lunes, 8 de marzo de 2021

La mujer chilena de ciudad y su aporte a la Guerra del Pacífico

 [Una chilena auxiliando con agua a los soldados chilenos a su paso por Perú. Episodios de la Guerra del Pacífico, Zig Zag, 1931]
 
Llamado de la Prensa a que las Mujeres Ayuden 
 
Estas comenzaron a participar tímidamente, ayudando en la confección de hilas para curaciones de los futuros heridos en los combates que se iban a desarrollar. Pero esto era insuficiente, por ello es que la prensa realizó un llamado a las damas de los distintos segmentos sociales para que participaran en forma más activa.
 
El periodista de El Mercurio, José Bernardo Suárez, consideraba que "para salir airosos de esta tremenda lucha no es bastante el esfuerzo de los hombres; es necesaria también la cooperación decidida del bello sexo que desgraciadamente se muestra hasta hoy poco entusiasta, reduciendo su papel a sacar hilas para los heridos... Cómo! ¿la más preciosa mitad de la población chilena no puede hacer otra cosa que sacar hilas? ¿No conocen nuestras mujeres el papel tan importante que desempeñaron en la guerra de la independencia? Ellas que disponen del corazón del hombre ¿no podrían cambiar su insignificante papel por otro más útil y positivo? A este respecto quedamos en Chile muy atrás de lo que sucede entre nuestros vecinos. En 1865 cuando Argentina declaró la guerra a Paraguay, hubo entre el bello sexo de Buenos Aires un entusiasmo indescriptible. Las madres excitaban a sus hijos, las esposas a los esposos y las queridas a los queridos para que tomaran parte en la contienda. Algunas señoras y señoritas, como en la época de la independencia, costearon armas y grabaron sus nombres en ellas para entregarlas a sus amigos y queridos".
 
Continuaba el columnista haciendo un llamado a las señoras de las clases acomodadas para que participaran en la guerra de forma más entusiasta porque, "entre nosotros triste es reconocerlo, el entusiasmo está en el hombre del pueblo y cuando más en el de la clase media, pero no sube a la clase elevada. Nuestras matronas con su corazoncito de pollo, se han olvidado completamente que son las nietas de Paula Jaraquemada, de Javiera Carrera y de otras mujeres de alma grande y levantada que alentaron con su bello ejemplo a los proceres de nuestra independencia".
 
Más adelante en su artículo, Suárez señalaba cual sería el rol que las damas requerían cumplir en la guerra puesto que "la patria es ante todo. Nuestras virtuosas damas deben asumir en la presente guerra el importante papel que les corresponde: colectar erogaciones para proporcionar armas al gobierno; dar bailes y tertulias con el mismo objeto; influir con las madres de familia para que no se opongan a que sus hijos partan a la guerra, y hacer propaganda en este sentido: he ahí su papel, útil e importante".
 
Aunque reconociendo que, toda madre tiende a hacer todo lo posible para que su hijo no sea enrolado en la guerra, apelaba al patriotismo para que esto no sucediera. "Ahora mismo conocemos en Santiago muchos jóvenes valientes y animosos que, si no van a la guerra, es porque sus madres no se lo permiten. ¿Qué hijo puede haber mejor empleado que el que muere en defensa de la patria?... ¿Se han olvidado nuestras señoras de la historia de las patriotas matronas que acabamos de nombrar? Paula Jaraquemada de Martínez, después del desastre de Cancha Rayada (1818), salió en Pirque al encuentro del General San Martín y allí mismo le presentó a su hijo de 18 años y a todos los inquilinos de su hacienda para que fueran combatir por la patria... Parece que nuestras madres de familia no han heredado la abnegación ni el patriotismo de sus abuelos. Hay egoísmo en impedir que un hijo, por querido que sea, parta a la guerra a defender su patria, que es lo más amado en el mundo, porque todo lo debemos a ella".
 
Pocos días después, el mismo periódico publicaba un artículo, sin especificar su autor, dirigido a las señoras porteñas y les daba ideas de como ayudar. "Las señoras de Valparaíso que hasta ahora no han asumido la actitud que reclaman las circunstancias y que es de esperar de ellas en virtud de su espíritu público y de su amor a la patria, tienen un vasto campo en que prestar sus servicios, sin necesidad de salir del círculo de sus labores ordinarias... si las señoras de Valparaíso se reuniesen y fundaran un taller de costuras para hacerse cargo de la confección y composturas de uniformes, harían indudablemente un gran bien al país, activando de ese modo los equipos del ejército o guardia nacional y ahorrando dinero al erario público"-
 
El hecho de que las mujeres no cooperaran era sólo porque hasta el momento no se les había ocurrido como hacerlo. "No creemos que sea buena voluntad lo que falta al bello sexo porteño, sino más bien la iniciativa de alguna persona respetable y de influencia que sepa dar el ejemplo poniéndose a la acción condecidido y patriótico entusiasmo".
 
