lunes, 7 de junio de 2021

Biografia de Juan José de San Martin, por Benjamin Vicuña Mackenna

 [Fotografia de Juan José San Martin]
 
JUAN JOSÉ SAN MARTIN 
COMANDANTE DEL HEROICO REJIMIENTO 4.° DE LÍNEA, MUERTO GLORIOSAMENTE EN ARICA. 
 
«Fué un soldado i nada mas.»— (Biografía del jeneral O'Brien, 1862.) 
«El capitán San Martin es un valiente.»— (Parte oficial del combate de Calama.) 
 
El mayor dolor de la carnicera guerra en que el país está empeñado, es sin duda ver que cuando la victoria desplega sus alas, nos arrebata en ellas las mas nobles i las mas queridas figuras de nuestro joven Ejército. 
 
Larga es la lista i en ella habrán de encontrar su puesto i su corona muchas memorias i muchos nombres olvidados. 
 
Pero así como cada jornada ha tenido su luto i una reluciente cúspide, desde Iquique a Arica, tributamos hoi el último recuerdo al bravo incomparable i predestinado que cayo en la última trinchera.
 
Juan José San Martín habia nacido sin duda para morir en el campo de batalla; pero habia nacido al mismo tiempo para mostrar a sus ajiles cazadores el sendero de la victoria, señalándolo antes con el surco rojo de su sangre. 
 
San Martin habia vertido la suya en los llanos del Traiguén, recibiendo tres heridas de la lanza de los indios. Volviera a derramarla en seguida en la márjen del Cautín por la honda antigua de los bárbaros de Arauco, que canto Ercilla, i de nuevo en Calama al asaltar su trinchera, i otra vez en Arica para morir al pié del postrer muro, dando gritos de «¡Victoria!» 
 
Todas las armas parecían ensañadas en romper el molde vigoroso que encerraba aquella alma de guerrero: la lanza, la honda, el rifle, el cañón i hasta el disparo aleve de cobarde venganza. I a fé que todo eso era preciso para matar un hombre tan soldado, tan completamente soldado, como lo fué desde el kepi a la espuela el heroico comandante del bravo 4.° de línea. 
 
Juan José San Martín, capitán de cazadores del 4.° durante doce años, era propiamente lo que los soldados franceses llaman un enfant de troupe, es decir, un hijo de los cuarteles, un centinela de los campamentos, un héroe de todos los campos de batalla; i todo esto a virtud de una fuerza irresistible, que en el árbol como en el hombre es la simiente de la vida.
 
Hijo de la montaña del Nuble (¿Coihueco?); de esa comarca de leones, que ha dado nueve mil soldados a la presente guerra i en la que naciéron los Victorianos, los Hermosillas i los Zapatas de las guerrillas de la Independencia, Juan Jóse San Martin, viniendo al mundo en la rústica cabaña de un labrador del bosque, se hizo soldado, sentando plaza en Chillan en el 4.° de línea a la edad de 14 años, el 1.° de octubre de 1854. 
 
¡Fué soldado raso! 
 
I sea esto dicho en su cabal gloria i en su personificación íntegra de soldado. Porque hai jentes que protestan contra ese título, como si no fuera (cuando los que lo llevan han merecido los mas altos puestos de su carrera) el mas lucido timbre de ella. ¿De dónde arrancaron en efecto su renombre los mas famosos mariscales del primer Imperio, Kléber, Murat, Dessaix, Lannes, Ney mismo, si no de aquellas filas de reclutas, de los cuales decia su jenio inspirador que «llevaban cada uno el bastón de mariscal dentro de su cartuchera»? 
 
¡Sí! Juan José San Martín fué soldado raso del 4.° de linea, i para inscribirse en su rol bajó de la montaña a la llanura, de la cabaña al cuartel, cuando tenue bozo sombreaba en él el labio de la pubertad. I en seguida fué cabo (abril 12 de 1855), i en seguida fué sarjento (mayo 5 de 1857). 
 
I solo después de haber sido soldado raso, cabo 2.° i cabo 1.°; i después sarjento 2° i sarjento 1.°, i cuando ya había llevado durante tres largos años el fusil al hombro i la jineta en la manga, pusiéronle sus jefes una charretera en el hombro izquierdo el 6 de agosto de 1858. 
 
Un año después era teniente, diez años mas tarde (30 de abril de 1867) era capitán. 
 
