtenientes don Abraham Becerra y don Walterio Martínez, y por fin a la cantinera Carmen Vilches, por su valor y buenos servicios. Los demás partes recomiendan en general el valor, comportamiento de los oficiales y soldados de los diversos cuerpos.
Por mi parte, señor General en Jefe, me hago un grato deber en manifestar a V. S. que tanto el señor coronel Muñoz como los jefes, oficiales y tropa de los diversos cuerpos, y así mismo mis ayudantes de campo, capitanes don Francisco Pérez, don Ramón Dardignac, don Alejandro Frederick; tenientes don Vicente Montauban, don Juan Pardo y subteniente don Julián Z. Zilleruelo; los de Estado Mayor, capitán don Francisco Javier Zelaya, don Juan Félix Urcullu y subteniente don Federico Weber que componían mi división, han estado siempre a la altura de sus puestos y sostenido con brillo el buen nombre del ejército chileno; pero recomiendo muy especialmente a la atención de V. S. al jefe del batallón Atacama y oficiales por él recomendados.
También debo manifestar a V. S. que desde el momento en que tomé el mando de la división, el señor comandante don Arístides Martínez, como Jefe de Estado Mayor, se ha distinguido por su celo, actividad y buen desempeño en su delicado puesto, lo mismo que al frente del enemigo.
Dios guarde a V. S.
MANUEL BAQUEDANO.
Al señor General en Jefe del ejército.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos
oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra
que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo
documentos inéditos de importancia Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso, 1885, P. 1196.
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