(EL PERUANO, diario oficial.)
Lima, Abril 4 de 1879.
Nuestro deber.
Ha llegado el momento en que, agotados todos los medios que aconsejaban el amor a la paz i el deseo sincero de evitar un conflicto entre dos repúblicas hermanas, el Perú se levante lleno de abnegación i de enerjia para defender su bandera; ha llegado la hora en que todos los peruanos deben agruparse alrededor de las autoridades, de que pongan al servicio de la patria todas sus fuerzas, practiquen todas las virtudes que el patriotismo encierra e inscriban lluevas i gloriosas pajinas en la historia nacional.
El Perú se vio amenazado por Chile, que tan poco respeta los intereses americanos; vio que se proclamaba una doctrina absurda, condenada por todos los tratadistas, como jèrmen fecundo de desórdenes i de guerras; vio que se trataba de romper los tratados que aseguran los derechos de todos los pueblos del continente; escuchó la palabra reivindicación, que importa una amenaza contra la soberanía i la integridad territorial; presenció los aprestos bélicos, en grande escala, para ahogar a un Estado que no podia defenderse por el momento; asistió con calma i con dignidad al sacrificio de los principios que rijen las relaciones americanas i el sacrificio de un vecino i de un hermano.
Su actitud fué de conciliación amistosa: ofreció primero sus buenos oficios i después su mediación en forma, sin obtener en cambio sino el rechazo, que no tiene ejemplo, de sus levantados propósitos. Chile fué mas lejos: atropello a dos de nuestros ajentes consulares, lanzó el primero el insulto en su prensa i en sus plazuelas; i como si no bastasen tan incomprensibles escándalos, nos declara hoi la guerra.
¡La guerra al intermediario que habla el lenguaje del derecho, de la conciliación i de la buena fé; la guerra al que insinúa medios de avenimiento i de arreglo, manda plenipotenciarios con tal objeto i propone soluciones tranquilas; la guerra a quien solo interviene para evitar una lucha escandalosa que desprestijie a toda la América!
Hé aquí una inconsecuencia que es imposible esplicarse, i que revela el ardiente deseo de que corra la sangre, en unos países, en unos tiempos i bajo instituciones esencialmente liberales i humanitarias. Hé allí un suceso que no podrán comprender las jeneraciones futuras: la guerra para el amigo que trata de cortar la discordia!
Pues bien. Tal declaración manifiesta tendencias que es preciso abogar en todo el vigor posible. El Perú va a desempeñar un papel digno de la civilización; i tiene la obligación de obtener la victoria; pero una victoria completa, que encierre seguridades para el porvenir. Los principios que va a defender valen la pena de sacrificar la tranquilidad, los bienes materiales i hasta la existencia. Hagamos la guerra; pero hagámosla en regla. Sea el Perú un solo hombre armado que no cede si no triunfa.
La reacción será sumamente benéfica i favorable; nos hallará a la altura de un pueblo que no busca ni quiere sino que se acaten los principios eternos de justicia; que no domine en América la audacia del primer aventurero que se lance a conquistar ajenos territorios; que los tratados, ni los vínculos de estos países, ni la civilización, no sean una engañosa mentira.
Organicémonos pues. Preparémonos a la victoria, sin demora i sin desorden. Ha llegado el instante de hacer un llamamiento al patriotismo peruano, que respondió en 1821 con las batallas de Junin i Ayacucho, i en 1864 con la gloriosa jornada del 2 de Mayo de 1866. Todo lo debemos poner hoi a su servicio.
En cuanto a nuestros soldados i marinos, en la situación actual del Perú, no deben tener sino una consigna: o vencer o hundirse para siempre antes que dar un solo paso atrás.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos
oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra
que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo
documentos inéditos de importancia Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 210.
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