martes, 25 de mayo de 2021

Observaciones sobre la carta del comandante Moore al comandante Condell

 [Antigua ilustracion del The Illustrated London News, en que se muestra a la fragata blindada Independencia en el dique flotante en el Callao en 1866]
 
La prensa peruana ha publicado una carta que el comandante don Juan W. Moore, de la fragata Independencia, dirije al comandante don Carlos Condell, de la Covadonga; la cual ha sido reproducida por la prensa chilena, i probablemente lo será por toda la prensa americana. Dicha carta adolece de graves faltas de forma i fondo; por lo que hemos creído necesario hacer un juicio crítico sobre ella, para evitar que las personas incautas, que son las mas, caigan en el insidioso lazo que so les tiende. 
 
Ante todo, podemos asegurar que la tal carta no ha llegado a manos de la persona a la cual aparece dirijida, i, por consiguiente, que ella no la ha dado a la publicidad. 
 
En segundo lugar, debemos manifestar que esa carta sale de los usos acostumbrados entre militares en actual estado de guerra; pues éstos jamas dirimen sus querellas con diatribas ni en panfletos mientras dura la contienda. 
 
I en tercer lugar, que no creemos que el señor Condell descienda a contestar un desmentido del comandante rendido de la Independencia,; porque seria aperuanar (1) una cuestión que trae su oríjen de la que se está ventilando con las armas en la mano. 
 
Pero nosotros, en vista de los antecedentes i documentos oficiales que ya todos conocen, podemos someter a tela de juicio la insólita publicación del señor Moore i demostrar cuál es el aprecio que debe hacerse de ella. 
 
La carta del comandante Moore, en medio de una empalagosa declamación, contiene los siguientes cargos contra el comandante Condell: 
 
1.° Que no és admisible que se percibiesen las palabras que de uno a otro buque pudieran dirijirse a 200 metros de distancia, porque, lo impedían un mar ajitado, el estampido de los cañones i de las ametralladoras, i el bullicio de los combatientes; lo que el comandante Condell asevera en su parte. 
 
Contestamos:—Es falso de que el señor Condell haya dicho semejante cosa, pues sus palabras testuales son las siguientes: «Púseme al habla con el comandante rendido, quien, de viva voz, me repitió lo que ya me habia indicado el arrio de su pabellón, pidiéndome al mismo tiempo un bote a su bordo; lo que no pude verificar, no obstante mis deseos, porque el blindado Huáscar, que habia quedado en el puerto, se nos aproximaba.» 
 
2.° Que equivoca deliberadamente la persona del comandante Moore, a quien sin duela no podia ver, por hallarse en la batería reconociendo la máquina en los momentos de hundirse la Independencia, con el alférez Bondy, quien contestó a los descompasados e incomprensibles gritos que el viento llevaba del Covadonga, con las palabras llenas de patriótica energía, cuyo eco llegó quizá a la cubierta del buque ensangrentado por las balas de los que ann en medio del naufrajio mantenían incólume el honor de su bandera. 
 
Contestamos:—El señor Moore, en su parte oficial dice: «Por consecuencia de este choque se llenó completamente de agua el buque, se apagaron los fuegos i suspendiéronse los calderos hasta la caja de humo, i en un segundo o tercer choque se hundieron completamente las otras secciones. 
 
»El buque cayó sobre su costado de estribor entrando el agua por las portas de la batería. No obstante esta desgracia, al pasar la Covadonga, por el costado de estribor haciéndonos fuego su artillería, nuestros cañones contestaron cuando el agua casi los cubría: continué el fuego con las ametralladoras de las cofas i con la tripulación que mandé subir a cubierta armada de rifles i revólvers, hasta que se agotaron las municiones que no podían ser repuestas, pues el buque estaba inundado casi por completo, como lo digo anteriormente. 
 
»El Covadonga, seguía haciendo fuego de cañón i a mansalva, i una de sus bombas rompió el pico de mesana donde estaba izado el pabellón. Inmediatamente mandé poner otro en otra driza.»
 
Queda demostrado que es falso que el comandante Moore pudiera bajar a ver la máquina en los momentos en que debió tener lugar su coloquio con el comandante Condell. 
 
¿I qué tenia que verle a la máquina en los momentos supremos en que había empeñado i estaba mandando tan terrible combate con la tripulación de la Covadonga a rifle i revólvers? ¿Cómo es que habiendo nombrado uno por uno a casi todos los oficiales,—Gasseron, Ulloa, Haza, dos García i García, Herrera, Eléspuru, Campo, Basadre, Wilkims, Lagomarsino, Salaverry, Palacios i Raigada,—no mienta siquiera a ese intrépido alférez Bondy, que vociferaba de manera que podia ser oido desde la Covadonga por sobre el estruendo de los cañones? 
 
