viernes, 25 de septiembre de 2020

Carta de Piérola a “La Patria” de Lima

 [Retrato de Nicolas de Pierola]
 
Señor Director de LA PATRIA de Lima.
 
Estimado señor y amigo:
 
Vuelto el señor general Prado a Lima, después de un nuevo, injustificable y no explicado desastre, mi negativa a organizar un gabinete bajo la presidencia de dicho señor ha dado origen a la malevolencia de unos pocos y a la irreflexión de muchos, para hacer los más desatinados y caprichosos comentarios.
 
Pasaría, como he pasado hasta hoy, en silencio sobre ellos, si solo llevasen daño a mi persona; pues creo haber demostrado que no sé acordarme de mí cuando se trata de la patria. Pero como todos esos comentarios concurren en la afirmación de que, a mi juicio, la situación es desesperada, siendo esta la causa de negarme a afrontarla, lo que indudablemente daña inmensamente al Perú dentro y fuera, debo una terminante declaración al país; y voy a darla, cueste lo que cueste con toda la resuelta impavidez que la solemnidad del instante me reclama.
 
Si jamás es lícito faltar a la verdad, hay momentos en que debe ser dicha toda entera, y en los que todo silencio es una culpa.
 
Fue llamado por el señor general Prado para organizar, con toda libertad, un gabinete. Me negué inmediata y terminantemente a ello; pero fundando mi negativa en una exposición tan franca como jamás ha podido ser hecha, en la que nada ha quedado reservada, y acompañándola de lo que a mi juicio debería ser por él ejecutado.
 
Voy a condensar en pocos puntos mi manera de ver la situación.
 
1º Los contrastes sufridos son fruto necesario, no solo de los hombres que están al frente de los negocios, sino del régimen en que vinimos y contra el cual he luchado por todos los medios y durante diez años, así en el gobierno como fuera de él.
 
2º Manteniendo ese régimen, es imposible hoy salvar la situación; y por lo mismo, ayudar a sostenerlo, lejos de trabajar por el Perú, es trabajar porque se consume su ruina.
 
3º En cuanta a las personas que representan ese régimen, tanto el señor general Prado, como el señor general La Puerta, han llegado a ser imposibles como jefes de la nación en las  actuales circunstancias; y por lo que toca al segundo Vicepresidente, me bastará decir que su alejamiento del país es claro testimonio de buen juicio y patriotismo.
 
4º Los que se irritan y me acusan porque no consiento a ser jefe de gabinete, al cabo de ocho meses, durante los cuales no he sido hallado útil para nada, presentándome obstáculos inconcebibles hasta para ejercitar el derecho de hacerme matar a la cabeza de un grupo de voluntarios, se irritan y me acusan, no porque no acudo a salvar al país, sino porque no acudo a salvar la dominación que ellos han ejercido y que no han sabido emplear en el triunfo del Perú.
 
5º La legalidad no existe realmente. Está reducida en realidad, no a mantener instituciones que han sido desnaturalizadas y que en este momento son incompatibles con el bien público, sino a mantener en el poder a tales o cuales hombres.
 
6º Me resigné, hace dos meses, a presidir un gabinete, para el que se me negó la libertad legal que al apuro de la situación hace se me otorgue ahora: me resigné a ello solo porque, previendo la inminencia de una invasión y la proximidad de una batalla campal, era, ante todo, indispensable evitar en ella precisamente lo que ha venido, sin razón que lo justifique. Hoy no hay aquel motivo. Se necesita algo más, mucho más; y aquella resignación mía no tendría, ahora explicación y sería culpable.
 
7º Para un pueblo que tiene fe y resolución de salvarse, no hay jamás situación que pueda llamarse desesperada. Creo que la nuestra dista mucho de serlo; pero aun cuando lo fuese, los hombres de corazón solo sucumben luchando.
 
8º Yo no me he negado, pues, a servir al país, y a servirlo lo mismo en el último, que en el primer puesto. Me he negado y me niego, sí, a dos cosas: 1ª a buscar ese puesto por mi mismo, sin ser llamado a él; 2ª a aceptarlo sin los medios de hacer lo que creo indispensable al bien del país.
 
Para mí hay en este momento dos cosas igualmente absurdas y que solo los necios podrían abrigar: 1ª la ambición personal; 2ª el egoísmo que prescinde.
 
La situación está resumida así. Si el país ha de salvarse, una transformación política radical es inevitable. O ella se verifica de arriba a bajo, tomando el general Prado la iniciativa de una apelación al pueblo, única entidad legal que puede decidir, o esa transformación se verificará de abajo a arriba, con funesto estrago, que necesita evitar a todo trance el patriotismo.
 
Para evitar este segundo extremo, no he omitido yo esfuerzo alguno desde que se declaró la guerra, llegando últimamente, por puro deber patriótico, hasta ir a recibir personalmente al señor Prado, esperando, como espero aun, que éste llegase por fin a hacer lo que yo le he pedido con instancia, lo que, o mucho me engaño o él mismo reconoce indispensable, lo que la salvación del país le reclama.Esta es la verdad de las cosas. La estampo en esta carta, sin otro móvil que la salud del Perú y por nuevo y muy costoso que sea el sacrificio que ello me impone.
 
Agradeceré a Ud., señor, se sirva darle lugar en las columnas de su diario antes de la salida de la mala para el extranjero.
 
Saludo a Ud. afectuosamente,
 
N. DE PIÉROLA.
 
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso, 1885, P. 534.

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