I sin embargo, San Martin habia sido soldado a los catorce años, cabo a los quince, sarjento a los diezisiete, subteniente a los diezíocho, teniente a los diezinueve, nombrado tal en el campo de batalla del Maipon. ¿I no son éstas las mejores cifras, las mas limpias i completas de la hoja de servicios de un soldado o de un mariscal? Por esto hemos dicho en el epígrafe, recordando un tipo militar estranjero, tan perfecto como el del comandante San Martin, que éste «fué un soldado i nada mas».
 
En 1867, el año en que fué capitán, i encontrándose de guarnicion en Santa Bárbara, San Martin perdía a su padre, i el dia en que llegó al lóbrego fuerte la triste nueva, llorólo entero, desde la diana a la retreta, el hijo de la montaña....
 
Pero sus compañeros de armas le vieron llorar solo ese dia. Era natural.... el tronco añoso habia caido al suelo, i la rama desgajada, al ser sacudida por el golpe, humedeció la madre tierra con el roció de sus hojas.... 
 
Desde ese dia el capitán San Martin quedó solo en el mundo, sin padre, sin hogar, sin montaña, sin amores, como la rama seca que el viento ha tronchado entre los arboles. 
 
I fué desde ese dia cuando comenzó la carrera exclusivamente militar del campeón glorioso de Arica.
 
Nombrado comandante de la compañía de cazadores del 4.° de línea, el 30 de marzo de 1867, hizo de cada uno de sus soldados un hijo, de la ordenanza una lei única i el cuartel fué su hogar. 
 
No tenia mas placer que el de las armas. No visitaba. Como «el perro del rejimiento», cuando no estaba de guardia en la puerta del cuartel, echábase en sus umbrales, i ahí pasaba las noches i los dias esperando su turno o el relevo. Nunca le vimos de otra suerte en los largos años en que el 4.° de línea tuvo su cantón en el cuartel de la Recoleta de Santiago. Siempre, a todas horas, en la mañana, al ir al Cementerio, en la tarde, a la vuelta del paseo, el capitán San Martin estaba allí, sentado en el dintel de la espaciosa puerta, leyendo sus libros favoritos, que eran los de las leyendas, nacionales o los diarios, a cuya adquisición destinaba, como suscritor obligado, una buena parte de su sueldo. 
 
O bien paseábase en la ancha acera, rodeado de grupos de soldados en descanso, ostentando su figura enérjica, bien compartida, recta i templada como el acero, con su kepí echado hacia atrás, sobre crespa i turbulenta cabellera, ceñida la espada, compañera sola de su vida, que soltó vencedor en lo alto del Morro que antes fuera nido únicamente de las roncas gaviotas del mar, espantadas de sus covaderas por el rujido de la tempestad. 
 
Pero no por ser soldado, i talvez porque lo era en toda la estension de la milicia, dejó de hacer el capitán San Martin su nido de plumas.... allá bajo la enramada de su propio barrio militar. Hallándose en Antofagasta llególe en efecto el anuncio de que era padre i su regocijo fué intenso «Acabo de recibir el placer mas grande de mi vida», exclamaba en carta íntima del 24 de marzo. I luego, echando mano del lenguaje burlón, pero cariñoso del cuartel, agregaba:—«La señorita R.... (su hijita) es la vida de mi vida i por consiguiente estoi loco de gustó, sintiendo no poder estrecharla en mis brazos». 
 
I mucho mas tarde (el 29 de setiembre), el juguetón soldado entretenía sus ocios con estos chistosos encargos, que ocultaban, empero, la punzada de escondido dolor: «Recibí el zapatito de la niña i el pelito que me acompaña. Todo está mui bonito, pero es preciso que ponga a todos los santos i. santas con la cabeza para abajo a fin de que me mejoren pronto a la hija querida, al sueño de mis esperanzas. 
 
«A la niña, dele unos dos millones de besitos de mi parte, que yo se los volveré diez veces duplicados cuando tenga el gusto de verla». 
 
El capitán montañés escribía los dos millones de besos.... con números, i a fé que si sabía contar, imponíase voluntariamente dulce, pero larguísima tarea.... 
 