Bien a las claras se revela que el comandante Moore busca la posibilidad de que el señor Condell haya podido equivocarse; i, para el efecto, no se limita a negar el hecho, sino que suprime su persona i coloca de manifiesto a ese cómodo alférez Bondy, pero, desgraciadamente para su intento, se coloca él en un lugar donde no ha podido estar, i se suprime de aquel en que no ha podido menos de hallarse. 
 
Agreguemos aquí que el tal Bondy se ha encargado de dirijir, por su parte, otra carta al señor Condell, en todo conforme con la del señor Moore; i que solo falta ahora que cualquier marinero de la Independencia le espete una nueva carta confirmando lo dicho por el alférez Bondy. 
 
3.° Que es igualmente falso lo que el comandante Condell dice, respecto de la aproximación del Huáscar al lugar del siniestro, pues este buque se avistó dos horas después, ya cuando estaba la tripulación de la fragata en tierra firme. 
 
Puede sí haber sucedido que el justo temor que abrigaba el comandante Condell con tan negra perspectiva, unido al pánico que en la Covadonga. se difundiese en vista de las averias sufridas o a la duda que sobre la pérdida total de la Independencia tuviese el comandante Condell i los suyos, le hiciese padecer una ilusión óptica en esos .momentos de despavorida fuga. 
 
Contestamos: ¿Si no es efectivo que el Huáscar se aproximaba i que la Independencia, estuviese rendida, por qué habría cesado la Covadonga sus fuegos, puesto que a mansalva cañoneaba a su enemigo, como lo dice el mismo señor Moore? ¿Por qué no le habría muerto toda su tripulación, que se arrojaba al agua con riesgo de ahogarse, como lo confiesa también el señor Moore en su parte? 
 
Pero para probar la falsedad de este audaz desmentido, bastará copiar, del parte del comandante Grau, lo que sea alusivo al caso. Dice así: 
 
«Pero ésta (la Covadonga) desde que se apercibió de la dirección que llevaba el Huáscar, se alejó con toda fuerza con rumbo al Sur. La perseguí durante tres horas i después de notar el estado en que se encontraba la Independencia. 
 
»Mas, considerando que la distancia de diez millas, que próximamente me separaban de la Covadonga, no podia estrecharla antes de la puesta del sol, i ser, en tal caso, mas conveniente ir en auxilio de la Independencia, viré i me dirijí sobre esta. 
 
»Pronto pude apreciar que la pérdida de la fragata era total. Mandé mis embarcaciones por la jente que habia a bordo de ella i di orden de incendiarla.» 
 
Queda pues demostrado que todo lo dicho en este cargo por el comandante Moore es un cúmulo de mal urdidas falsedades. 
 
Concluye la carta con el mas singular desafio de que hagan mención los anales militares: podría decirse que no hai frase que no sea una falsedad, una irrisión, una baladronada o un despropósito. Helo aquí: 
 
«Finalmente, señor Condell, la guerra a que ha sido injustamente provocado mi país i su noble aliada la República de Bolivia, quizás se prolongue por un tiempo indeterminado; en cuyo caso no es dudoso que el desgraciado comandante de la Independencia, tenga oportunidad, cualquiera que sea su condición, de probar a usted, i A CHILE ENTERO, de cuánto es capaz el que nunca, faltó a sus deberes ni como caballero ni como PATRIOTA.» 
 
Esto dice el capitán Moore al capitán Condell. ¡Es el colmo de la mas desvergonzada impudencia! 
 
Como ha podido verse por lo que antecede, el comandante Moore se afana en querer probar que él no habló ni pudo haber hablado con el comandante Condell, porque durante la sumersión de la Independencia se llevó ocupado en ver la máquina; pero no para mientes en la aseveración que hace el comandante Condell de haber arriado la bandera, ni repite lo de la orden de incendiar la Santa Bárbara. 
 
Bueno será que nosotros aclaremos estos dos puntos. 
 
Dice el comandante Moore con mucho desparpajo en su parte oficial: «Cuando me convencí de que todo esfuerzo por salvar al buque era infructuoso, ordené que se prendiera fuego a la Santa Bárbara, orden que bajó a cumplir el oficial encargado de ella; pero era ya tarde, pues el agua que a torrentes entraba a bordo lo impidió. 
 
Pero ¿qué duda podia abrigar el comandante Moore de que el pañol de la pólvora estaba anegado, desde que veia su nave sumerjida en el agua hasta la misma batería? 
 
