[Foto del teniente de artillería Solo Zaldívar, con dos de sus soldados está dando sepultura a un grupo de tres soldados bolivianos, muertos en la batalla de Tacna]
Una vez mas el éxito ha coronado los esfuerzos de nuestros soldados.
La hermosa estrella de Chile, jamas eclipsada, siempre brillante i luminosa, ha señalado una vez mas el camino de la victoria a nuestro invencible ejército.
Tacna tomada; el camino de Arica espedito al paso de nuestras lejiones; el jeneral en jefe del ejército enemigo herido i prisionero: hé ahí la fausta i esperada nueva que en las primeras horas de la mañana de ayer vino a sorprender nuestra espectativa i a calmar nuestra ansiedad.
Si ha habido pesimistas, si ha habido quienes dudasen del éxito, los boletines de ayer deben haberles enseñado que nuestros heroicos rotos no han aprendido todavía a ceder el campo, por grande que haya sido el sacrificio, por enormes que fueran las faltas de los encargados de llevarlos a la victoria.
Lacónicas i casi oscuras como fueron en el primer momento las noticias recibidas ayer, ellas eran suficientemente faustas para despertar el entusiasmo de un pueblo que hacia muchas horas i muchas remanas se acostaba «con el credo en la boca» i con el oido puesto en los rumores que el egoismo de la Moneda permitía recojer.
La sangre jenerosa de nuestros soldados ha corrido a torrentes en las llanuras i altiplanicie de Tacna; la victoria— como lo deja sospechar el laconismo de los telegramas —ha costado muchas vidas inmoladas en aras de la patria; pero esos soldados, que han luchado como leales i como buenos en el campo de batalla, han muerto con la satisfacción de haber dado nuevo lustre a la bandera chilena i añadido una pajina mas de gloria a la epopeya de nuestros triunfos.
El orgullo nacional debe sentirse plenamente satisfecho, i así lo ha manifestado la ciudad de Santiago olvidando el sueño i las fatigas para vestir de gala i bendecir con toda la efusión del alma a los heroicos soldados que han sido en el Norte el baluarte de nuestra honra i la salvaguardia de nuestro derecho.
Los Tiempos celebra esta espléndida victoria engalanándose con el retrato del ilustre servidor de Chile que en tanta. parte contribuyó a ella.
La gratitud nacional, que jamas olvida i que no puede ser titulada de indiferente no olvidará unir el nombre de don Rafael Sotomayor a los de los valientes que han sucumbido en la brecha luchando por mantener incólume nuestro invencible pabellón.
En medio de las emociones que ajitan nuestra alma, séanos permitido espresar nuestros sentimientos con las mismas palabras con que saludamos la victoria de Angamos: ¡Viva Chile!
AUGUSTO RAMIREZ SOSA.
Fuente: Boletín de la Guerra del Pacifico 1879-1881, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, P. 663.
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