martes, 5 de mayo de 2020

Las razones esgrimidas de las cantineras chilenas para ingresar

 [Fotografia de Irene Morales, la cantinera mas famosa]

Los batallones que en Febrero y Marzo de 1879 fueron destinados a Antofagasta, contaron con un número variable de cantineras que estaban previamente autorizadas; incluso en algunos de éstos existieron plazas destinadas a esos efectos.

Sin embargo, llegar a ocupar el puesto de cantinera no era fácil. Primero la mujer interesada tenía que solicitar permiso al regimiento, el que aceptaba sólo un cierto número de postulantes. Si su solicitud era rechazada, la interesada podía dirigirse al Comandante del mismo regimiento, quien determinaba su aceptación o rechazo*1.


Otro medio que utilizaron las mujeres fue inscribirse en los registros de los soldados, para desempeñar el oficio de cantineras o el de hermanas de la caridad, auxiliando a los heridos y a los guerreros en las batallas.

Vicuña Mackenna informaba que recién declarada la guerra se alistaron mujeres en el ejército expedicionario. Estas viajaron desde Valparaíso a Antofagasta, Caracoles y Mejillones, viéndose así junto a la tropa "el espectáculo de las primeras cantineras, que a la par con el soldado, se aprestaban para arrostrar las fatigas y los peligros de la guerra".

Al parecer el hecho de ser cantinera era muy conceptuado, y ello explica porqué varias señoritas se ofrecieron voluntariamente para cumplir ese cometido no mostrando temor ante los peligros a los que se verían expuestas*2. El Mercurio comentaba que en Santiago "en las orillas del río Mapocho en el barrio del Arenal, las mujeres hacen ejercicios, porque dicen que a ellas les corresponde pelear con los peruanos. Tienen una muestra de lo que valen las mujeres de Chile en la Sargento Candelaria, la heroína en la toma del Pan de Azúcar".

Entre los argumentos más repetidos por las mujeres, al tiempo de presentarse en los regimientos, para que su solicitud fuera aceptada, era el querer ayudar a los enfermos: "Amalia Wavajaski se ha ofrecido para marchar al litoral como cantinera y atender allí a los enfermos". Otras consideraban que era porque ya había tomado la determinación de ir: "¡me voy y nadie me lo impide!". Otro argumento fue que con su presencia se quería ayudar a poner fin a la guerra.

A veces la prensa les reconocía el papel que eventualmente podían cumplir en el campo de batalla, como el hecho de saber usar un rifle: "4 robustas damas llevan el Batallón Atacama N° 2. Entre ellas va una joven bastante bien parecida y no contará arriba de 18 abriles. Una de éstas de antemano se había ejercitado en la puntería y más de una vez dio en el blanco, cuando los voluntarios se dedicaban a este ejercicio. De manera, pues, que de caer alguno de los soldados de la compañía a que ella pertenece, de seguro que su rifle no quedará botado al lado de la víctima".

Con tal de ir al norte, otras veces las mujeres, se prestaban a usar ciertos subterfugios, como el de disfrazarse de hombre: "una de las cantineras del Batallón N° 2 Aconcagua, dadas de baja por el señor Marchant a causa de no haber como vestirlas, según se dice, ha dado una prueba de alto patriotismo y firmeza de carácter de la mujer chilena. No pudiendo conformarse con no poder prestar servicios a la patria en la presente guerra como la fuerza de su sexo lo permitían, resolvió sentar plaza de soldado en su querido batallón. Al efecto, cortó con mano firme su cabellera y vistiendo el burdo traje del campesino, a la vez que ocultando como era posible sus formas acusadoras, se presentó al cuartel y logró figurar en las listas del batallón en calidad de soldado raso. Muy poco duró sin embargo, la satisfacción de su deseo, fue descubierta por sus jefes y dada de baja. Ninguna observación se nos ocurre a propósito de la última medida tomada por los jefes del batallón; pero sí nos atrevemos de calificar de demasiado terco y sin gracia alguna el hecho de remitir, como se hizo, a la ex-cantinera y ex-soldado a disposición del juez del crimen. Si la ordenanza militar así lo autoriza, creemos que este rígido código deja, sin embargo, alguna buena parte de juicio y buen criterio de los jefes. Es necesario no tomar con tanta seriedad actos que si algo merecen no es por cierto la cárcel. Así se nos dice, lo ha comprendido el recto e ilustrado señor juez letrado don Emigidio Guerra, quien dejará en libertad a esa pobre mujer, más digna de aplauso que de castigo".

*1 El Mercurio, Valparaíso, 12 de agosto de 1880, p. 2: "Ayer se nos presentó una entusiasta dama, decentemente vestida, que a toda costa quiere ir a la guerra como cantinera del Regimiento Valparaíso. Se llama... pero sólo daremos sus iniciales, E. G. Desgraciadamente no quieren aceptar sus servicios, porque primero los ofreció al cuerpo y le dijeron que no tenían plaza de cantinera; después presentó una solicitud a la Intendencia, y le contestaron que eso dependía exclusivamente del coronel del regimiento; por último ha acudido a nosotros, y nosotros todo lo que podemos hacer es agradecerle su buena voluntad por servir a la patria y acceder a su deseo de publicar estas líneas para que, como nos dijo indignada, llegue a conocimiento del Congreso que no quieren admitirla con servicios de cantinera voluntaria".

*2 El Mercurio, Valparaíso, 18 de marzo de 1879, p. 3. "Solicitud patriótica: Señor comandante de Armas. Sr.: Al ver a mis compatriotas arrimados de un verdadero entusiasmo marcial, hoy que nuestra querida patria nos llama hacia sus filas, para combatir a un enemigo extranjero yo, como ciudadana chilena, no puedo menos que ofrecer mis débiles esfuerzos en favor de nuestra causa, impulsada por el mismo patriotismo; y así deseo ingresar a las filas de la Guardia Nacional en la clase de cantinera. La pólvora y las balas no me asustan, y bien podré cuidar a los heridos en medio del estruendo del combate. No quiero quedar desairada en mi justa petición, porque lo mismo puede servir a la patria una mujer que un hombre cuando no falta corazón y se tiene un sacrosanto amor a la patria. Soy de usted atenta y segura servidora -Josefina Carvallo-"(La Patria. Caracoles). Esta carta de Josefina Carvallo también la reprodujo Vicuña Mackenna. Benjamín: Campaña de Tarapacá..., Tomo I, pp. 250-251.

Fuente: Larraín Mira, Paz, La Presencia de la Mujer Chilena en la Guerra del Pacífico, Centro de Estudios Bicentenario: Universidad Gabriela Mistral, Santiago, 2006, P. 34.

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