El Constituyente de Copiapó, también hizo un llamado a las señoras suplicándoles para que cooperaran. "La Junta Directiva...ha acordado proveer de blusas a los voluntarios del Batallón Atacama, y para ello solicitaron la cooperación de todas las señoras y señoritas de Copiapó".
 
Después de la toma de Pisagua muchos heridos fueron trasladados a Copiapó. Debido al escaso personal médico existente en esa localidad, El Estandarte Católico, hacía un llamado a las señoras: "convendría también que las señoras fueran durante el día al hospital a prestar sus servicios personales en lo que puedan servir a tantos heridos".
 
Formas de Participación Femenina en las Ciudades
 
En efecto, tal como decían los periódicos, cuando recién se declaró la guerra, la ayuda femenina abarcó la confección de hilas principalmente porque se sabía que eran un elemento indispensable en las ambulancias. Sin embargo, conforme pasaban los meses, esta cooperación abarcó nuevos ámbitos desarrollados en forma individual o colectiva, ya sea desde su casa habitación, a través de la Iglesia o el hospital.
 
Durante la preparación del ejército "se formaron comités en las cabeceras de provincias y departamentos encargados de recibir erogaciones para la adquisición de telas para el uniforme y confección de prendas interiores para la tropa. Las señoras formaron talleres en sus casas, a los cuales acudían niñas de toda condición a trabajar en la costura... En este delirio bélico, cada cual contribuía en la medida de sus fuerzas".
 
Esta ayuda, fue reconocida no sólo por la prensa sino también por los propios contemporáneos que participaron en ella. Este es el caso de Arturo Benavides, quien informaba que después de la toma del Huáscar, "el gobierno adquirió elementos bélicos; en diferentes pueblos se organizaron nuevos cuerpos, reputados médicos tomaron a su cargo las ambulancias y hospitales de sangre, secundados por distinguidas damas y niñas de las más destacadas familias de la capital".
 
Otras cooperaron ayudando a escribir cartas a aquellas mujeres que eran analfabetas y tenían a algún pariente en el campo de batalla. El Nuevo Ferrocarril afirmaba "que 20 a 50 cartas salían diariamente al norte escritas por honorables damas de la sociedad".
 
La participación de la mujer chilena a veces llegaba por caminos insólitos, como fue el que le ocurrió a un soldado chileno quien siendo prisionero de los peruanos era trasladado en tren desde Moliendo. Este se detuvo en Pampa de Arriero y allí se encontró con una chilena la cual, "en cuanto nos divisó se vino al pie de nuestros carros y empezó a repartirnos agua con maternal solicitud... ¡Pobrecitos -nos decía con la voz quejumbrosa-, deben venir muertos de sed! Si yo hubiera sabido que venían, los hubiera esperado con alguna cosita para el camino; pero no sabía nada. Sólo ahora al pasar el tren, corrió por el pueblo que iban los prisioneros. Y les traje agüita que sea ¿No es cierto? Yo soy chilena, soy de Valparaíso. Aquí en el pueblo me respetan porque estoy casada con un peruano"
 
Otras mujeres actuaron viajando al lugar mismo en que se desarrollaban los acontecimientos bélicos, para dar un apoyo moral a los soldados, lo cual fue destacado por la prensa. "La acción que estas distinguidas señoras chilenas han llevado a cabo, da una prueba bastante elocuente del audaz carácter del chileno, da una prueba de que aún en los corazones femeniles se encuentra la energía y el valor. Esposas de respetables jefes del ejército quisieron llegar hasta ellos, en medio de los campamentos y compartir aunque fuera por breves instantes, las incomodidades y el mal clima de aquellos lugares".
 
Entendiendo que la lectura puede ser un paliativo para el aburrimiento de las largas estadías en los campamentos del norte, señoras donaron libros. Otra envió periódicos atrasados a los soldados para que se entretuvieran leyendo: "una señora ha tenido la bondad de remitir un paquete de los últimos números de El Mercurio para proporcionar lectura a la tropa del Regimiento N°2 de Artillería, sin fijarse en determinada persona".
 
