ESPOSICION QUE HACE EL OFICIAL DE SEÑALES DE LA «INDEPENDENCIA », ENRIQUE C. BA'SADRE, EN RESPUESTA AL PARTE PASADO POR EL COMANDANTE DE LA «COVADONGA » DON CARLOS CONDELL.
Entre las noticias de Chile, que publica el El Comercio en su edición de la mañana del dia 9 de los corrientes, se encuentra en estracto el parte del combate de 21 de Mayo anterior, que el comandante Condell pasa a su Gobierno. A mi vez, como oficial de la dotación de la malograda fragata Independencia, testigo presencial de los hechos i actor en algunos de ellos, bajo la fe del caballero i la palabra del marino, voi a cumplir el deber de narrar brevemente aquellos acontecimientos con la verdad i exactitud con que han sido realizados, con la que exije la justicia de la causa que defiendo, el honor de mi patria, las consideraciones que me merecen los muchos testigos que pueden aseverar o desmentir mis asertos, i el respeto que profeso al fallo de la historia, que debe formular un recto i desapasionado criterio, colocando a cada cual en el puesto que le corresponde, según sus méritos reales i no supuestos o inventados.
Con la imparcialidad que inspiran tales sentimientos i prescindiendo por completo de todo comentario estraño i que no sea indispensable para el cabal conocimiento de los sucesos, entro en la esposicion de ellos i en la rectificación de las notables inexactitudes que contiene el citado parte del comandante de la Covadonga.
Para la mejor intelijencia de mis lectores, hé aquí el documento a que me refiero:
ESTRACTO DEL PARTE DEL COMANDANTE CONDELL.
Señor Ministro de la Guerra:
El comandante de la Covadonga me pasa el parte que copio a continuación:
El combate de Iquique principió a las 8 a. m. del 21, rompiendo los fuegos el Huáscar sobre nuestros buques. La Esmeralda quedó batiéndose dentro del puerto con el Huáscar i la Independencia con nosotros hasta que resolví dirijirnos cerca de tierra, continuando el combate que duró 4 i media horas, para lograr hacer encallar la Independencia; logrado esto volvimos i disparamos hasta obligarla a rendirse, i de viva voz me lo espresó el comandante pidiéndome le enviase un bote a su bordo.
La tripulación del blindado se refujiaba en tierra en botes i a nado. Estando mi buque yéndose a pique i perseguido por el Huáscar, seguí mi rumbo al Sur pasando a algunos puertos, por el mal estado del buque i máquina hasta llegar hasta Antofagasta, en donde al presente me hallo.
Muertos hemos tenido a l ; doctor Videla, dos hombres i seis heridos.
Dios guarde a V. S.—CARLOS CONDELL.
El parte es mui detallado i estenso. Este es solo un estracto.
El 21 de Mayo anterior a las 8 A. M. principió el combate, rompiendo el Huáscar sus fuegos contra la Covadonga al Sur i la Independencia, contra la Esmeralda al Norte de Iquique. A las 8.15 A. M. el Huáscar nos hizo señales para perseguir a la Covadonga i él se dirijió sobre la Esmeralda.
La Covadonga a todo vapor escapaba al Sur. 30 minutos después, le dábamos alcance, disparándole el colisa de proa. Precisada así a combatir, comenzó a bordear al centro de la caleta de Molle, por haberle cortado la retirada al Sur. Como nuestros disparos fueran malos, confiada en esto, resistía la nave enemiga, bordeando cada vez mas hacia tierra, no porque en ellos llevase el propósito de hacernos encallar, sino porque no le quedaba otra salvación, que bararse en la playa antes de ser pasada por ojo. Como después de tres horas i media, lo poco certero de nuestros disparos, no produjese el efecto que buscábamos, fué necesario hacer uso del ariete de nuestra fragata i con la sonda en la mano, en el momento que esta marcaba nueve brazas, fondo mas que suficiente, se dio la embestida sobre la Covadonga, aprovechando el momento que se creyó oportuno; i habría sido realmente definitivo, si la Providencia que habia dispuesto otra cosa, no hubiese hecho que estuviera entre ambos buques la roca contra la que chocó la Independencia.
Esa roca no está marcada en ninguna carta, el buque navegaba en ese momento en nueve brazas de agua, i aun después de varado, media 7 i media a 8 i media brazas de fondo en todo su alrededor; de manera que dos brazas mas a babor o a estribor habríamos pasado claros i sin peligro.
No es pues la ciencia ni el valor del comandante de la Covadonga,, que no revelaba por cierto en la huida desesperada que emprendió desde el principio del combate; ni siquiera la pericia del práctico Stanley que llevaba a su bordo, la causa del fracaso; sino un accidente completamente imprevisto, e imposible de calcularse, ni por nuestra parte para evadirlo, ni para ser aprovechado por el enemigo en nuestro daño.