Pero el cazador del 4.° era tan festivo en el estrado como en el campo de batalla. Hé aquí cómo daba cuenta a un amigo de su herida de Calama en carta del siguiente dia: 
 
«En la compañía de mi mando fuimos mui felices» pues a pesar de haber estado en medio de los puntos del mayor peligro, no me hirieron ninguno. El único que no anduvo con mucha suerte fué el capitán San Martin (Juan José), quien en lo mas reñido del combate recibió una herida de bala en la oreja izquierda. No puedo escribir mas; me duele mucho la oreja.... pero me parece que no es de peligro». 
 
I todavía esta chuscada militar, a propósito de un mal acondicionado regalo santiaguino, recibido en Antofagasta el 3 de setiembre. 
 
«Las naranjas venían completamente podridas, i a pesar de eso con los pedacitos que habia buenos hice una naranjada i me la tomé a la salud de usted». 
 
¿Quién que haya sido militar un solo dia no conoce en esa naranjada a la salud de usted la mano de Juan un soldado? 
 
Pero si el buen humor, que es al soldado lo que la espuma al champaña, era la lei de cuartel del que fuera el último glorioso comandante del 4.°, no faltaban en sus rudas fibras las inspiraciones serias de las almas bien templadas. «Yo, como tú puedes suponerlo, escribía a un amigo apropósito de ciertas contrariedades de su carrera, sufro i callo; porque para el hombre se ha hecho el sufrimiento i particularmente para el hombre que defiende su patria». 
 
Cuando el 22 de mayo llegó al cuartel jeneral de Antofagasta la noticia traída por el Lámar de que nuestros buques quedaban batiéndose en Iquique, tuvo el bravo capitán, como todos, el presentimiento de una gran desdicha nacional; pero él caracterizaba la situación de su propio ánimo, con estas palabras enérjicas: — «Si por desgracia nuestra, así hubiese sucedido, ¿qué hacer? En mui pocos dias mas iremos a vengar la sangre de nuestros hermanos». 
 
¿I cuánto, i allí cerca no lo ha vengado?
 
Pero de la vida del corazón i de la vida del cuartel, volvamos a los campos de batalla, esta segunda existencia de loa que han nacido para ser «un soldado i nada mas». 
 
Los hechos de armas de este hijo lejítimo del pueblo i de la cordillera, muerto en el Morro, no están contados por fechas sino por fieras heridas recibidas en el campo de batalla. I esto a tal punto, que hubiera podido decirse de él que la hoja de servicios de este mozo ilustre habia sido trazada por él mismo, como la cruz de Pizarro, con su propia sangre. 
 
La Araucania fué el teatro de todas sus hazañas, sirviendo bajo Villalon, bajo Salvo, «el pincheirano», bajo Lagos i bajo Amunátegui, bajo Muñoz i bajo Barceló. 
 
San Martin fué el verdadero fundador de Mulchen, por que estuvo acantonado en Bureo durante ocho meses con el viejo Salvo, que allí habia visto caer a Pico bajo el puñal de Coronado, cuarenta años hacia. Esa estación duró desde el 22 de diciembre de 1861 al 6 de agosto de 1862, i en esa temporada el activo coronel Saavedra hizo echar los cimientos del fuerte de Mulchen, que es hoi una próspera ciudad. 
 
Enviado después a la descubierta por el comandante Lagos del 4.°, el mismo que en Arica le mandaría a la vanguardia, fué el capitán San Martin rodeado en los llanos de Traiguén por mas de dos mil lanzas; pero el brioso soldado abrióse paso por entre ellas con sus cien ájiles cazadores, recibiendo tres heridas en la cabeza, en el hombro i en la pierna izquierda. 
 
Esta acción de guerra, que conmovió al pais por su heroísmo i su infortunio, tuvo lugar en 1863. 
 
En aquel famoso paseo militar, que llevó a nuestro ejército entero hasta el Cautín i que duró vientiocho dias de sabrosas cazuelas (del 25 de febrero al 23 de marzo de 1869), hubo en el paso del rio, que los indios defendieron a honda i a machete, un muerto i un herido: el muerto fué un Santa María i el herido fué San Martin, otra vez en la cabeza, como en el Traiguen, como en Calama, i talvez como en Arica. Era aquella una linda cabeza de soldado, como la habria ideado i delineado en el muro el mas exijente i certero tirador al blanco. 
 
