NUM. 2.805. MINISTERIO DE GUERRA Y MARINA.
Santiago, Diciembre 18 de 1879.
Este Ministerio cree oportuno llamar la atención de V. S. hacia la necesidad de vigilar el servicio de las máquinas y calderas a bordo de los buques de la escuadra que se halla bajo su mando.
El carácter del período en que entra hoy la guerra que sostenemos con el Perú, obligará a las naves de la escuadra a estar en constante actividad, ya sea para mantener el bloqueo de los principales puertos enemigos, ya para desempeñar otras comisiones con que se crea conveniente hostilizar a las repúblicas aliadas; y, en todo caso, el ejercicio continuado de las máquinas y calderas de nuestros buques puede a la larga, como aconteció en el prolongado bloqueo de Iquique, inhabilitar la escuadra para un servicio eficaz, si no se toman precauciones de todo género que eviten semejantes resultados.
Este Ministerio confía en la celosa vigilancia de V. S. y sabe bien que a bordo de cada buque hay funcionarios responsables y directamente encargados del cuidado y buena conservación de cuanto concierne al departamento de la máquina; mas, sea lo que fuese de esta última circunstancia, conviene que V. S. estimule a esos funcionarios al cumplimiento de sus deberes y que les imparta las instrucciones que considere más apropiadas para lograr el propósito de que se trata. Así, sería oportuno recomendarles que apagasen los fuegos siempre que las circunstancias lo permitiesen, y que en estos intervalos se hiciese una limpieza general de las calderas y de las máquinas, que asegurase su buena marcha e impidiese su deterioro. En general, debería recomendarse el ahorro de trabajo de las máquinas y calderas y la mayor vigilancia posible en su manejo, para provenir accidentes tan graves como el ocurrido en las calderas del Huáscar, del cual V. S. debe tener conocimiento.
Como toda medida de buen servicio a este respecto debe ponerse en práctica, juzgo aun necesario hacer presente a V. S. que la intervención del comandante de cada buque en la conservación y en el manejo de las máquinas es absolutamente indispensable. El hecho de haber a bordo un personal de ingenieros para atender a ese servicio, no exime al comandante de responsabilidad por los descuidos que se notaren en tan importante departamento; y no puede dudarse que si cada jefe de buque vigilase personalmente, a veces y por medio del segundo comandante otras, los ingenieros no descuidarían, como ha sucedido antes de ahora, el arreglo y el aseo de las máquinas y calderas. La experiencia ha demostrado, bien a nuestra costa, que la falta de esa intervención puede ser fatal. Además, como los buques, a causa de las comisiones que se les encomienden, pueden tener que obrar separadamente, esa vigilancia superior no puede ejercerla ni V. S. ni el inspector del ramo, y corresponde naturalmente al comandante de cada buque.
Espero que V. S. no omitirá diligencia alguna para alcanzar el fin a que se refiere esta comunicación.
Dios guarde a V. S.
JOSE A. GANDARILLAS.
Al Comandante en Jefe de la escuadra, Contralmirante don Galvarino Riveros.
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NUM. 271. COMANDANCIA EN JEFE DE LA ESCUADRA.
Pisagua, Enero 7 de 1880.
Señor Ministro:
Recibo, al llegar de la última expedición al Norte, la nota de V. S. del 18 de Diciembre del año último, referente a la necesidad que se nota de vigilar el servicio de las máquinas y calderas de los buques de la escuadra y recomendándome no omitir trámite posible que sea tendente a reforzar esa vigilancia.
Es indudable, señor Ministro, que el servicio de la escuadra, en lo tendente al uso y manejo de sus máquinas, deja bastante que desear, como lo cree V. S., pero pienso que a ello contribuyen poderosamente, algunas razones que, además de las apuntadas en la nota que tengo el honor de contestar, deben estar en conocimiento de V. S. y sobre las cuáles me permito hacer algunas consideraciones.
Debo, desde luego, decir a V. S. que el recurso apuntado en su nota y consistente en apagar los fuegos de las hornillas, siempre que sea posible, para ejecutar una buena limpieza en el interior de las calderas, ha estado siempre en la mente de los comandantes e ingenieros de la escuadra; como que él se impone a la responsabilidad que afecta a esos funcionarios, si, por falta de limpieza en las calderas, sus respectivos buques pierden más andar que el que debieran en un tiempo dado. Si esta medida no produce, sin embargo, mayores resultados, débese a que en la activa campaña que hoy ocupa a los buques de la escuadra, es casi imposible para éstos encontrar una ocasión de apagar sus hornillas y limpiar sus calderas.
