Tacna i Arica en nuestro poder, rendidas por el valor sin ejemplo de nuestros invencibles compatriotas. El ejército aliado ha desaparecido del teatro de la guerra, deshecho, arrollado, concluido por el empuje colosal de nuestro ejército. Sus aprestos de diez meses, sus baluartes formidables, sus armas superiores, su disciplina adquirida en largos meses de campaña i de escuela, su número inmenso, sus posisiones inespugnables; todo ha sido impotente, ineficaz, inútil, ante el bronce del corazón chileno, ante la abnegación ejemplar de nuestros hermanos, ante la pujanza de nuestros héroes!
Héroes, sí! porque esa es la verdadera palabra con que debe nombrarse al soldado de Chile, que defiende su patria cobijado por el tricolor glorioso de su bandera; a los que humillaron el poder marítimo peruano, muriendo como los de la Esmeralda; a los que, siendo débiles, supieron vencer colosos, como la Independencia, a los que escalaron las alturas de Pisagua sobre barreras inmensas de fuego mortífero; a los que, peleando uno contra cinco, vencieron en Dolores, en Tarapacá, en todas partes, a los que clavaron el pabellón de la patria sobre las trincheras de. Tacna, i acaban de izarlo triunfantes arriba de las fortalezas de Arica superando lo imposible i saltando al centro de la hoguera para vencer a la bayoneta i cuerpo a cuerpo, como los guerreros lejendarios que imajinó la fantasía humana aguijoneada por los embates de la ambición de engrandecerse hasta mas allá de lo verosímil.
Nuestros soldados han probado que ni el acero, ni el fuego, ni la dinamita, ni la muerte, ni cosa alguna es mas grande que la voluntad de los corazones patriotas, calentados por los rayos fecundos de la estrella de Chile.—Ellos han dado cima a una. empresa jigantesca, i la patria vuelve a cubrirse de nuevas glorias i de regocijo infinito!
¡Honor mil veces a ellos!
¡Gloria a nuestros valientes defensores!
La consumación de su obra monumental, ha sellado la muerte definitiva de la alianza de nuestros enemigos.
Sucumbió Bolivia, i ya no volverá a levantarse contra nosotros.
Ahora podemos, aceptándole la paz, hacerla renacer de sus cenizas, como el Fénix de la fábula, depurada de sus errores, purgada de sus desastrosos desvíos i de sus faltas pasadas, para que entre en la vida de la civilización.
La redención de los pueblos ha de ser bautizada con sangre i consagrada con sacrificios desastrosos, para que sea fecunda.
Chile ha sido el brazo de la Providencia, el brazo de Dios, para, redimir esas razas envilecidas i miserables, después de mostrarles el camino de la virtud, humillándolas con el esplendor de su gloria.
La primera época de esta guerra colosal ha terminado, dejando asegurados para Chile la preponderancia, la gloria, el triunfo.
Debe empezar ya su época segunda, que pondrá el sello a nuestra grande obra, a cuya sombra nacerán a la vida de la virtud dos naciones aniquiladas por sus propias faltas i redimidas por sus heroicos vencedores.
Ellos serán bendecidos por las naciones americanas i por su posteridad.
Fuente: Boletín de la Guerra del Pacifico 1879-1881, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, P. 672.
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