martes, 15 de septiembre de 2020

Version peruana sobre el hundimiento de la Covadonga

 [Medallon de bronce de la Covadonga, con motivo de su victoria en Punta Gruesa]

(De la Patria de Lima del 15 de Setiembre de 1880)

El Laconismo abrumador de los partes telegráficos en que las autoridades de Chancai comunicaron la pérdida de la cañonera chilena Covadonga, i mas que eso, el deseo de investigar lo ocurrido en el teatro mismo del suceso, nos indujeron a emprender un viaje a dicho puerto, el cual he realizado en condiciones sumamente desfavorables, debido a la celeridad con que me propuse realizarlo.

Mediante el permiso de nuestro director, que solo lo obtuve en la mañana de ayer, salí para Piedras Gordas a las 9 A. M., en donde esperaba encontrar un caballo que me condujera al lugar de mi destino; pero como no encontrara ninguna clase de cabalgadura, me trasladé a Ancon en carretilla, a fin de obtener lo que deseaba; mas allí como en Piedras Gordas, mis pesquisas fueron inútiles.


No me quedaba, pues, mas recurso que continuar el viaje a pié o regresar a Lima. Opté por lo primero, porque por momentos aumentaba en mí el deseo de llevar a cabo mi proyecto.

La tenacidad con que el enemigo trata de destruir la línea i los informes suministrados por pasajeros, me habia figurado que aquéllos fueran muchos i de consideracion, i no tan pocos e insignificantes como lo son en efecto.

Respecto al puente de Pasamayo que los chilenos tratan de destruir a toda costa, nada ha sufrido que comprometa en lo menor su estabilidad i resistencia.

Desde la cuesta de Ancon hasta el puente ya mencionado, la línea férrea corre sobre un terraplen elevadísimo, por el lado del mar, a orillas del cual descansa su base formando pequeñas caletas resguardadas por frontones de granito; por el lado opuesto está dominada por el cerro.

Fijando nuestra atencion en esas caletas, hemos notado que el mar ha depositado en ella despojos de un buque náufrago, como pedazos de arboladura, de botes, de camarotes i varios cajones i barriles, pertenecientes, segun creemos, al trasporte chileno Loa. Y esta creencia la fundamos en el hecho de que no solo allí, sino tambien en las playas de Chancai i en la caleta de Pescadores que está situada pocas millas al Norte de este puerto, han varado muchos bultos de víveros i una cajita de roble conteniendo...

Desde las primeras horas del dia 13 se ocupaba de cruzar frente al puerto. Así permaneció hasta las 12 M., hora en que su comandante, don Pablo S. Ferrari, ordenó que los artilleros ocuparan sus puestos. En conformidad con esta órden, penetró al puerto hasta ponerse en situacion de ofender la poblacion.

Casi sorpresivamente disparó varias bombas sobre aquella, tres de las cuales cayeron: una en la garita, otra en el panteon y la tercera en un corralon perteneciente a un súbdito italiano señor Mineto.

Posteriormente dirigió sus punterías sobre una lancha que estaba anclada cerca del muelle, la que echó a pique despues de 10 cañonazos.

La tripulacion de la goleta que nos ocupa constataba ese dia de los siguientes individuos:

Comandante Pablo Ferrari
2.° Id. Enrique Gutierrez.
Teniente Miguel Carrasco.
Id. Froilan Gonzalez.
Id. Vicente Merino Zarpa.
Aspirante Juan B. Villa.
Id. Meliton Guajardo.
Contador Francisco 2.° Leighton.
Cirujano Manuel Espinosa.
Maquinistas Cipriano Encina, Francisco Guzman, Ramon Rebolledo i Enrique Ballesteros.
Jefe de la guarnicion Manuel 2.° Blanco.
I 133 oficiales de mar, fogoneros, etc., etc.