Completamente desconocida para ambos la fatal roca; i tomadas todas las precauciones posibles, antes de dar la embestida, no hai ni puede haber el menor mérito, para aquel a quien la suerte favoreció, como no debe haber falta para aquel a quien le fué adversa. Nada puede pues deducir el comandante Condell de este incidente que ante un justo criterio le pueda ser favorable.
Al vernos encallados, es cierto que tomaron una posicion conveniente, es decir, se colocaron fuera de las punterías de nuestros cañones i a mansalva, i de allí nos cañonearon impunemente por mas de 40 minutos, i con las ametralladoras de sus cotas, fusilaban a nuestros náufragos que procuraban salvar, unos en botes i otros a nado, después que cesaron los fuegos de nuestros cañones cubiertos ya por el agua. Mientras tanto se ocupaba nuestro Huáscar en salvar a toda costa a los tripulantes de la Esmeralda que después de haber luchado como valientes, no eran ya sino náufragos hermanos.
Es completamente inexacta la afirmación de que el enemigo nos hubiese rendido. Solo pararon nuestros fuegos, cuando ya no fué posible hacer un disparo mas, ni con las armas menores, por no poder ser repuestas las municiones.
Si el comandante Condell hubiera dicho en su parte: que por un momento creyó que la Independencia, se rendia, por haber bajado su pabellón, habría dicho lo que tiene la natural esplicacion que paso a dar.
Una bala de rifle cortó la driza del pabellón i se vino abajo; mas inmediatamente fué izado con la driza de estribor. Como media hora después, una bomba rompió el pico de mesana, el que fué al agua con el pabellón, en el acto se izó otro en el tope mayor. Esto no es arriar bandera, ni rendirse.
Perdido ya el buque, se izó en el trinquete una bandera a cuadros rojos i blancos en sentido diagonal, antecedida de la intelijencia del Huáscar pidiéndole socorro, la que fué arriada poco después, por ser inútil la señal, desde que nuestro monitor se encontraba como a doce millas de distancia. La bandera de la señal al Huáscar no ha podido pues equivocarse con la de parlamento, por el comandante de la Covadonga; i si por tal la tuvo, ¿cómo es que continuó haciendo fuego, por mas de 40 minutos, sobre los tripulantes de la nave encallada que ya no se les contestaba, porque no tenían con qué; sobre los náufragos, cuya sangre hemos visto en el agua por varias partes, i aun sobre los que ya salvos, se refujiaban en tierra i donde fué herido por una bala de rifle el practicante de medicina don Manuel Ugarte? ¿Qué puede contestar a estos hechos el señor Condell, ante su conciencia i a la humanidad?
Mas que inexacto, falso, calumnioso, es el otro dicho del comandante Condell, afirmando que a, viva voz le espreso el comandante Moore que estaba rendido i que le enviase un bote.
Tal impostura es completamente inaceptable, para quien quiera fijarse en esta sola consideración.
Toda súplica al enemigo era innecesaria, desde que para precaverse de sus fuegos, bastaba colocarse en la batería de la fragata, defendidos por el blindaje de las balas chilenas; ademas, quien, ni para qué, habia de implorar conmiseración a los que estaban recreándose en fusilar a los que luchaban.con las olas por salvarse?
Desde los primeros momentos, el comandante Moore mandó dar fuego a Santa Bárbara i la orden no pudo ser ejecutada, por estar ya ésta ahogada; i quien esto mandó, i quiénes esto ejecutaban no se rinden, ni han podido pedir misericordia a sus cobardes victimarios.
Esta es la fiel narración de lo ocurrido en el combate entre la Independencia, i la Covadonga el 21 de Mayo último. He llenado mi propósito, dejo rectificados los hechos falsamente sentados por los enemigos del Perú, con la verdad i precisión que exijen la dignidad i el honor de los hombres que se estiman i que buscan en la moral de sus actos i en la rectitud de sus procedimientos la estimación de sus conciudadanos i el fallo justiciero de la historia.
Lima, Junio 11 de 1879.
FORTUNATO SALAVERRY.
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Lima, Julio 9 de 1879.
Señor Redactor de EL GRANEL.
Mui apreciado amigo:
De nuevo me veo obligado a pedir la hospitalidad de su ilustrado periódico: cuando hai que luchar con enemigos tan poco amantes de la verdad como los chilenos es una tarea casi interminable el destruir las fábulas que sin cesar lanzan al público.
