(Editorial de la Patria del dia 20).
Los lobeznos de la América, los enemigos tradicionales de Chile, acaban de ser batidos, vencidos, i rendidos en el último rincón de sus atrincheramientos desde los cuales nos amenazaban i hacia los cuales nos llamaron con su procacidad e insensatez proverbiales.
Dos grandes batallas han despedazado i hecho añicos el poder de la colosal dictadura con que se nos amenazaba desde el dia en que ésta se alzó con el poder i se entregó a todos los arrebatos de la exajeracion. Rios de sangre han corrido allí, hacia donde la locura insensata nos llamaba a vencer, i de donde cobardemente han desertado, el jefe de bandos, la mayor parte de los que le aplaudían, las turbas que embravecieron, los escritores que mentían, los siervos que carecían de valor i que como tales huyeron abandonando la rica presa que custodiaban, la capital de su patria, Lima, que, como Iquique, ha caido sin sentir dentro de sus muros el aliento patriótico de sus hijos.
¡Cayó Lima!
¿Qué se hizo aquella cólera de dioses que prometía despedazar la lejion que les mató o hizo huir en el mar i aventó en Pisagua, Dolores, Tacna i Arica?
¡Cayó Lima!
La ciudad que no supo defenderse como sus escritores aseguraban, que no supo ser tumba, porque carecía del valor que hace mártires o héroes, ha caido bajo el brazo que habia capturado antes sus mejores plazas de guerra, sus mas herbosas ciudades, sus campos de batalla, sus banderas i sus soldados. Las aguas del Rimac reflejan a estas horas los rostros tostados i varoniles de nuestros guerreros i Lima no es en este momento sino la tienda de nuestros vengadores.
Por tercera vez ha caido Lima en el curso de sesenta años al golpe del ariete manejado por chilenos.
¡Cayó Lima!
Tuvo tiempo para organizar su defensa: tiempo tuvo para convertirse en cuartel, disciplinarse, aprender a pelear i aprender a morir. Tuvo oro, hierro, pólvora, trincheras, jefes, injenieros, fé, patriotismo, proclamas; i sus proclamas, su patriotismo, su fé, sus lejionarios, sus jefes, sus trincheras, su pólvora, su hierro i su oro acaban de ser barridos por el huracán de nuestro ejército.
¡Cayó Lima!
La bayoneta que aventó aliados en Tacna i Arica; el brazo que derribó las trémulas banderas en otros campos de batalla acaban de repetir sus antiguas hazañas i de derribar las puertas de la ciudad que nos cerraron la envidia, la deslealtad i el deshonor.
¡Cayó Lima!
Lima es la presa de la fortuna de Chile i todo el Perú nuestro vencido, el vencido del tricolor, el vencido de nuestros incomparables soldados.
El sol de Yungai ha lucido una vez mas, sobre nuestras banderas.
¡Viva Chile!
¡Viva el ejército.
Fuente: Boletín de la Guerra del Pacifico 1879-1881, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, P. 976.
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