jueves, 15 de julio de 2021

El señor don Rafael Sotomayor (Del Diario Oficial del dia 22 de mayo de 1880)

 
[Fotografia de Rafael Sotomayor]
 
El Gobierno ha recibido el siguiente fúnebre telegrama, que por desgracia confirma el contenido de otro anteriormente trasmitido: 
 
Iquique, mayo 21, 11 hs. 30 ms. P. M.—La Magallanes acaba de fondear. 
 
El Comandante de Armas de Ite me encarga transmita a S. E. el siguiente parte del Jeneral en Jefe del Ejército, que recibió ayer a las 6 hs. 30 ms. P. M. 
 
«En este momento, a las 5 hs. 10 ms. P. M. hemos tenido la desgracia de perder al señor Sotomayor, Ministro de Guerra. 
 
Murió de un ataque apoplético que le quitó la vida en cinco minutos.» 
 
Dios guarde a V. E. 
 
Lynch. 
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No hai, por cierto, necesidad de esponer aquí cuáles han sido las causas inmediatas de esta muerte tan inesperada, tan súbita i tan profundamente dolorosa para la república. 
 
El señor Sotomayor ha sucumbido seguramente al peso de la abrumadora tarea que su patriotismo le hizo aceptar sin reserva, desde el comienzo de la presente lucha. Es una noble víctima de altes preocupaciones i de la tremenda responsabilidad contraída ante el pais i ante su conciencia; responsabilidad que hasta la fecha de su muerte supo salvar dignamente a fuerza de abnegación, de patriotismo, de entereza de ánimo i de profunda fé en la causa de Chile i en el valor de los que se han armado para llevarla a la gloriosa con solidación de la victoria. 
 
Encargado de representar el pensamiento organizador directivo de la campaña en el teatro mismo de las operaciones, de presidir su ejecución, i aun de suplirlo i ampliarlo en no pocos casos, el señor Sotomayor necesitó de concentrar al efecto, para ponerlos en enérjica i constante acción, todos los recursos de su espíritu, todo el poder i eficacia, de su voluntad i todas las luces de su intelijencia, teniendo que luchar a cada paso con la ineludible dificultad de improvisar para él mismo —hombre de hábitos i educación eminentemente civil,— i de improvisar a su alrededor las múltiples cuanto raras aptitudes que requiere la dirección estratégica i administrativa de una gran guerra. 
 
En tan ruda como complicada tarea, todo hubo de serle u hostil o inmensamente, dificultoso; todo, salvo el apoyo unánime del pais cuya bandera llevaba en sus manos, i el valor i dicision enérjica de los marinos i soldados que no obstante supo encaminar hacia el fuego de la batalla i el laurel de la victoria en mas de una jornada memorable. 
 
Próximo ya el feliz desenlace de uno de los episodios mas importantes de la campaña i recorridos diez meses de incansable brega, i el silencioso batallador se ha doblegado al fin al peso de la tremenda carga i la estraordinaria tensión de su espíritu ha terminado por romper los vasos de un cerebro que vivió ajitado por el pensamiento de grandes deberes, trascendentales resultados i una tremenda responsabilidad de todos los instantes. Semejante al conductor del pueblo hebreo, el señor Sotomayor ha sucumbido en el momento en que entreveía la montaña de Nebo, i a sus pies el campo de próxima batalla i de segura victoria para las armas del Ejército encemendado a su dirección.
 
Tampoco necesitará el pais, en estos tristes momentos, que se le recuerde, al par de la magnitud de los servicios prestados por el señor Sotomayor, la estraordinaria abnegación con que supo realzar su desempeño. Baste recordar, en honor de ella, un solo rasgo, i es el del dia en que absorbido por sus deberes públicos, cayó sobre él inmensa desgracia doméstica, i tuvo el valor de llorarla en el trabajo, en la tarea oficial i sobreponiendo a los latidos del corazón desgarrado del padre, los latidos del corazón del patriota. 
 
Quede, por lo demás, para ocasión menos dolorosa i angustiada que la presente, la grata tarea de rememorar a la luz de la imparcialidad, que es deuda sagrada para con los grandes muertos, los largos servicios prestados por el señor Sotomayor a su patria, ora en la administración política, ora en la de la Hacienda, ora en las instituciones de la iniciativa individual; ya como ciudadano de convicciones firmes i honradas, ya como majistrado progresista, atento a la opinión de su pais i lleno do nobles deseos por él adelantamiento de los intereses patrios. 
 
Hoi por hoi, el deber i la triste satisfacción de los miembros del Gobierno tiene que reducirse a anunciar al pais que ha perdido uno de sus mas abnegados servidores; que ese servidor ha muerto al pié de la bandera de Chile, próxima a ondear, merced en gran parte a sus esfuerzos, ajitada por el viento de la victoria; agregando que está seguro de que las salvas funerales con que el Ejército saludara el féretro del Ministro de la Guerra, no serán otras que los cañonazos que han de romper las filas de la alianza, hasta desbaratar la tela de ceguedad i odio que aun nos oculta los bellos horizontes de la paz. 
 
Mientras tanto, honor respeto i memoria imperecedera para el muerto ilustre, que con razón debemos desde hoi considerar como el primero entre los de la lista que ha de ser precio doloroso de la victoria de Tacna.

Fuente: Boletín de la Guerra del Pacifico 1879-1881, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, P. 645.

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