Asi lo dice en otro párrafo anterior de su parte, que ya hemos trascrito. Asevera que la guarnición se batió mientras le duraron las municiones, las que no era posible reemplazar por estar el buque anegado. Es, pues, una jactanciosa patochada, digna del capitán Matamoros o del Héroe por Fuerza. De la misma manera pudo decir: «Mandé a mis artilleros que echasen a pique a la Covadonga que seguía incomodándome; pero no fué posible porque no teníamos pólvora.» 
 
¡I un militar de semejante estofa, un baladron descarado, se atreve a desmentir a nuestro comandante Condell! 
 
Dice en su parte el comandante Moore: «Una de las bombas de la Covadonga rompió el pico de mesana donde estaba izado el pabellón. Inmediatamente mandé poner otro en otra driza.» 
 
¿I en qué palo, puesto que la roldana del pico de mesana ha quedado fuera de servicio? 
 
El comandante Condell dice en su primer parte i lo confirma en el segundo: «El enemigo arrió su bandera junto con el estandarte que izaba al palo mayor, reemplazando estas insignias con la señal de parlamento.» 
 
No fué pues una sola la bandera arriada sino dos; i no hubo pico de mesana roto, puesto que en él se izóla bandera de socorro. ¿Si fuese cierto que no hubo rendición de parte de la nave peruana, ¿por qué entonces habría mandado cesar los fuegos el comandante Condell, desde que podia impunemente seguir cañoneándola, como lo asevera el mismo comandante Moore? Cómo se esplicaria el hecho de que a ciencia i paciencia del enemigo, se embarcase i dirijiese a tierra la tripulación de la nave encallada? 
 
No puede haber duda para nadie. Entre un embustero, como el comandante Moore i un militar pundonoroso, como el comandante Condell, no cabe la menor vacilación. 
 
No obstante, recordaremos para mayor abundamiento de prueba, los artículos que se escribieron por la prensa de Iquique al siguiente dia del glorioso combate. Ellos fueron inspirados por los datos suministrados por la Independencia. Recordamos que en ellos se hacen cargos al comandante Condell por haber seguido haciendo fuego sobre la tripulación de la Independencia a pesar de haberse rendido, cargo que después fué desvirtuado por la misma prensa en subsiguientes artículos. 
 
No, no podrá empañar la gloria del vencedor de Punta Gruesa el rendido de la Independencia; ni necesita Condell, para su fama, el hecho puramente moral del arrio de la bandera peruana: bástale para que Chile lo aclame i el mundo entero lo admire, el que se haya batido durante cuatro horas, con una débil goleta, contra el blindado Huáscar i la acorazada Independencia. 
 
Si el final de tan desigual combate tuvo algo de providencial, el principio fué todo del denuedo, de la pericia, de la fortaleza i del valor incontrastable. Todo lo que la ciencia humana, encarnada en un valiente, podia hacer, todo fué realizado por ese insigne marino. I si grande fué su victoria, mayores fueron aun los efectos de su indomable arrojo.
 
Sin la pérdida de la Independencia, Antofagasta habría sido bombardeada, su máquina de resacar agua destruida, i el ejército de Chile habría perecido de sed. 
 
En cumplimiento de sus órdenes, Grau llega con su formidable máquina de guerra delante de Antofagasta. Dispara algunos cañonazos sobre la plaza; pero allí le sale al encuentro otra vez la Covadonga, que debia ser aquel dia el paladión de Chile. Condell la manda i el gran artillero Orella dirijo la puntería de sus cañones. Algún secreto terror se apodera del prudente Grau: tiene la suerte del ejército chileno en sus manos, puesto que sabe que no hai poder humano que alcance a socorrerlo, i sin embargo manda cesar los fuegos i se aleja para volver al siguiente dia a entretenerse en cortar el cable. 
 
¿Puede alguien asegurar que hubiera procedido de la misma manera acompañado de la Independencia? ¿I a quién se debe que esta nave no acompañase al Huáscar en su tarea de devastación, sino al valor, a la pericia i a la constancia del comandante Condell. 
 
¡I a este prototipo del marino chileno osa encararse el infeliz náutico peruano! 
 
Basta ya: hai cosas que solo merecen el desden de la jente sensata como las baladronadas del comandante Moore; pero nosotros hemos querido inflijirle el condigno castigo patentizando sus mal urdidos embustes, para que recaiga sobre él, aun en su propio pais, la befa i el ludibrio de los pocos que aun no hayan perdido todo sentimiento de dignidad i de amor patrio.
 
(1) Aperuanar quiere decir: sacar una cosa del sendero del deber i del honor para eludirla con ambajes. 

Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 308.

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