La llegada a Valparaíso de los sobrevivientes de la Esmeralda produjo honda repercusión en las damas, por lo cual "entre algunas amigas y vecinas hemos acordado adornar los frentes de nuestras habitaciones el día de la llegada del bravo Uribe y sus demás compañeros. En Limache se le dio un homenaje a Condell en su viaje desde Valparaíso a Santiago y "todo el pueblo acudió a la estación: las señoritas, provistas de ramilletes y coronas de flores, abordaron por decirle así, los vagones y a porfía se apresuraban a manifestar a los bravos marinos los sentimientos de admiración que llenaban sus almas de ángeles".
 
No faltó tampoco la señora, que a pesar de sus escasos recursos económicos, cooperó con limosnas. "El Sábado se nos presentó Manuel Jesús Medina, Sargento 2.° del batallón Rancagua, para pedirnos que diésemos las gracias en su nombre a una señora que andaba modesta y cariñosamente haciendo limosnas a los militares enfermos que desembarcaron del Paita... Diez centavos solamente recibió el Sargento Medina, pero con tanto agradecimiento, hoy sobre todo que ya están olvidándose de los pobres soldados, que él ha guardado la moneda como una verdadera reliquia".
 
También otras damas utilizaban su profesión como un medio de poder ayudar en la guerra. Es así como una matrona ofrecía sus servicios: "Irene López: discípula de don Estanislao del Río, antiguo profesor de partos, ofrece sus servicios al público, y gratis a las esposas de los soldados del Ejército Chileno. Su domicilio calle de Caracoles N° 6, Antofagasta"
 
Las ayudas y donaciones femeninas abarcaron todos los medios, los cuales fueron desde un pañuelo hasta el obsequio de un barco. Se recolectaba dinero a través de conciertos de beneficencia, rifas, bazares, funciones teatrales y composición de "una preciosa mazurka titulada la "Victoriosa".
 
También se donaba ropa como camisas, calzoncillos, sábanas, pañuelos, chalecos. "Las señoritas encargadas de reunir objetos para los heridos de nuestro ejército han conseguido lo siguiente:
 
216 camisas, 234 pares calzoncillos, 36 fundas para el hospital, 25 pares sábanas, una bolsa ropa usada, hilas y vendas, 4 pañuelos, 3 camisas blancas, 3 pares calzoncillos casimir, 2 paletoes paño, 1 blusa brin, 1 chaleco, 1 par medias lana, 1 casaca para militar, 1 cajón cristales para botica". Los donativos abarcaban elementos como paño a crochet para guantes, cinturón, collar de azabache, peineta de moño, collar, un par de pulseras, almohadilla.
 
La donación de dinero era algo que la prensa destacaba a diario que podía ser de pocos pesos a miles de ellos. A otras señoras les preocupaba la salud de los combatientes y por ello enviaban naranjas para el ejército y armada en campaña.
 
También las damas, tanto dotaban de estandartes a los batallones, como confeccionaban coronas de flores para los soldados.
 
La cooperación femenina abarcó Chile de norte a sur. En Caldera, en La Serena "se han colectado $205,88 para el socorro de viudas y huérfanos"; de Melipilla "han mandado al norte una caja con hilas, vendajes y almohadillas, hechos en las horas de recreo"; "varias señoritas de Doñihue ofrecieron al gobernador de Rancagua coser toda la ropa para los soldados del batallón Rancagua", y en el extremo sur, "la comisión de señora nombradas en Ancud para colectar erogaciones para la guerra, ha reunido la suma de $5.840 pesos" y "mujeres de Chiloé recolectaron 5840 pesos para la guerra".
 
El profundo sentimiento religioso que albergaban la mayoría de las damas de aquella época, también contribuyó a la cooperación en beneficio de los más necesitados durante la contienda. Las chilenas residentes en Roma consiguieron una audiencia con el Papa León XIII donde "pidieron a S.S. que bendijese al ejército de Chile, y él lo hizo inmediatamente con mucha unción".
 
En Concepción, las socias de la Congregación de Hijas de María siguiendo los consejos del arzobispo y "acompañadas de otras señoras de esta ciudad, han pedido a sus habitantes erogaciones y subsidios para los gastos de la guerra y necesidades del ejército y muy especialmente para ayudar a costear una ambulancia u hospital militar... Deseamos trabajar por nosotras mismas y por medio de otras señoras y de las comunidades de religiosas de esta ciudad, la ropa y útiles de cama para los enfermos y para proveerla referida ambulancia".
 
