[Fotografia de la calle Santo Domingo, donde se puede observar el Palacio de Gobierno del Perú con la bandera chilena durante la ocupación. Lima, 1881]
(Editorial de El Ferrocarril del 20 de enero).
Dos espléndidas victorias han abierto el camino de Lima a nuestro invicto i glorioso ejército.
El numeroso ejército enemigo, arrollado i disperso, ha sucumbido al empuje irresistible de nuestros valientes soldados.
En la orgullosa ciudad de los vireyes flamea ya el tricolor chileno i nuestro himno nacional, entonado en sus calles i plazas por las vencedoras huestes de Chorrillos i Miraflores anuncia a la América i al mundo que ha terminado la heroica epopeya del Pacífico.
Los Prat, Serrano i Riquelme, que iniciaron con su gloriosa inmolación en la rada de Iquique esta pajina inmortal de nuestra historia, han sido el jenio tutelar i la noble i santa inspiración de esta campaña.
La série no interrumpida de abrumadores triunfos que aniquila la alianza de perfidia tramada sijilosamente contra nuestro país, acaba de ser coronada en los alrededores de Lima con el éxito debido a la justicia i santidad de nuestra causa.
Honor al ilustre jeneral Baquedano i al invencible ejército que acaba de agregar estas pajinas de oro a nuestra historia.
Honor i gloria a los que acaban de sucumbir tan heroicamente en los campos de Chorrillos i de Miraflores. Sus nombres vivirán eternamente en el corazón agradecido de las jeneraciones que se sucederán en esta tierra de valientes.
Las maravillosas proezas de las épocas lejendarías se han visto en todas partes renovadas por el denuedo incomparable de nuestras tropas siempre victoriosas. Nada ha podido resistir al empuje indomable, al arrojo sin ejemplo, a la bravura heroica de los que en Pisagua, Dolores, Tacna i Arica supieron levantar tan alto el honor i la gloria de nuestro país.
La América asombrada ha podido contemplar en mar i en tierra la mas jigantesca lucha que recuerdan los fastos militares del Pacífico.
Chile, sin naves i sin soldados al lanzarse a la guerra, lo improvisa todo como por encanto, hace un monopolio de la victoria, aniquila la escuadra de sus enemigos, destruye sus ejércitos, escala cumbres fortificadas e inaccesibles, vence los rigores del clima, afronta las penalidades del desierto, convierte en triunfal paseo la campaña, i penetra al fin al corazón mismo de la gran ciudad que pretendía el predominio en el Pacífico.
Lima ha sucumbido. El destino inexorable se ha cumplido para la pérfida ciudad, foco de las traidoras maquinaciones que amagaban nuestro bienestar i nuestro engrandecimiento.
De las numerosas i formidables lejiones que formaban hace poco su baluarte, no quedan ya mas que él recuerdo i los restos desmoralizados de los tránsfugas que arrojan sus fusiles i devoran jadeantes su miedo i su vergüenza.
El dictador Piérola ha buscado también la salvación en vergonzosa fuga. No ha sabido siquiera rescatar con gloriosa muerte la tremenda responsabilidad de una insensata resistencia. Un puñado de nuestros valientes ha bastado para su castigo.
Que nuestros aplausos i nuestras aclamaciones lleven en esta hora solemne al ejército vencedor de Lima, la ofrenda entusiasta de nuestro patriotismo agradecido.
Gloria mil veces al invencible ejército que acaba de dar el golpe de gracia a la soberbia enemiga.
El tricolor chileno, ondeando en las orillas del Rimac i tremolado en las mas altas cumbres de la altiva ciudad, será el eterno emblema de la gloria inmarcesible conquistada por la heroica abnegación de nuestro ejército.
¡Arriba los corazones! Demos desahogo a la emoción que hace latir nuestros pechos en esta hora de felicidad suprema, victoreando a nuestro ejército i marina, enviando nuestras salutaciones entusiastas a los vencedores i rindiendo sentido i patriótico homenaje a los valientes que han sucumbido tan gloriosamente en la jornada.
Fuente: Boletín de la Guerra del Pacifico 1879-1881, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, P. 972.
Honor y gloria a nuestro ejército victorioso que llevo nuestro emblema a flamear en tierras peruanas
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