(Editorial de El Independiente del dia 21.)
¡Estamos al fin en posesión de la gran noticia!
Hemos tocado ya a la meta que este pueblo, seguro en sus presentimientos i fuerte en la ejecución de sus designios, señaló desde la primera hora a la colosal campaña a que pérfidos i soberbios enemigos nos provocaron!
Los placeres intensísimos son mudos; i en el momento en que tomamos la pluma para trazar estas líneas, nos hallamos bajo la influencia de emoción inefable. La inmensidad de los horizontes que quedan abiertos para nuestra adorada patria, el esplendor de su gloria, la admiración que despertará entre los estraños que han sido testigos de sus titánicas hazañas, el orgullo de que nos sentimos poseídos cuantos hemos tenido la dicha incomparable de nacer en esta tierra de bravos, el torbellino, en fin, de ideas i de sentimientos que la noticia cierta del memorable suceso levanta en nuestro cerebro i en nuestro corazón, no son para espresados ni comunicados. Estamos como abrumados bajo la enormidad de nuestra dicha i ni aun de ella siquiera podríamos hacer una pintura.
Séanos lícito, por lo tanto, hacerlo que todos nuestros hermanos:—paladear en silencio la felicidad que nos concede el cielo: levantar los corazones al Dispensador de Todo Bien, por la persistencia i magnificencia con que ha prodigado sus altísimos dones a nuestro querido Chile: enviar a nuestras lejiones invencibles, en recompensa de sus esfuerzos, de sus sacrificios i de sus hazañas, la espresion sincera de nuestra adhesión sin límites i de nuestro eterno agradecimiento; i pedir a Aquel que nos ha conducido de victoria en victoria hasta la cumbre del honor i de la prosperidad, se digne recompensar a los hermanos que en sus puestos murieron como bravos, derramar el bálsamo de la resignación en las heridas de las viudas i de los huérfanos, i hacer, que el pueblo chileno no eche jamas en olvido los austeros deberes que le imponen sus heroicos antecedentes.
Tales son nuestras impresiones en cuanto no es dable darnos cuenta de ellas. Tales son las del pueblo de Chile, que al tener conocimiento de la gloriosa victoria de Lima, se ha entregado a su alegría con un frenesí solo comparable al que produjo en él la noticia de la captura del Huáscar. Es que si la toma del Huáscar fué el fin de la campaña marítima, la victoria de Chorrillos i la toma de Lima i el Callao marcan el fin de la campaña terrestre. En Punta Angamos aseguramos el triunfo; en Lima aseguramos la paz.
La guerra queda concluida.
Inclinémosnos reverentes ante el Dios de los Ejércitos, que ha exaltado el nombre de Chile entre las naciones del Nuevo Mundo, i que, por sobre los laureles de las victorias i los despojos de nuestros enemigos, lo ha conducido como de la mano hasta el pináculo de una fama imperecedera.
¿Dónde están las poderosas naves de los vecinos envidiosos que vivían en perpetua conspiración contra nuestra seguridad? ¿De ,qué les valieron sus tan ponderadas riquezas i en qué parte sus ejércitos innumerables han osado cruzar sus bayonetas con las bayonetas de nuestros soldados?
Todo ha concluido i todo fué para nada.
El crimen está castigado: la justicia, satisfecha: la paz,conquistada.
¡Cuánto de admirar i de envidiar son los compatriotas que sin reparar en sacrificios ni peligros, han dado a Chile un nombre esclarecido, una fama que conocerá el mundo i una aureola de gloria incomparable!
¡Cuánta no debe ser especialmente nuestra gratitud para con los ilustres jefes de ese Ejército de invencibles, que dignos de sus soldados, han sabido guiarlos con paso firme, con intrépido corazón i clara intelijencia por los resbaladizos senderos de la victoria!
Preparemos las coronas con que los pueblos agradecidos saben recompensar a sus grandes hombres. Cuanto hagamos en su obsequio será poco, porque no tiene Chile ni honores ni recompensas con que retribuir a los que han llevado gustosos la vida en ofrendas a sus altares, i porque la seguridad, la riqueza, la integridad territorial i el engrandecimiento de la patria, son dones que no tienen precio para los pueblos que saben sentir i comprender.
Los nombres de los vencedores de Lima quedan desde hoi gravados en el corazón de todos los chilenos. Gocen por largos años de la dulce satisfacción del amor de un pueblo al cual desde hoi pertenecen por la gratitud i simbolizan por las virtudes cívicas; que cuando ellos i nosotros bajemos al sepulcro, ellos bajarán para subir sobre pedestales de mármol i de bronce, i nosotros para dejar a nuestros hijos el encargo de descubrirse respetuosos ante las efijies de los que tuvieron la fortuna i que justificaron con sus actos la fortuna de marchar a la cabeza de los valientes a la realización de la mas ardua empresa a que ha servido de teatro la America hispana desde los dias de su descubrimiento; empresa llevada a término feliz con empuje irresistible, con fé inquebrantable, i con maravillosa fortuna, por la mas pacífica, por la mas pequeña, por la mas aislada de las repúblicas en que se encuentra dividida.
¡Gloria a Dios, eterna gratitud al ejército i a la marina de Chile i que los nombres de sus ilustres jefes se conserven por siempre en el corazón del pueblo chileno como objeto de un patriótico culto.
Z. RODRIGUEZ.
Fuente: Boletín de la Guerra del Pacifico 1879-1881, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, P. 973.
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