LA GLORIA DE LOS TRIPULANTES DE LA «ESMERALDA» CONSAGRADA OFICIALMENTE POR EL ESTADO MAYOR PERUANO, DOCUMENTO DADO A LUZ A PROPÓSITO DE LA DILACIÓN INDEFINIDA DEL MONUMENTO CONMEMORATIVO DEL COMBATE DE IQUIQUE.
Cuando el bravo cuanto infortunado contra-almirante Grau, digno siempre de las opiniones que sobre su carácter i carrera hemos sostenido i sostenemos, recaló el 2 de Junio de 1879 a la bahia de Pisagua, regresando de Ilo después de la segunda persecución del Blanco, i escribió a la viuda del inmortal capitán Prat su noble epístola de aquel dia, dejó suficientemente comprobada, con su opinión i su voto de marino i de adversario, la conducta del comandante chileno «víctima (estas fueron sus propias palabras) DE SU TEMERARIO ARROJO EN DEFENSA I GLORIA DE LA BANDERA DE SU PATRIA.»
Pero esa elevada i varonil revelación, digna de un hijo del mar, era en tal caso la espresion únicamente de un sentimiento individual, el arranque de la admiración innata en todo ser por toda sublime hazaña, trasmitido privadamente por un hombre de corazón a un desconsolado hogar.
I aunque ese testimonio era sobrado para acallar las miserables mentiras forjadas por la envidia i el encono, la historia necesitaba una consagración mas amplia del hecho memorable i del sacrificio imponderable, i esa fortuna ha cabido a la dilijencia del que esto escribe.
Entre los papeles del estado mayor peruano capturados en la estación de la Peña Grande por el coronel Sotomayor, en su marcha de Santa Catalina a Iquique, a fines de Noviembre último i que hoi se custodian encima de una ventana (por falta de estante) en la biblioteca Egaña, bajo los ojos de cuidadoso guardián, existe en efecto un documento auténtico i palpitante, escrito una hora después del combate, en cuyo momento su honrado autor no fué probablemente dueño de reprimir la calificación del hecho que habia presenciado i tal cual reflejábase en su conciencia de hombre i su corazón de soldado.
Tal es el parte oficial del combate del 21 de Mayo en la rada de Iquique pasado en la tarde de ese dia al general Buendia por su jefe de estado mayor en esa época, el coronel don Antonio Benavides, respecto de las operaciones ele tierra que ese jefe, en razón de supuesto, fué llamado a presidir.
Hállase calificado en ese documento el hecho militar plenamente como «heroico;» i esto, para los que están al cabo del significado de un boletín oficial relativo a una operación ejecutada por el enemigo, sabrán valorizarlo en lo que vale para la gloria de nuestra marina. Si el capitán Prat hubiera sobrevivido, bien habría podido el jeneral en jefe peruano, sin mengua para su fama merecida de soldado caballeresco, reproducir el acto famoso de Salaverry, cuando en el puente de Uchumayo, siendo testigo presencial de las proezas de soldado i de jinete del coronel Ballivian, su mas temible adversario en el ejército invasor de Santa Cruz, envió un parlamentario a rogar al héroe boliviano aceptase el despacho de jeneral del ejército del Perú, otorgado por su presidente i jeneral en jefe en guerra a muerte.
Pero aparte de la calificación militar i de la consagración moral del heroísmo de los tripulantes de la Esmeralda en la rada de Iquique, aparecen en el tenor jeneral del documento que vamos a reproducir una circunstancia dominante que enaltece el mérito de nuestros marinos i habla mui alto sobre la hazaña especial ejecutada por el comandante Condell, salvando aquel dia de imperecedera memoria su buque i a su patria.
Esa circunstancia es el concepto claro, completo, fijo, universal que reinó en el campo peruano, sobre que nuestros dos buques se rendirían infaliblemente en vista de la incalculable superioridad de sus adversarios; i esto fué de tal suerte que todas las operaciones que el estado mayor peruano ejecutó respecto del ejército de tierra desde la primera hora, consistieron únicamente en preparar la recepción de los inevitables prófugos i náufragos, tendiendo en la playa del Colorado i en la caleta del Molle dos batallones, como un simple cordón de salvadores i captores, encargados de recibir a los que huyendo de sus buques tratasen de salvarse en la costa.
Es cierto que ese concepto militar i esas oportunas medidas estaban plenamente justificadas por el carácter histórico i jeneral de los hechos de esa especie, i francamente no fué culpa de los peruanos que no sucediese lo que con tanta razón esperaban: todo lo cual redunda en honor de nuestros juveniles comandantes, uno de los cuales glorificó a su patria muriendo i el otro matando. Porque no debe olvidarse que la acción de la Esmeralda i de la Covadonga se completan entre sí, como dentro de un palenque de hierro.
Si la Esmeralda no se hubiese resistido cuatro horas, la Covadonga no habría podido escapar del Huáscar, asi como la resistencia de la heroica goleta fué parte a salvar a la desapercibida Antofagasta, con sus trasportes al ancla, sus fuertes inconclusos, sus máquinas colocadas a la lengua del agua, i su ejército amontonado, echando a pique a la Independencia, destinada a esas precisas, inmediatas i seguras operaciones.
B. VICUÑA MACKENNA.
Santiago, Abril 10 de 1880.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación
completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás
publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de
Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia
Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion
del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 316.
Muy heroica la gesta combativa de los tripulantes de la Esmeralda no sólo en la creación del héroe tras la derrota sino que además (como se desprende del texto) del tiempo que le dio a la Covadonga para posicionarse en su propia batalla. Interesante el artículo de Mackenna que subraya que los marinos chilenos no se rindieron ante la superioridad de los peruanos que habían planificado en la costa la captura de estos.
ResponderBorrarFlavio lo felicito por el BLOG.