¡I cosa curiosa! En una ocasión en que un mal cazador, a quien San Martin habia castigado, contra su costumbre, con su espada, le apuntó su rifle por la espalda mientras leía un diario, sentado en el zaguán del cuartel de la Recoleta; i aun que disparó a cuatro pasos i a la cabeza, el proyectil perforó el periódico, pero no lo hirió.
 
El capitán San Martin habria mandado a aquel mal tirador «arrestado por dos dias a su cuadra», como el mariscal Pellissier al capitán aquél que le tiró a boca de jarro un pistoletazo destinado a vengar la afrenta de un chicote en las filas,— «por tener sus armas en mal estado». Pero los tribunales lo mandaron a la Penitenciaria, donde todavía jime.
 
El 4.° de línea vino de la frontera a relevar al 7.° en el cuartel de la Recoleta en 1873, i díjose entonces que el ministro de la Guerra habia ofrecido una posición mas aventajada al capitán San Martin en otro cuerpo. I en efecto aparece nombrado mayor del 7.° el 27 de marzo de aquel año. 
 
Pero el capitán San Martin no podia vivir sino en medio de sus hijos, los cazadores del 4.°, i la única vez que subió las sordas escalas de piedra de la Moneda fué para pedir la gracia de ser «repatriado». 
 
¿Presentía acaso el noble jefe. que habia de morir a la cabeza de su querido 4.° de línea i quería legar a su bandera la leyenda inmortal de su fin? 
 
El nombre del comandante San Martin, como del caballero Asas en el rejimiento de Auvernia, debe ser por esto escrito en permanencia a la cabeza de sus listas, i al leerse éstas en la mañana i en la tarde, el capitán de cazadores del rejimiento responderá por él :— «¡Muerto por la Patria en el campo del honor!» 
 
Hai hombres así. No pueden vivir sino a la sombra del hogar en que han nacido, bajo la bandera en que se alistaran en el primer albor de la vida; i todo lo que sea arrancar los de allí es una especie de destierro. Es lo que ha acontecido a Manuel Baquedano con los Cazadores, que heredó de su padre. Lo hicieron coronel, i se quedó de comandante del viejo rejimiento. Lo hicieron comandante de armas de Santiago, i se quedó en el cuartel. Lo hicieron jeneral de brigada i nunca montó a caballo sino oprimiendo el mandil verde de su tropa. Le han nombrado ayer jeneral de división, en lejítimo pago de sus victorias, i estamos seguros que, cuando regrese de Lima i pase ufano por los arcos triunfales de la Alameda, como su padre en 1839, la primera mitad que irá, sable al hombro i carabina a la espalda, cabeza con anca con su caballo de batalla, será ésa la primera mitad de la primera compañia del primer escuadrón del rejimiento de Cazadores a caballo, que mandó don Ramón Freire en Maipo i don Fernando Baquedano en Guia i en Yungai.... 
 
Cuéntase, a este mismo propósito, un hecho característico i peculiarísimo del capitán San Martin. 
 
Fuera de las armas, no tenia sino una pasión, la de los caballos, estos jenerosos auxiliares del soldado; i dábase, en consecuencia, el lujo de tener en la pesebrera del cuartel de la Recoleta potros hasta el valor de trescientos pesos, que su asistente cuidaba como un rei i él acariciaba como a una dama. No consentía, por lo mismo, que nadie cabalgara en su brioso lomo, como no habria consentido prestar su espada ni al mas querido de sus camaradas en un dia de parada o en un dia de batalla. I sucedió que una mañana, otro montó su bridón, i sin mas que esto, enojado, mandólo de regalo a un amigo. 
 
Hai hombres así. Tienen el exclusivismo de su carrera en el uniforme, en el color de la pluma del morrión, en el temple de su espada, en el caballo que usan i lucen en un dia de revista o de un dia de paseo. En eso conócense los verdaderos soldados, como lord Byron conocía en las manos de la jente bien nacida. 
 
La última hazaña de la vida del comandante San Martin, es un laurel que está fresco aun sobre nuestra mesa i en la memoria de todos sus conciudadanos. 
 
Nombrado sarjento mayor del 4.° de línea, casi en el campo de batalla de Calama, por su bizarro comportamiento, cinco dias después de este hecho de armas (marzo 28 de 1879) fué ascendido a teniente coronel el 10 de febrero del presente año, i en seguida a jefe del rejimiento el 22 de abril. 
 
