Pisagua, Diciembre 13 de 1879.
Con la dispersión de los restos del ejército aliado, después del combate del 27 del pasado, debemos considerar completada la posesión del departamento de Tarapacá; y al ejército al mando de V. S., que tantas pruebas ha dado de valor y patriotismo, en disposición de alcanzar nuevos triunfos hasta conseguir paz sólida y ventajosa para nuestro país.
Sin embargo, para que ese ejército pueda emprender una nueva campaña, debe recibir los elementos de que carece para sus marchas, los cuales han de estar en relación con las condiciones del territorio enemigo que se designe como teatro de futuras operaciones.
Para que el Supremo Gobierno acuerde, con todos los antecedentes, cual sea el territorio enemigo que deba ser atacado, debo instruirle verbalmente de las necesidades del ejército y de los medios de proveerlo, convenientemente, de los recursos indispensables de movilidad y subsistencia durante sus marchas y en los campamentos.
Si podemos contar con los trasportes marítimos para el total de las fuerzas del mando de V. S., no sucede lo mismo con los trasportes terrestres, si deben ejecutarse marchas por terrenos sin agua y sin recursos para la vida y por caminos inadecuados para carruajes.
No es, por otra parte, ni justo ni prudente exigir del soldado tantas privaciones como las que ha soportado, ni colocarlo en condiciones de vida tan poco adecuadas para que conserve su salud en los campamentos.
La administración se ha resentido de falta de práctica en esta clase de negocios: las abundantes provisiones y recurso de que ha dispuesto, no han estado de ordinario al alcance de las tropas y, en muchos casos, artículos y útiles precisos para satisfacer sus necesidades, se han extraviado o han quedado rezagados en otros puntos. Es justo reconocer que el complicado mecanismo que requiere la constante distribución de los víveres, agua, forraje, vestuario, municiones, elementos de hospitales, etc., etc., es de difícil dirección, y él supone, para que el servicio sea satisfactorio, la dotación de nuevos empleados diestros y celosos en el desempeño de sus deberes. Supone, además, medios fáciles y expeditos de embarco y desembarco, conducción y un buen sistema de distribución de la carga en los trasportes.
Recibiría con mucho agrado, y ellas serían, estoy seguro, muy oportunas, todas las indicaciones que V. S. tuviere a bien hacerme a este respecto. A la vez sería muy respetable su opinión sobre la próxima campaña, y espero que tendrá a bien dármela para trasmitirla al Gobierno.
Mientras tanto, debemos conservar, mejorar y fortalecer las posiciones que ocupa el ejército desde Jazpampa a Dolores, empleando nuestra numerosa artillería de campaña. V. S. sabe que, distribuidas las fuerzas en esa línea, quedan unas divisiones próximas a las otras para apoyarse y defenderse con ventaja si el enemigo intentase, lo que es improbable, recuperar este departamento con el ejército aliado que tiene en el de Tacna. Nuestra numerosa y escogida fuerza de caballería, escalonada hasta Camarones, en una extensa zona, a vanguardia, daría en todo caso, avisos con mucha anticipación de las tentativas enemigas y, aprovecharía los recursos que ofrecen esos lugares para las caballadas.
La posesión de Dolores, como proveedora de la mejor agua para la tropa; San Antonio, de donde parte el camino para Tiliviche, y Tana y Jazpampa para la defensa de la línea férrea que pudiera ser por ahí objeto de una sorpresa, son los puntos esenciales de esa posición militar, como V. S. lo sabe.
El avance de tropas de infantería y artillería hacia el Norte, aumentaría por ahora las dificultades de provisión; pero V. S. podría, si lo cree necesario, y cuando se haya regularizado ese servicio, llevar el regimiento Esmeralda, pidiendo a Iquique el batallón que se envió allí provisoriamente. En este caso, el batallón Lautaro se reuniría en Iquique con el otro del mismo regimiento; tenemos en aquel puerto mejor campo de instrucción y mayores facilidades para su subsistencia. La brigada de Zapadores en reorganización, podrá V. S. disponer de ella cuando lo juzgue conveniente, llamándola a ocupar su puesto.
Si acontecimientos imprevistos exigieran la concentración de mayores fuerzas en la línea que el ejército de su mando ocupa y defiende, debe, sin pérdida de tiempo, exigirlas del General en Jefe de la reserva, situado en Iquique, en la cantidad que su prudencia determine.
El contralmirante jefe de la escuadra tiene instrucciones verbales de comunicar a V. S. todos los datos que obtengan nuestros buques de guerra sobre los del enemigo. Así V. S. podrá estar al corriente de las condiciones y planes del enemigo. Si V. S. cree que este medio de investigación es insuficiente, puede emplear otros que juzgue oportunos, haciendo los gastos que sean necesarios para conseguirlo.
Los trasportes deben recibir orden de V. S. para sus movimientos según sean las necesidades del ejército, sea que esos trasportes estén en Pisagua o Iquique. Además, V. S. llamará en auxilio de las operaciones del ejército a los buques de guerra, poniéndose para ello de acuerdo con el contralmirante, señor Riveros, como jefe inmediato de la Escuadra.V. S. puede estar en comunicación telegráfica con el Supremo Gobierno, con el jefe de ejército de reserva y con el comandante general de Antofagasta. Para comunicarse por medio del cable submarino, debe V. S. dirigir sus telegramas al comandante general de armas de Iquique para que los trasmita y pague. En el caso poco probable de que el territorio de Antofagasta sea amagado por fuerzas enemigas, el comandante general de armas pedirá, si es preciso, auxilio al ejército de reserva, instruyendo éste a V. S. de los antecedentes, para que V. S. pueda apreciar la importancia del peligro, si lo hubiese.
Creo escusado, puesto que V. S. conoce el territorio que ocupa el ejército de su mando, sus recursos y las dificultades que el enemigo, partiendo de Arica, encontraría en su marcha, entrar en detalles sobre operaciones hipotéticas, que V. S. puede estimar y prever con mayor abundancia de datos.
Las provisiones de reserva, víveres, forrajes, municiones etc., se han depositado en Iquique por no existir en Pisagua bodegas ni edificios seguros para conservarlos, V. S. pedirá al comandante general de armas todos los recursos que necesite para que sean remitido al campamento oportunamente.
El Estado Mayor deberá tener un detalle minucioso de todas las existencias disponibles en Pisagua, en Iquique y en los trasportes. Bastará que pida esos datos u ordene comunicarlos al intendente del ejército y al encargado del parque.
Me resta solo manifestar a V. S., a los jefes, oficiales y tropa de su mando que, habiendo tenido la fortuna de ser testigo de sus fatigas y de sus triunfos, reconozco como mi primer deber el ser siempre un testimonio autorizado de su valor y de su patriotismo ante el Gobierno y ante el país.
En el espacio de veinticinco días ha ocupado todo el departamento de Tarapacá con pérdidas muy sensibles, sin duda, pero no desproporcionadas al numeroso ejército aliado que ha tenido que batir y desalojar. Chile debe, porque tiene motivos para ello, estar orgulloso de las virtudes de su ejército en campaña a cuyos esfuerzos encomendó su honor y su futuro progreso.
Dios guarde a V. S.
R. SOTOMAYOR.
Al señor General en Jefe. Campamento de Santa Catalina.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación
completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás
publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de
Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia
Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso,
1885, P. 606.
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