[Oleo de Pedro Subercaseaux del abordaje de Arturo Prat al Huáscar.]
El DIARIO OFICIAL peruano rejistra en sus números de fecha mas reciente dos artículos de cuyo lenguaje i sentimientos es necesario tomar nota.
A propósito de las operaciones de nuestra escuadra, que entiende poder juzgar, dice entre otras cosas lo siguiente:
«En efecto, veamos en qué consiste la derrota material. Ayer se ha presentado en el Callao la escuadra chilena, compuesta.de dos poderosos blindados i cuatro corbetas: abandonó a Iquique, Mejillones, Antofagasta i las costas de Chile, a fin de realizar un plan que venia meditando profundamente el desgraciado Gobierno de la Moneda. Ese plan consistía en bloquear el Callao mismo; evitar la salida de los trasportes peruanos, que tan útiles servicios nos están prestando; impedir que su Excelencia el jeneral Prado, que debía impulsar la campaña en el Sur i conducir con seguridad a la victoria, abandonase la capital; obligar (como dicen los bárbaros escritores araucanos) a la escuadra del Perú a una lucha decisiva.
»Hé aquí un plan meditado, combinado, correjido i preparado tranquilamente i sin omitir esfuerzo ni sacrificio Toda esa pobre jente de Santiago ha creído que es lo mismo trazar líneas sobre el papel, que hacer la campaña; i que se puede abandonar la chácara i la mina para convertirse en gran estratégico i guerrero; de aquí todas esas combinaciones que salen disparatadas, porque no quieren convencerse de que ni los estadistas, ni los generales, ni los marinos del Perú son del mismo obtuso entendimiento que los hijos de Caupolican.
»Así, la escuadra chilena ha incurrido en el mas soberano ridículo. No tuvo valor para acercarse a Arica, después de haber incendiado puertos indefensos como Pisagua, Mejillones i Mollendo, i de haber lanzado bombas sobre un tren que conducía mujeres i niños; i no fué a Arica por miedo a cuatro cañones montados a última hora, ellos que disponen de mas de veinte cañones, la mayor parte de a 250 horas. Pues bien: esa misma escuadra que en su demencia pretendió bloquear al Callao, no ha querido ayer aceptar el combate a que la provocaron la Pilcomayo i los monitores Atahualpa i Manco-Capac. ¡Huir velozmente ante estos tres buques, después de haber hecho un penoso viaje desde Iquique, i cuando cada monitor no tiene sino dos cañones i la Pilcomayo es relativamente un buque débil!
»Confiemos, pues, en la Divina Providencia. Dios proteje a la República fueron nuestras primeras palabras cuando se inició la campaña, i esa protección solamente puede pasar hoi desapercibida a los ciegos. Después de Dios, la audacia constante de nuestros marinos, que se lanzan a peligrosas empresas, sin parar mientes en los poderosos blindados del enemigo, i las mismas impericias i brutal ignorancia de los chilenos i su actitud cobarde que los hace huir a donde encuentran un cañón peruano, son nuestros mejores defensores. Resolución i confianza! ¡La victoria nos pertenece por completo; pero victoria espléndida i brillante! »¡Adelante! ¡Dios proteje a la República!»
Mortificado el mismo órgano oficial del Perú con el homenaje que propios i estraños rinden al heroísmo de nuestros bravos marinos muertos en Iquique, desciende todavía mas abajo de donde se habia colocado para hilvanar los disparatados anteriores insultos, i osa decir lo que en seguida aparece i que estamos ciertos habrá de avergonzar i entristecer profundamente a cuantos sienten i comprenden la solidaridad moral de nuestra especie.
«O se ha perdido en el mundo todo criterio, todo orden i toda lójica en las leyes de la naturaleza, toda esa influencia divina que mantiene las cosas en su sitio, o bien tenia que ser falsa la noticia fenomenal de que él comandante Prat i los suyos, incendiarios de profesión desde el 5 de Abril último, i refractarios a todo respeto a las leyes de Dios i a las leyes de los hombres, tuviesen rasgos de sublime heroísmo, que solo se manifestaron constantemente en los corazones nobles i en las almas donde han jerminado las principales virtudes. I falso ha resultado el grito dado por Prat con parte de su tripulación sobre el Huáscar; falso que el infortunado Prat pensase siquiera en una empresa de abordaje; falso que hubiera tratado de apoderarse de un buque inabordable por sus condiciones. Seamos, pues, justos: coloquemos las cosas en sus puestos, i no demos a la historia un falso testimonio, ni demos a maestros enemigos, que también lo son de la relijion i de la humanidad, virtudes que no poseen, que lójicamente no pueden poseer, después de los crímenes que han cometido en lugares indefensos.»
