lunes, 22 de marzo de 2021

Parte oficial de Demófilo Fuenzalida sobre la Batalla de Miraflores

 
[Fotografia de Demófilo Fuenzalida]

Rejimiento de Línea Santiago. 
 
Lima, enero 18 de 1881. 
 
Señor Comandante: 
 
Formada en línea la brigada i tomada la colocación que se me designó, recibí orden de US. de no disparar sobre el enemigo qué lo teníamos a corta distancia, ni contestar los fuegos de éste si así lo verificaba, salvo que abandonaran sus trincheras o atacaran nuestras posiciones. Mas, a las 2 P. M. rompió un nutrido fuego sobre nuestra ala izquierda, que luego se hizo jeneral, i que el rejimiento de mi mando contestó en el acto, hasta que recibí orden de US. de cesar el fuego, a lo que dióse cumplimiento inmediatamente. Habían trascurrido quince minutos de silencio en nuestra línea i continuaba un fuego incesante en la enemiga, cuando desprendió de su izquierda un número de tropa para atacarnos; por cuyo motivo recibí orden de US. de hacer fuego i batir a los agresores. Salí al frente con el rejimiento, que ese dia constaba de 902 plazas, resto de Chorrillos, i como se me hiciera una fuerte resistencia, avancé directamente a Jas trincheras cargando a la bayoneta hasta desalojar al enemigo que, despavorido al vernos trepar las murallas, corrió a tomar nuevas i defendidas posiciones. Continué avanzando con el primer batallón por la izquierda del camino de Miraflores, mientras manchaba el segundo por la derecha de las trincheras enemigas haciendo fuego pausado i certero hasta que, lanzadas nuevamente de sus escondites, siguieron refujiándose en una serie de trincheras sucesivas formadas por las paredes divisionarias de potrero a potrero que, preparadas de antemano con infinitos agujeros en forma de aspilleras, les hacia casi invulnerables i podian pelear con inmensa ventaja. Derrotados de esta clase de fortificaciones i en su desesperación nuestros enemigos se colocaron en una linea de reductos que tenian estendidas desde el mar hasta unos quince quilómetros al oriente, donde principió un nuevo i heroico combate por ambas partes. Me abstengo de hacer una descripción de estos reductos, por ser conocidos de US. 
 
En tal situacion, noté que estas fortalezas no tenian mas que un acceso i que por su retaguardia se prestaban para una fácil resistencia; por lo que luego que llegué al reducto núm. 2 trató de flanquearlo, lo que no me fué posible efectuar hasta que recibí algun refuerzo, que ordené atacar por retaguardia, mientras yo lo verificaba de frente. Al mismo tiempo mi segundo jefe, mayor Lagos, .tomaba a mi izquierda el núm, 1. 
 
Mientras esto sucedía en la izquierda del camino de Miraflores, a la derecha el tercer jefe, mayor Orrego, diezmaba al enemigo, i lo hacia abandonar sus trincheras hasta encerrarlo en los reductos núm. 3 i 4, de donde también lo arrojó después de una tenaz resistencia, dejando el campo sembrado de cadáveres. 
 
En estas fortalezas cupo la gloria al rejimiento de mi mando de tomar como treinta cañones i mas de diez ametralladoras que, momentos antes, nos hacian mortífero fuego. 
 
En mi poder esta serie de defensas, seguí en persecución del ya acobardado i débil enemigo, que se organizaba en una nueva muralla. Reuní mi tropa para atacarlo i en ese instante füí dos veces herido por una bala de rifle primero, i enseguida por un casco de granada i bala de rifle. En ese mismo instante recibí orden del ayudante, capitán don Manuel E. Aris, de hacerme cargo de la brigada por estar herido US. Revestido de semejantes atribuciones, hice cargar por el nuevo parapeto del enemigo al capitán del Valdivia señor Souper i sarjendo mayor graduado don Domingo Castillo, de mi rejimiento, con cuyo vigoroso ataque se puso en completa i confusa derrota el tenaz enemigo. 
 
Por haber recibido orden del señor coronel jefe de la división, de dirijirme a la estación del ferrocarril de Miraflores, organicé toda la fuerza de mi rejimiento i la que me fue posible de otros; pero bien no me acercaba a aquella, cuando un tren, cuya locomotora venia perfectamente artillada i sus carros llenos de tropa, se nos puso a la vista i comenzó a hacernos disparos. Recibí orden del señor jefe de la división de atacarlo: mandé al sarjento mayor graduado don Domingo Castillo, para que con dos compañías lo atacara por la izquierda, mientras yo lo llevaba a efecto por la derecha. Un lijero tiroteo hizo retroceder al intrépido convoi. 
 
A las 10 P. M. recibí orden del señor coronel jefe de la división de entregar mi tropa al jefe del rejimiento 3.° de línea i retirarme para ponerme en cura mis heridas. 
 
En esta decisiva batalla, en que el rejimiento de mi mando ha tenido la gloria de dejar en el campo la tercera parte de sus fuerzas, sus jefes, oficiales e individuos de tropa se han conducido con un valor desmedido i un arrojo temerario. El ejemplo dado por el segundo jefe, señor Lagos, mayor Orrego, ayudantes señores Briseño i Sandoval, era secundado por los demás oficiales, clases i soldados, que disputaban ser los primeros en asaltar las inespugnables fortalezas. 
 
No concluiré sin hacer presente a US. que al comunicarme una orden el ayudante de la brigada don Rodolfo Serrano M., porque consideró ,imposible que al regresar volviese a su puesto sin novedad i a la vez estimé que sus servicios me eran de suma importancia, lo agregué a mi rejimiento. Todo lo que se diga de la bravura de este oficial será pálido, comparado con la realidad. Su valentía tornó en locura i se disputaba ser él primero en asaltar las trincheras; animaba a la tropa i la dirijia al lugar de mas peligro i donde era mas necesario atacar al enemigo. 
 
Las sensibles bajas que ha sufrido este cuerpo las verá US. en la lista que por separado adjunto, notándose en ella la herida del subteniente abanderado don Benigno Ruiz, que cayó en las primeras con dos individuos de la escolta. 
 
Dios guarde a US. 
 
DEMÓFILO FUENZALIDA. 
 
Al señor Comandante en jefe de la 2.ª brigada de la 3.ª división.
 
Fuente: Boletín de la Guerra del Pacifico 1879-1881, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, P. 1020.
 

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