A través de rogativas se imploraba por el buen resultado de las batallas. "Según los informes que nos proporciona una beata se ha empezado a hacer rogativas en la Iglesia de la Merced para obtener del Dios de la Guerra, el triunfo de las armas chilenas en la actual contienda con Perú y Bolivia".
 
Para dar asilo y alimento a las desgraciadas mujeres que por cada vapor llegaban del norte, mientras lograban trabajo, el Gobernador Eclesiástico Mariano Casanova reunió a un grupo de señoras con el objeto de implementar la ayuda social necesaria.
 
Monseñor Casanova expuso que las "hermanas de la Providencia, ofrecieron su espaciosa casa para asilo de estos desgraciados mientras dure la actual necesidad y que de algún modo podrían atender a los pobres, si se les proporcionaban los medios indispensables... Todas las señoras presentes aceptaron con generoso entusiasmo este proyecto y ofrecieron su más activa cooperación y decidido empeño... Quedaron todas las señoras encargadas de solicitar del vecindario limosnas, camas, artículos de consumo y útiles de comedor, en especial platos y cucharas usados, a la mayor brevedad posible".
 
Almas caritativas donaron terrenos para construir casaspara las viudas y huérfanos. "La señora Manuela España de Herboso no desmaya un momento para llevar a feliz término el noble y hermoso pensamiento de fundar en Quillota un asilo para las huérfanas de la guerra actual".
 
Las religiosas de diferentes congregaciones ayudaron en forma permanente durante toda la guerra principalmente en hospitales como por ejemplo las Hermanas de la Caridad, las cuales "aceptando gustosas el servicio de nuestros heridos, desalojando sus propias habitaciones para asilar a los enfermos, y cuidando con angelical desvelo a nuestro soldados en los hospitales militares, merece bien de la patria y su puesto de honor en la manifestación pública que se hace como recompensa de útiles y meritorios servicios".
 
Los heridos de los campos de batalla, una vez trasladados a las ciudades, encontraron justamente en estas religiosas un consuelo a su dolor. "Existen mujeres, toda dulzura y caridad, abnegación y cariño: estas mujeres, se habrá comprendido; son las monjas de los hospitales".
 
Otra congregación que ayudó en forma destacada fue la de San Vicente de Paul. "Ya están entre nosotros 6 hijas abnegadas de San Vicente de Paul, dirigidas por la madre Luisa, verdadera madre de los menesterosos dolientes del hospital de San Juan de esa ciudad. El día de la llegada a esta ciudad fue una verdadera fiesta para los militares. Un crecido número de gente se apiñaba en la explanada, bregando por acercarse a recibir a los ángeles de la caridad cristiana... Ya puede el soldado correr gustoso a defender los derechos conculcados de la patria, al campo de batalla; que no le faltará una mano amiga que restañe la sangre que vierta... lo que hemos podido ver y apreciar de cerca la decisión y empeño de estas santas mujeres por aliviar al que sufre, por dar la mano al caído indigente y apartarlo del camino extraviado, no podemos menos que felicitarnos de tan buena compañía... Confiado el hospital de sangre a la dirección de dos buenos sacerdotes, de hoy más contarán los enfermos con los tiernos y cariñosos cuidados de las hermanas, único vacío que se notaba en este necesario establecimiento".
 
El Estandarte Católico destacaba que la Comisión Sanitaria "ha recibido con viva complacencia el caritativo y patriótico ofrecimiento de la Asociación de Señoras de la Caridad de San Vicente de Paul que Ud. como digno capellán y director le transmite, para recibir y asistir a sus propias expensas 30 heridos, suministrando esta comisión el servicio quirúrgico que necesiten".
 
Constituyó una preocupación permanente para la Iglesia, el apoyo tanto moral como espiritual para el soldado. Es por ello que los capellanes enviados al norte otorgaban este auxilio a la población civil y militar de la zona. Uno de los puntos más importantes lo constituía el poder conferir el sacramento del matrimonio tanto a los militares sanos como enfermos.
 
Fuente: Larraín Mira, Paz, La Presencia de la Mujer Chilena en la Guerra del Pacífico, Centro de Estudios Bicentenario: Universidad Gabriela Mistral, Santiago, 2006, P.125.

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