martes, 8 de septiembre de 2020

Recepcion de los prisioneros peruanos en San Bernardo

[Fotografia de la Plaza de San Bernardo en el siglo XIX]

Los primeros prisioneros que llegaron a San Bernardo fueron los del Huáscar, capturado el 8 de octubre de 1879. Contando con la ciudad donde llevarlos, las autoridades locales dispuestas y la persona idónea para hacerse cargo solo faltaba decidir en qué lugar debían permanecer. El coronel Bustamante arrendó una de las mejores casas del pueblo para los oficiales,

El coronel don José A. Bustamante, a nombre del gobierno contrató ayer con don Pedro Ignacio Izquierdo el arrendamiento de una casa en San Bernardo para hospedar a los prisioneros del Huáscar.

El arriendo se ajustó a razón de cien pesos mensuales. La casa está situada a media cuadra al Norte de la plaza y es una de las más cómodas de San Bernardo. Está amueblada y tiene 14 habitaciones con sus respectivos catres.


La casa está perfectamente aseada y ventilada. Tiene hermosos y prolongados parrones a cuya sombra los prisioneros podrán gozar de la tranquilidad y plácida alegría de que los prisioneros chilenos carecen en Tarma. Junto a la casa, tiene el señor Izquierdo, una hermosísima quinta donde los prisioneros encontrarán el baño más grande y cómodo, baste saber que para arreglar ese estanque se gastaron 500 pesos, y para que los peruanos no crean que exageramos como ellos acostumbran, básteles saber que el último que habitó esta casa, en la temporada de verano, fue la familia de uno de nuestros más notables y respetados estadistas —don Antonio Varas.

Ya ven nuestros enemigos que clase de tratamiento damos a los prisioneros. Ellos los internan a 30 leguas exponiéndolos a la enfermedad de la puna en la travesía de Los Andes. Nosotros los llevamos a cinco leguas de la capital, al pueblo donde todos se disputan para veranear, al Chorrillos, al Versalles chileno.

Para que hubiera habido compensación ellos debieron llevar a nuestros oficiales a Chorrillos.

A este respecto bueno sería hacer una advertencia: Cuando llegaron a Santiago los prisioneros españoles, los diarios publicaron, con antelación, suplementos que tenían por objeto el que se desprende de este título «Compasión para el vencido».

Está bien, muy bien, que se les tratase con toda clase de consideraciones; pero después sucedió que las consideraciones llegaron hasta el punto, hasta el colmo,de mandarles bolas de helados y gran cantidad de las frutas más exquisitas.

Bueno es el cilantro; pero… no tanto.

Tratemos ahora a los prisioneros del Huáscar con todas las atenciones que la desgracia merece démosles buen alojamiento, démosles buena comida, etc.; pero ¡por Dios! No llevemos el entusiasmo quijotesco hasta darles banquetes y tratarlos a cuerpo de rey.

El Mercurio menciona una anécdota que sucedió en Valparaíso, en el momento en que los prisioneros iban a tomar el tren, que los conduciría a San Bernardo: De entre medio de la multitud, congregada para ver el traslado de los prisioneros, salió un grito de «¡Viva Chile! ». Uno de los navales, de la escolta, le dijo: «Calla hombre, anda a vivar a la patria a Antofagasta, junto con nosotros, y no aquí ante gente indefensa». Al llegar ala estación de San Bernardo fueron respetuosamente recibidos y conducidos a sus lugares de alojamiento.

En la estación había una concurrencia como de 400 personas. Viendo la excitación del pueblo se dispuso que una compañía del batallón Valdivia se estacionase allí.

El señor don Marcos Concha peroró al pueblo recomendándoles moderación y generosidad. No lo necesitaba ese valiente y magnánimo pueblo.

Cuando llegaron los prisioneros ni un solo grito se dejó oír. Los oficiales desembarcaron sin guardia alguna, acompañados únicamente por el señor Baeza.

El señor Baeza se manifestaba obsequioso, atento y cortés.

Al llegar al alojamiento que se les tenía preparado, el señor Baeza obsequió a los prisioneros con un té y en la mesa reinó la cordialidad que es posible exigir en semejante alteración.

Era natural que alguno de los prisioneros se encontrara taciturno y triste, nosotros comprendimos y compadecimos. El señor Baeza dejó a los prisioneros en completa libertad de pasear por la ciudad. No les impuso más condición que su palabra de honor.

Las familias del pueblo se apresuraron a ofrecer hospitalidad en sus casas a algunos prisioneros que no se les alcanzó a preparar sus camas...

Del artículo de prensa anterior rescatemos «dejó a los prisioneros en completa libertad de pasear porla ciudad» y «hospitalidad en sus casas» frases que, agregadas a lo escrito por el ministro Domingo Santa María al embajador chileno en Brasil, comprueban claramente que el tratamiento dado a los prisioneros de guerra fue más que un acto humano o solidario, fue una política de Estado exitosamente aplicada por San Bernardo: Prisioneros de guerra en régimen de libertad, bajo palabra de no fugar, viviendo en casas particulares y compartiendo los espacios comunes con los vecinos.

En materia de prisioneros, habrá de saber Ud. que me he esforzado en tratarlos con exquisita atención, para que se sepa en todas partes que podemos ser tan generosos en el hogar como somos altivos en la pelea.

Los oficiales están en San Bernardo viviendo en la quinta de don Pedro Ignacio Izquierdo, y la marinería; 130 hombres, sin incluir 38 extranjeros, en el edificio de San Miguel, Cañada abajo. Desciendo a estos detalles porque importa que Ud. los conozca. El caballeroso coronel Bustamante es el encargado de atender y cuidar a los prisioneros. Los oficiales salen y visitan San Bernardo.

Los prisioneros más que compartir con los vecinos, convivieron con ellos. A modo de ejemplo, mencionemos que el doctor José Canales, segundo cirujano del Huáscar, ofreció sus servicios gratuitos a los vecinos de San Bernardo. A fines de noviembre se agregan como prisioneros de Guerra los marinos capturados en la cañonera Pilcomayo, entre los que llegaron dos primos de Carlos Condell; teniente 1º Manuel C. de la Haza y el guardiamarina Benjamín de la Haza.

Una vez que los prisioneros del Huáscar y la Pilcomayo fueron canjeados por los chilenos prisioneros en Tarma, a San Bernardo continuaron llegando prisioneros que, al igual que los del Huáscar, convivieron con los vecinos.

Entre estos prisioneros, muchos de ellos muy destacados, mencionemos, solo por dar unos nombres, al coronel Leoncio Prado Gutiérrez, hijo del general Mariano Ignacio Prado (en su honor el emblemático Colegio Militar Leoncio Prado lleva su nombre, así como muchas otras organizaciones); coronel Roque Sáenz Peña, importante político argentino capturado en Arica al mando del batallón Iquique, que en 1910 fue elegido presidente de la Argentina; Julio Lucas Jaimes, conocido con el seudónimo de Brocha Gorda, fue un conocido escritor y diplomático boliviano casado con la poetisa peruana Carolina Freyre. Su hijo, el poeta Ricardo Jaimes Freyre, considerado un referente del modernismo, fue un importante diplomático boliviano.

Fuente: Gonzáles del Fierro S., Fernando, Donde triunfó el sentido humanitario :depósitos de prisioneros en la Guerra del Pacífico : el caso de San Bernardo, Sociedad del Canal de Maipo, 2013, P. 58.

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