Su armamento consistia en lo siguiente:

2 cañones de a 70 rayados, sistema antiguo.
1 Id. Id. Id. moderno.
3 Id. 9 Id, antiguo.
1 ametralladora francesa.
50 rifles sistema Comblain.
35 sables.
11 hachas.
12 puñales corvos.
12 revólvers.
160 bombas para cañon de a 70 moderno.
60 Id. Id. Id. antiguo.
40 balas rasas Id. Id. Id.
534 libras de pólvora en barriles.
18 saquetes Id. para el cañon de a 70 moderno.
98 saquetes Id. Id. antiguo.
21 Id. Id. Id.
30 Id. Id. Id. de a 9 Id.

Eran las 2.30 P. M. segun unos, i las 3 segun otros, cuando se sintió a bordo una terrible detonacion en el momento en que la Covadonga disparaba su último cañonazo sobre la tierra.

A la detonacion sucedió la mas horrorosa confusion en su entrepuente. Gritos de terror i esclamaciones de delirio, alaridos, ayes, todo confundido en un rumor lúgubre se dejó oir por dos o tres minutos. De todos los séres que emitian esas voces, pocos, mui pocos lograron salir a correr desolados por la cubierta, a hacer triste compañía a los que allí buscaban una esplicacion del suceso o madero para salvarse, no una embarcacion, porque la única útil de las cuatro que habia, habian sido ya ocupadas por la oficialidad que, cuchillo o revólvers en mano, la defendian con una enerjía propia de los piratas arjenilos, así como tambien las pocas salva-vidas disponibles.

Las tres embarcaciones restantes no pudieron servir porque dos de ellas estaban completamente deterioradas i la otra habia volado en pedazos junto con la cocina que, desprendiéndose de su base por efecto del desprendimiento de la cubierta, saltó llevando a los que en ese momento la ocupaban.

El comandante Ferrari, ménos afortunado que su oficialidad, solo logró asirse a una batayola. Algunos de los tripulantes salvados aseguran haberlo visto pidiendo ausilio; pero nadie se ocupaba de los demas, ni siquiera para oir el ruego invocado en nombre de las cosas mas sagradas, así que fué uno de los primeros en sucumbir por la accion de la vorájine, no obstante de haber sido uno de los primeros en arrojarse al mar.

La inmersion de la nave solo duró tres minutos. El agua, penetrándole por el costado de estribor, la invadió completamente, sentándola por la amura del mismo lado con la proa enfilada con la Puntilla, un poco mas inclinada de proa que de popa, dejando visibles solo la braza de juanete.

Ya hemos descrito mui a la lijera el hundimiento del buque. Ahora pasemos a ocuparnos de sus tripulantes sobrevivientes.

La oficialidad tenia su plan bien meditado i debia ejecutarlo con estricta puntualidad. En posesion del único falucho que existiera en el lugar, se apartó presurosa de allí, rechazando a los infelices que le imploraban ausilio. Pronto se alejó haciendo proa al Suroeste. En vano llamaban todos i cada uno de los náufragos. Fué cruel i sorda a todo clamor.

La Capitanía del puerto, impuesta de lo que ocurria en la bahía, ordenó que los matriculados salieran a favorecer a los náufragos. Esto se hizo i con oportunidad.

Recojidos los unos por las embarcaciones de dicha oficina, i salidos a tierra otros con el ausilio de sus esfuerzos natatorios o mediante un trozo de madera, fueron todos atendidos esmerada i humanitariamente por el vecindario presidido por las autoridades.

Tampoco queremos narrar las escenas conmovedoras que tuvieron lugar por la presencia de los náufragos, casi desnudos, exánimes del cansancio, pronunciando frases de gratitud hácia el Perú i por los ausilios prestados en tan supremos i desesperados momentos, i maldiciendo la guerra i sus aterradoras consecuencias. Hai algunos que han espresado eso por escrito.

Natural era que entre los salvados hubieran algunos heridos.

Estos fueron socorridos oportunamente con todos los ausilios que requeria su lastimoso estado, tanto en lo que respecta a la ciencia como en lo espiritual.

Para concluir, damos a continuacion la nómina de los salvados, advirtiendo que entre ellos pocos pasan de 25 años; casi todos tienen 20 o 22 años; los hai tambien de 12 i de 15 años. Entre estos últimos, así como entre los primeros, hai muchos que han morado entre nosotros antes de la guerra.

BELLO,
Corresponsal.

Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo III, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso, 1886, P. 441.

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