En efecto, señor Ministro, no menos de cinco buques de la escuadra se ocupan hoy en bloquear puertos enemigos y, aun donde hay dos, como en Arica, el que uno de ellos apagase sus fuegos, contribuiría a la poca efectividad del bloqueo y lo expondría a ataques de torpedos enemigos, que podrían serle fatales; ni es más conveniente apagar una parte de los fuegos para turnarlos en el uso, por el poco andar que de este modo se consiga para los buques. V. S. sabe, sin duda, que la impune entrada que el Huáscar peruano consiguió hacer en Iquique, en tiempos del bloqueo de ese puerto, y que se prestó a tantos y tan graves comentarios, fue posible en gran parte, gracias a tener el Cochrane fuera de uso, con objeto de limpiarlo, una de sus calderas y hoy podría verificarse algo parecido en Arica, pues no falta a los peruanos buques de gran andar, a los cuales un jefe atrevido podría introducir al puerto sitiado, si los bloqueadores no se encontrasen en estado de sacar todo el provecho posible de sus máquinas.
Y sin embargo, sucede que se hace necesario efectuar esa limpieza a las calderas, y a veces con más frecuencia que la que sería de desear, debido al poco cuidado que algunos de los ingenieros dedican a las máquinas que se les confía. Siento decir a V. S. que, tanto para ese mal como para evitar los accidentes que suelen inutilizar las calderas, no creo suficiente, ni aun de resultados apreciables, la frecuente vigilancia de las máquinas por los comandantes y sus segundos, que V. S. tiene a bien indicarme en su apreciada nota. Esa vigilancia ha sido generalmente puesta en práctica y ya habrá notado V. S. con cuan poco resultado práctico; y ello se explica claramente, pues, los conocimientos que se exigen a los oficiales de marina, no alcanzan a hacerlos competentes para juzgar de cuestiones que están generalmente fuera del campo de su saber. Tal máquina, que, antes de inspección profana de un jefe de marina puede aparecer como modelo de limpieza y buen estado, adolece, talvez, de defectos profundos en su trato y manejo, y bien puede también acontecer el caso contrario.
Creo, en verdad, señor Ministro, que el verdadero origen del mal está en el personal de ingenieros mecánicos de la armada que, en parte, deja mucho que desear. Sabe V. S. que de algunos años a esta parte se ha provisto las plazas de aprendices mecánicos con jóvenes que no habían hecho sus estudios profesionales en la Escuela de Artes y Oficios de Santiago, o que no contaban con suficiente experiencia en las artes mecánicas; esto ha traído un resultado gemelo al producido por la supresión de la Escuela Naval en la provisión de aspirantes de marina, plazas que, como V. S. sabe, han sido hoy completas con jóvenes que no poseen preparación alguna para el desempeño de sus empleos.
Desgraciadamente, me veo precisado a decir a V. S. que no aparece muy visible el empeño de corregir tal estado de cosas. Recibo, señor Ministro, junto con la nota que tengo el honor de contestar, otra del comandante del monitor Huáscar en que me acusa la completa incompetencia para el desempeño de sus funciones de todos los ingenieros subalternos embarcados en su buque, con una sola excepción; naturalmente, ese buque está hoy expuesto a sufrir deterioros indebidos en su máquina, pues ni el ingeniero 1º ni los comandantes de buque podrán impedir los resultados de la falta de conocimientos de esos subalternos.
Por lo demás, señor Ministro, me he empeñado seriamente en corregir estos defectos, y a este fin responde el nombramiento de una persona competente, que hoy reside en el Blanco con cargo de la inspección de máquinas de la escuadra, y los pasos dados para hacer efectiva la responsabilidad de los ingenieros que produjeron el accidente del Huáscar a que V. S. alude en su nota que contesto.
Con el mismo fin, y en cumplimiento de los deseos de V. S., se reiterarán las órdenes ya dadas para que no se omita, por los comandantes de buques, la vigilancia sobre las máquinas y calderas de los que respectivamente comandan y para que, siempre sea posible, se ahorre trabajo sobre esas mismas máquinas.
Dios guarde a V. S.
GALVARINO RIVEROS.
Al señor Ministro de Guerra y Marina.
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NUM. 206. MINISTERIO DE GUERRA Y MARINA.
Santiago, Enero 21 de 1880.
Se ha recibido en este Ministerio la nota de V. S. de 7 del corriente, en la que somete V. S. al Gobierno algunas consideraciones sobre la recomendación que se hizo a V. S. respecto a la vigilancia, limpieza y conveniente cuidado de las máquinas y calderas de los buques de la escuadra de su mando.