I aquí, con una nueva fecha, con su última gota de sangre i con una gloria inmortal, ciérrase, a los cuarenta años, el libro de la vida de este ínclito campeón de nuestras armas, que ha ido a ocupar, al lado de Prat i de Ramirez, de Thompson i de Santa Cruz, el puesto de los héroes, i cuya nobilísima carrera de soldado, que duró 26 años, puede condensarse en esta sola, pero comprensiva frase: 
 
«.Fué un soldado i nada mas.» 
 
Santiago, junio 19 de 1880. 
 
B. Vicuña Mackenna.
 
Fuente: Boletín de la Guerra del Pacifico 1879-1881, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, P. 702.
 

2 comentarios:

  1. JUAN JOSÈ SAN MARTÍN , HABÍA NACIDO SIN DUDA PARA MORIR EN EL CAMPO DE BATALLA; PERO HABÌA NACIDO AL MISMO TIEMPO PARA MOSTRAR A SUS AJILES CAZADORES EL SENDERO DE LA VICTORIA, SEÑALANDO CON EL SURCO ROJO DE SU SANGRE Y CON SU SABLE LA DIRECCIÓN DEL ÚLTIMO FUERTE QUE ERA LA FORTIFICACIÓN MORRO DE ARICA.

    EL REGIMIENTO RANCAGUA , AÑOS ATRÁS ,REALIZO UNA INVESTIGACIÓN EN CONJUNTO CON EL DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE TARAPACA DE ARICA, Y CON APOYO DE PERSONAL ESPECIALIZADO DE LA P.D.I LA UBICACIÓN DEL DEL CUERPO DEL CORONEL JUAN JOSE SAN MARTÍN, EN LA ZONA DEL FUERTE CIUDADELA Y FUERTE DEL ESTE, QUE ERAN FUERTES PERUANOS EL AÑO 1880 , EN LA HONDONADA O ENTRE LOS DOS FUERTES SEÑALADOS , SE TRABAJO ,REMOVIENDO EL MONOLITO EN DONDE ANTIGUAMENTE SE EFECTUABAN CEREMONIAS MILITARES DEL DÍA
    7 DE Junio, CON RESPECTO AL TRABAJO DEL DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE TARAPACA, SE ENCONTRARON OBJETO DE VESTIMENTA Y CORREAJE DE LOS SOLDADOS, PERO AL FINAL NO SE ENCONTRÓ EL CUERPO DEL Comandante DEL CUARTO DE LÌNIA, EN DONDE ALGUNOS INVESTIGADORES Y ESCRITORES INDICAN QUE FUE ENTERRADO A LOS PIES DEL MORRO EN LA CERCANÍA EN DON DONDE SE ENCUENTRA LA VIRGEN DEL CARMEN, EL COMANDANTE SAN MARTÍN FUE ENTERRADO JUNTO Y ACOMPAÑADO DEL SUBTENIENTE AGUIRRE PERRY, Y AL PASAR EL TIEMPO EL SUBTENIENTE AGUIRRE PERRY ,FUE LLEVADO POR SUS FAMILIARES A LA CIUDAD DE LA SERENA EN DONDE SE ENCUENTRA ENTERRADO POR EL MOTIVO QUE EN LA CIUDAD DE LA SERENA ESTABAN SU FAMILIARES , CON RESPECTO A EL Comandante juan jose de san martín , su cuerpo fue trasladado
    y enterrado en el cementerio protestante de arica, que es donde quedaba el edificio del antiguo correo, posteriormente construyeron en esta lugar y sacaron los cuerpos de muchos soldados que están enterrados en ese lugar señalado anteriormente, y fueron trasladado al cementerio de Arica, donde se pierde el lugar donde fue enterado definitivamente, lo último que se sabe según los escritores que su cuerpo esta envuelto con la bandera chilena." ESPERANDO QUE ALGÚN DÍA ALGUIEN LO ENCUENTRE, PARA RENDIRLA EL TRIBUTO Y HOMENAJE QUE SE MERECE ESTE HÉROE DE TODOS LOS CHILENOS , Y DEL GLORIOSO CUARTO DE LINIA,Y DE ARICA , FUE UN HIJO DE LOS CUARTELES , Y INFANTE DE TROPA"

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  2. E
    antecedentes del Coronel JUAN JOSÈ SAN MARTÌN , FUERON PROPORCIONADO POR RODOLFO REYES ROJAS

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