El lenguaje oficial del Perú ha estado mui distante de ser lo que debe, lo que corresponde a un pueblo que se respeta, desde que comenzaron las hostilidades de la presente guerra. Los que hablan a nombre de esa nación, olvidaron casi inmediatamente, si es que lo sabían antes, que cuando se echa mano a la espada i se libra a la suerte de las batallas la decisión de una causa están de mas las palabras agresivas i son vergüenza i humillación para quien dirije los insultos i baladronadas. Olvidaron asi mismo que a los gobiernos les está vedado exacerbar inútilmente con la intemperancia de su lenguaje i la actitud de sus sentimientos las pasiones siempre terribles que engendran i que alimentan la guerra, i que lejos de cooperar a semejante obra, están en el deber de moderar en cuanto les sea dable la esplosion i el acrecentamiento de los odios. Puesto que la guerra no es un fin sino puramente un medio; puesto que no se apela a ella por el bárbaro placer de ejercer venganzas i satisfacer odios o enconadas antipatías, sino con el esclusivo objeto de llegar a la paz de la justicia i del derecho que cada belijeraute cree tener en su favor, desarmando o anulando para ello los elementos que resisten esa paz, todo gobierno civilizado capaz de comprender su misión i de medir su responsabilidad está en el deber de ajustar a tales principios su conducta i su lenguaje, sin que le sea permitido olvidarlos en ningún caso, ni aun en los momentos de mayor exaltación.
De aquí la obligación i la conveniencia para el Gobierno que dirije una guerra nacional, de usar en todos sus documentos públicos un lenguaje digno, elevado, exento de odios i de pasiones rastreras que rectifique, que esclarezca, que eleve e infunda confianza cuando sea necesario, respetando siempre el propio decoro, el de la nación en cuyo nombre habla i el de los pueblos i gobiernos a quienes su palabra va dirijida.
Pero ya lo hemos dicho i las inserciones que quedan hechas lo comprueban: todas aquellas triviales reglas de circunspección i de dignidad, de conveniencia i de buen tono oficial, fueron olvidadas desde un principio por los que en el Perú están encargados de llevar la voz en nombre de esa desgraciada nación.
Las proclamas de sus primeros majistrados conservan intacto el sello de los odios civiles que han hecho tan repugnante i bombástica la literatura militar peruana, i en cuanto al tono i lenguaje de su órgano oficial, aunque ello parezca increíble, es lo cierto que éste ha descendido no pocas veces, como a competencia i al calor de las turbas, todavía mas abajo que la fangosa Eumenide, inspiradora de los demás diarios que allí se publican.
Pruébanlo asi las cobardes palabras dinjidas a insultar el heroísmo de los que duermen, sangrientos i gloriosos, en sus tumbas de Iquique. Duélele al diario oficial del Perú—-dolor que contrista i avergüenza a la conciencia humana— el que esos héroes recojan de cuantos oyen su nombre i sus hazañas homenajes de profunda admiración i de respeto, i figurándose que la posteridad i que la historia tienen audiencia para semejantes testigos, se adelanta a rendir testimonio de odio i de villana calumnia contra aquellos grandes corazones.
En la historia de las guerras civilizadas, aun en la de aquellas en que la pasión i el odio fueron mas adentro en las entrañas de los combatientes, no hai ejemplo, i ello es una fortuna, de un hecho igual o parecido.
Por el contrario, siempre fué el valor heroico, digno del respeto i de los homenajes de las almas viriles i de los pueblos capaces de imitarlo. La humanidad se siente elevada i fortalecida tanto por el heroísmo de sus grandes tipos, como por la admiración i el respeto que él impone, i el dia en que aquel respeto falte, no le bastará que sobreviva este heroísmo, para dejar de considerarse en plena decadencia.
Estaba reservado al órgano del Gobierno peruano exhibir inequívoca muestra de esta última, por el insulto dirijido contra esas grandes sombras de Iquique, delante de las cuales sus propios enemigos en armas, si no se inclinaron porque les faltó la fuerza de ánimo necesaria al efecto, tampoco tuvieron palabras ultrajantes ni juicios mentirosos.
Los funerales de Marcean, solemnizados por la salva del enemigo, realzan tanto la gloria del héroe como la jenerosidad de sus contrarios, i las cabezas de los marinos ingleses descubiertas en presencia de las reliquias del Vengador, equilibran i reparten entre los dos belijerantes el alto honor de la jornada.
Mientras tanto, el Perú oficial osa insultar a aquellos cuyo heroísmo ha sido bastante a dar al nombre de su patria tantos ecos simpáticos como corazones jenerosos i almas levantadas hai en el mundo, asociando asi con tal conducta a la gloria inmortal de Chile la vergüenza no menos perdurable de sus enemigos.
Tamaña indignidad i cobardía, lejos de ser para nosotros una ventaja i una nueva fuerza, es por el contrario motivo de profundo dolor i aun de vergüenza. Ese Gobierno que de tal modo habla de los héroes en la tumba, es americano, i son de nuestra raza los escritores que asi hunden su pluma en el polvo de los sepulcros.
Tenemos, pues, por qué dolemos i aun por qué avergonzarnos! Estamos autorizados para echar de menos en las opuestas filas, aquella gallarda valentía con que uno de los intérpretes de los mas nobles sentimientos de nuestra raza hace esclamar a uno de los personajes de sus dramas:
Mal os portasteis conmigo,
Que si fuerais noble vos,
No hablárades ¡vive Dios!
Tan mal de vuestro enemigo.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos
oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra
que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo
documentos inéditos de importancia Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 313.
Eso debe entenderse como propaganda para consumo interno peruano y no como hechos reales, al final la historia dijo otra cosa.
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