En contestación a ella, debo decir a V. S. que el Gobierno considera de la más capital importancia la preferente atención de los jefes y empleados respectivos sobre las máquinas y calderas de los buques, de tal manera que no han sido bastante para resignar su ánimo a esperar que los buques de la escuadra puedan llegar a inutilizarse para el largo servicio que los más graves intereses del país exigen del poder naval de la República, las consideraciones que V. S. expone y de las cuales parece desprenderse que casi no es posible atender a la limpieza de las calderas ni aun parcialmente.
Las observaciones de mayor fuerza que V. S. hace presente en su referida nota, fundadas en el poco andar que tendrían los buques bloqueadores en un momento dado y el peligro de ser atacados por torpedos, no son, a juicio del Gobierno, suficientemente poderosas para dejar por establecido que no hay posibilidad de apagar parcialmente los fuegos de las calderas de los buques, puesto que es más importante que el buque no se pierda o inutilice, que haya la muy remota posibilidad de que el bloqueo pueda ser forzado, ni menos por buques enemigos, lo cual sería muy conveniente en la mayor parte de los puertos bloqueados, como Ilo y Mollendo.
En cuanto al peligro de torpedos, era de esperar que después de tan larga experiencia sobre este particular, sin haber habido hasta hoy un intento formal de parte del enemigo, de aplicar torpedos, que se traduzca en hechos, y privado éste del principal elemento de aplicación de esa arma de guerra, por el apresamiento hecho últimamente del bote lanza torpedos, era de esperar que tomando algunas precauciones, se considerara posible tener a los buques con una parte de sus fuegos apagados.
El Gobierno se ve en la necesidad de insistir sobre tan importante materia, porque del cuidado de las calderas y máquinas depende la fuerza naval de la República, y porque una triste y bien cercana experiencia, hizo ver que pocos meses de desatención de ese ramo, durante el bloqueo de Iquique, trajo la desgraciada destrucción de todas las máquinas y calderas de los buques de la armada, cuya reparación ha causado ingentes gastos y, lo que es peor, ha dilatado la terminación de la guerra.
Considera el Gobierno que los jefes de los buques pueden contribuir muy eficaz y poderosamente a la conservación de este importante ramo, sin que baste a excusar su responsabilidad la falta de conocimiento que tengan sobre ingeniería mecánica.
Hay mucho que puede ser subsanado y vigilada sin tener esos conocimientos, y la limpieza de los tubos y calderas, que es talvez la más importante, está al alcance de todo el que quiera verlo.
En consecuencia, y dada la gravedad o importancia de este asunto, no dudo que V. S. ha de procurar hallar los medios para que las máquinas y calderas se limpien, y se apaguen los fuegos de éstas en las épocas convenientes para evitar su deterioro y destrucción.
Si V. S. considera que los ingenieros no tienen la necesaria competencia, el Gobierno solo espera conocer el nombre de ellos para separarlos de la escuadra.
La casi totalidad de los que figuran como ingenieros 1º han sido designados y buscados por los mismos jefes, y mientras se reemplaza a los otros que figuran como 2º y 3º, puede disponerse los cambios convenientes, a fin de atender el servicio.
Dios guarde a V. S.
JOSE A. GANDARILLAS.
Al Comandante en Jefe de la escuadra, Contralmirante don Galvarino Riveros.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación
completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás
publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de
Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia
Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso,
1885, P. 506.
Muy buen detalle, me recuerda la batalle de las Malvinas durante la primera guerra mundial, aun las unidades de ambos bandos funcionaban con vapor, la escuadra alemana envió a una embarcación menor que ingreso a la bahía de Port Stanley, apenas asomó en ella descubre a la flota inglesa con todas las calderas apagadas probablemente en mantenimiento, la nave giro y salió rápidamente de la bahía alarmando del peligro con cambio de luces a el resto de la escuadra alemana, tremendo error, si hubiesen ingresado podrían haber hundido la flota atlántica inglesa completa, que estaba onmovilisada con las calderas apagadas en su mayoría. Mas tarde saldrían al atlántico a perseguir a los alemanes, y hundirían a toda la flota germana , menos al crucero Dresden que luego se ocultaria en los fiordos de la pataginia chilena.Esta batalla naval costo la vida de miles de marinos alemanes.Mi abuela italiana que vivia en Punta Arenas me contaba que los sobrevientes desembarcados en el puerto, decian que los ingles enviaron botes para salvar a los marineros alemanes pero que eran tantos que se vieron obligados a cortarles las manos a quienes se arrimavan a los botes salvavidas para evitar que se hundieran por el peso.El dominio del pasifica nuevamente havia sido recuperado por los ingleses, todo por la falta de informacion sobre los procedimientos de cadera, Jose Gandarillas tenia toda la razon para preocuparse de un aspecto aparentemente trivial.
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