martes, 29 de septiembre de 2020

El combate de Iquique juzgado por los Españoles (De la Ilustración Americana, de Madrid)

 [Logotipo de la revista española del siglo XIX y principios del XX titulada La Ilustración Española y Americana]
 
EL COMBATE DE IQUIQUE.
 
JUZGADO POR LOS ESPAÑOLES.
 
Leemos en la Ilustración Americana de Madrid:
 
Ensalzado—i con justicia—ha sido por amigos i contrarios el heroismo de don Arturo Prat, comandante de la corbeta Esmeralda, quien, en el momento de que su buque sufría por tercera vez la impetuosa acometida del espolón del Huáscar, i viendo que la Esmeralda se sumerjia rápidamente, saltó, revólver en mano, sobre la cubierta del monitor enemigo, gritando ¡al abordaje!. El pundonoroso oficial i unos cuantos valientes que le siguieron hallaron gloriosa muerte sobre la cubierta del Huáscar, mientras que la corbeta chilena se hundía en el abismo con la casi totalidad de su tripulación.
 
En el mismo reñido combate de Iquique, la goleta Covadonga, después de haberse cañoneado con la fragata blindada peruana Independencia, apesar de la desigualdad de fuerza de uno i otro buque, hizo rumbo a toda máquina hacia Punta Grueso, diez millas al sur de Iquique, perseguida por su contrario. Conociendo el comandante Condell el poco calado de su barco, dirijió éste por entre un arrecife de rocas, recibiendo desde corta distancia el certero fuego de la Independencia, al cual no cesó de contestar.
 
Preocupado el comandante del buque peruano, señor Moore, de conseguir la captura de la goleta, no cuidó, según la versión jeneral, de dirijir con precaución su fragata por aquel paso difícil i de poco fondo, lo cual dio lugar a que la Independencia, arrastrada por la fuerza de su máquina de mil doscientos caballos, chocase violentamente contra una roca, quedando destrozada por completo.
 
Otra version, que en honor de los marinos peruanos debemos consignar, admite que la verdadera causa del desastre de la Independencia fué la pérdida de su timón; roto por una bala de la Covadonga.
 
El comandante peruano, no obstante lo crítico de su situación, no consintió en arriar su bandera hasta después de agotados todos los medios de defensa i cediendo ante lo imposible de la resistencia.

Fuente: Boletín de la Guerra del Pacifico 1879-1881, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, P. 343.

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