Núm. 46. LEGACIÓN DE BOLIVIA EN El PERÚ.
Lima, Diciembre 1º de 1879.
Señor Ministro:
Faltaría yo al deber que me imponen el objeto principal de mi misión y la solemne situación que atraviesan ambas repúblicas, el de velar por la consolidación de la alianza, si no llamara la atención de V. E. sobre un hecho demasiado grave, cuya repetición parece darle el carácter de propaganda sistematizada, y cuyo desarrollo puede debilitar los vínculos de sincera confraternidad con que están ligados ambos pueblos.
Me refiero, señor Ministro, a las aseveraciones de LA PATRIA y EL COMERCIO de esta capital, relativas al comportamiento del ejército de Bolivia en el último encuentro con el enemigo y a la imputación que se hace al país de haberse defeccionado de las filas de la alianza.
Así, por ejemplo, LA PATRIA, dando inconscientemente cabida a noticias que están en pugna con reiterados hechos, antiguos y recientes, que atestiguan lo contrario, dice en su edición de 27 del pasado lo siguiente:
“La caballería boliviana huyó apenas iniciado el combate”.
No es mi ánimo desvanecer esta imputación, depresiva para el crédito del ejército de Bolivia, y tanto más falsa cuanto que éste no ha tenido caballería en las divisiones que han combatido en San Francisco, pues no puede llamarse tal el bizarro regimiento Bolívar, porque, aun cuando tiene caballos, su papel es de guerrillero, y como tal, pelea siempre a pié. Sobre todo, la luz que se hará luego, si es que no se cree suficiente la que ya alumbra esa funesta jornada, pondrá más en relieve la falsedad de tal imputación y hará pesar la responsabilidad sobre quienes se hayan hecho acreedores a ella.
EL COMERCIO, a su vez, no contento con reproducir estas y otras aseveraciones de LA PATRIA, en las que parece predominar el propósito de deprimir a nuestro ejército y especialmente al de Bolivia, se avanza (EL COMERCIO) a estampar editorialmente, en su segunda edición de anteayer, que me permito adjuntar, lo siguiente:
“Hoy vuelve el país a la altura de su dignidad constitucional, entregando la dirección de sus destinos al que viene a asumir el poder en nombre de la Constitución ultrajada, para reparar con diligencia los desastres que nos han hecho sufrir en el Sur la ineptitud de un general y la defección de aquellos por quienes exponemos hoy nuestro porvenir y nuestra fortuna”.
No entra en mis cálculos, ni viene al caso, investigar el origen, las causas y los propósitos del tratado de alianza defensiva, celebrado entre ambas naciones; pero sí, creo indispensable llamar la atención de V. E. sobre la gravedad de la imputación contenida en dicho párrafo, que lastima hondamente el decoro de la nación que represento; y sobre la necesidad de evitar que la exacerbación del patriotismo, herido por los últimos desastres, estalle en recriminaciones cuya injusticia no puede menos que debilitar los vínculos de sincera confraternidad con que han estado y aun siguen unidos ambos pueblos.
Bien comprendo, señor Ministro, que la libertad de la prensa está ampliamente garantizada por ministerio de la ley; pero también comprendo que ella debe detenerse ante los sagrados fueros del decoro ante los grandes intereses que se rifan en la contienda con Chile, y que se hallan seriamente comprometidos con nuestros últimos desastres. Comprendo también que las conveniencias bien entendidas de la situación aconsejan poner en juego todos los medios que estén al alcance de los poderes públicos de ambas naciones para alejar del camino de la alianza todo motivo que pudiera debilitar el espíritu de cohesión y sentimiento de confraternidad que le sirven de base. Comprendo, en fin, señor Ministro, que ante las extraordinarias exigencias de la guerra y de la solemne situación que atravesamos, son consideraciones muy secundarias las del respeto a las formas para con los que abusan en el ejercicio de un derecho, comprometiendo seriamente intereses de un orden mucho más elevado.
En apoyo de esta persuasión, séame permitido llamar la atención de V. E. sobre el hecho de que tanto mi Gobierno, como el pueblo todo de Bolivia y el ejército salido de su seno, no tiene sino un solo pensamiento, el de la guerra a Chile, y una sola aspiración, la de la victoria, por medio de la unión leal y sincera con el Perú, por más que espíritus suspicaces pretendan infiltrar la duda, arrastrados inconcientemente, quizás por maquinaciones chilenas, y a despecho del testimonio elocuente ofrecido en Pisagua, en Agua Santa y en San Francisco. Ese Gobierno, ese pueblo y ese ejército, dispuestos siempre a los más grandes sacrificios con tal de que ellos los conduzcan a la victoria, no han sufrido jamás las mortificaciones de la duda acerca de la lealtad y del valor del ejército del Perú, porque saben, por propia experiencia, que tales flaquezas no caben en pechos que defienden los fueros, el honor, la integridad nacional y los más grandes intereses de la patria. Allí no hay recriminaciones, y menos contra el noble aliado, porque se comprende que ellas constituyen el cáncer de la unión, que es indispensable sostener para la realización de nuestros comunes propósitos.
Un Gobierno, un pueblo y un ejército, pues, que abrigan tales sentimientos y tales aspiraciones; que estiman en tan alto grado la alianza con el Perú y que la han sellado ya con sangre generosa, derramada a torrentes en las jornadas de Pisagua, Agua Santa y San Francisco, debieran estar a cubierto de los reproches e insultos de cobardía y de traición que les dirige la prensa, al abrigo de la absoluta libertad que la ley le garantiza.
No me hago violencia en comprender, y más bien me complazco en declarar, que tales ideas no solo son extrañas al Excmo. Gobierno de V. E., sino que él las deplora tanto como yo y con toda la sinceridad del elevado espíritu de que se halla animado en sus relaciones con Bolivia; pero tampoco es menos cierto que la propaganda de ellas, sea cual, fuere la fuente de que emanen, crea entre ambos pueblos gérmenes de desagrado y descontento, cuyo desarrollo puede ser pernicioso en el porvenir, y que es prudente, por lo mismo, extirpar ahora que se hallan todavía en condición embrionaria.
Animado, pues, de tan laudables propósitos, y fiel a mi sagrada misión de procurar, por todos los medios posibles, la consolidación de la alianza y de las fraternales relaciones que han unido ambos pueblos hasta el presente, y que los unirán, estoy seguro, en el porvenir, me permito someter a la ilustrada consideración del Excmo. Gobierno de V. E. la conveniencia de adoptar las medidas que a su juicio sean más eficaces, para extirpar en su origen los gérmenes de disidencia que tan inconscientemente se pretende sembrar en las sinceras y cordiales relaciones de ambos pueblos.
Reitero, con este motivo, al Excmo. señor Velarde las protestas de mi distinguida consideración.
Z. FLORES.
Al Excmo. señor doctor don Rafael Velarde, Ministro de Relaciones Exteriores del Perú.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación
completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás
publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de
Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia
Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso,
1885, P. 594.
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