Uno de los periódicos de Chile se ocupa de analizar la relación del combate de Punta Gruesa dirijida a LA OPINIÓN NACIONAL por su estimable corresponsal el señor Reyes. En este análisis hecho con la mas insigne mala fe, se dan interpretaciones torcidas a las palabras del señor Reyes i se desfiguran los hechos del modo mas indigno. Como uno de los actores principales de los hechos referidos creo de mi deber rectificarlos.
Es verdad que cuando yo bajaba por tercera vez a la cámara de oficiales con el objeto de salvar a los heridos, oí a alguien, que no podré precisar quien fué, que el buque iba a rendirse. Inmediatamente me dirijí a la cubierta i en la escalera que a ella conducía encontré al señor comandante, al cual poco mas o menos dirijí las palabras que refiere el señor Reyes. El señor comandante contestó: "Nadie ha ordenado que se arrie el pabellón; yo jamas lo arriare". Subimos entonces a la cubierta i encontramos que el pico de mesana estaba roto i que habia desaparecido con el pabellón. El señor comandante ordenó al punto que izara uno en otro palo. ¿Qué de estraño tiene pues que no obstante mi diálogo con el señor comandante fuera en efecto una bomba enemiga la que hizo caer el pabellón? ¿Hai acaso contradicción entre una i otra cosa? La contestación del señor Moore es la mejor prueba de que no sabia la desaparición de la bandera, la que probablemente tuvo lugar en el momento mismo en que él dejaba la cubierta.
Respecto al hábil manejo del Соvadonga, jamas deberían los chilenos ocuparse de semejante punto. La salvación debida a la simpatía i al auxilio prestados por un infame asesino como Stanley no honra por cierto a nadie.
Dice el periodista chileno: «que si recojimos todas las banderas para arrojarlas al Océano claro está que arriaamos también la del pico de mesana». Para probar lo poco que vale este raciocinio basta tener presente cuando fué que arrojamos las banderas al mar. Nuestra fragata encalló poco mas o menos a las doce del dia. Los jenerosos i nobles tripulantes del Covadonga se entretuvieron en asesinar a los náufragos hasta cerca de las doce i media, huyendo después temerosos sin duda de .que regresara el Huáscar, el cual no vino en nuestro socorro hasta mas de las tres de la tarde. La mayor parte de la tripulación del buque se fué a tierra i quedamos solo a bordo cerca de veinte personas. Ninguno de nosotros sabia donde estaba la escuadra chilena i creíamos que indudablemente debería regresar a Iquique de un momento a otro; fué entonces que viendo que el Huáscar no llegaba i temiendo caer en manos de los enemigos, resolvimos echar al mar los pabellones peruanos para evitar que les sirvieran de trofeo. Las banderas peruanas no han sido pues arriadas frente al enemigo, fueron bajadas cuando éste habia huido i cuando apenas se le distinguía ya en el horizonte.
Respecto a los estragos causados por los fuegos chilenos, la verdad es que antes del encallamiento solo habia un muerto i seis heridos; dos de estos infelices habian perdido un brazo al cargar un cañón. Después del naufrajio, cuando el Соvadonga se puso casi al habla con nosotros, era natural que sus fuegos destrozaran a nuestra pobre jente agrupada sobre la cubierta. ¡Brillante hazaña! ¡Inmensa gloría para Chile! Nuestras pérdidas fueron entonces de cinco muertos i cerca de veinte heridos. Los chilenos hacían fuego también sobre los botes en que estos desgraciados eran conducidos a tierra. ¡Otra gloria para Chile!
Dice el periodista chileno: «Si no se hubiese rendido ¿qué derecho tenian los peruanos que estaban dentro de su nave para esperar que los chilenos no los abandonasen a su propia suerte?» Lo que nosotros esperábamos era que se tratara de tomarnos prisioneros, que al ver que nuestro pabellón flameaba ufano aun. cuando el agua cubría casi nuestro buque i aun cuando no teníamos municiones con que defendernos, que se tratara, repito, de obligarnos a rendir nuestras armas; pero está probado que el valor chileno no llegaba a tanto: jamas creímos que nuestro enemigo se contentara con el auxilio inesperado que le prestaba la Providencia para huir sin sacar otro provecho de nuestra mala situación que el placer de asesinar a algunos náufragos. Creíamos hasta ese momento que peleábamos con valientes i por eso nos estrañó tanto, i lo dice con mucha razón el señor Reyes, que se nos abandonara a nuestra propia suerte.
Creo con lo anterior haber restablecido la verdad que con tanto afán tratan de desfigurar nuestros leales contendores.
De usted sincero amigo i S. S.
ENRIQUE C. BASÁDRE.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación
completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás
publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de
Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia
Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion
del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 306.
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