lunes, 24 de agosto de 2020

Exploración en territorio boliviano: parte oficial del comandante J. M. 2° Soto

 [Fotografia de José María Soto]

Señor Comandante de Armas de Calama:

Paso a dar cuenta a V. S. del resultado obtenido en la segunda excursión de reconocimiento que se ha hecho en el territorio enemigo, durante el tiempo que he permanecido de jefe de esta plaza.V. S. recordará que cuando vino mi relevo, tenía en el interior a la partida de voluntarios de Atacama, compuesta de 14 de éstos y 2 Cazadores a caballo. Pues bien, esta fuerza, al mando del teniente don Ramón Varas, tenia la orden de irse a colocar en observación de las remesas de toros que pasaban para el enemigo por el camino del Huasco, distante de esta plaza como 80 leguas al Noroeste. En aquellos parajes debían esperar al que suscribe, que tenía el propósito de llevarles recursos, y sobre todo, unas carabinas que habían prometido remitir de Antofagasta, por cuanto estos voluntarios solo andaban armados con un sable y un mal revólver. Desgraciadamente estas armas no llegaron, y lo que entorpeció más el éxito de esta expedición, fue la circunstancia de que en esos días tuvo lugar el relevo de esta guarnición, incluso el del que suscribe.


Me ocupaba de la entrega de esta plaza, cuando recibí la correspondencia del teniente Varas, que participé a V. S, y en la que me pedía auxilios de víveres y más tropa, por cuanto se anunciaba la pasada de dos remesas, con más la de 200 caballos que remitían al enemigo. Con tal motivo, V. S. me ordenó salir con el auxilio pedido, y al efecto, el 23 del próximo pasado me puse en marcha con 5 Cazadores y 3 voluntarios, llevando 4 cargas con víveres y forrajes; pero, y aunque mi marcha la hice bien precipitada, tanto de noche como de día, no fue posible llegar en tiempo oportuno para asegurar el éxito completo de esta expedición.

Sin embargo el día que arribé al cerro del Miño, distante como 95 leguas al Noroeste de esta plaza, tuve el gusto de anunciarle la remisión de 77 toros que se habían tomado en el alto de Chacarillas, 30 leguas mas al Norte aun.

Con el envío de esta remesa me anunciaba el teniente Varas que unos 8 hombres de su partida, al mando del voluntario José Zepeda, se dirigían al encuentro de una segunda remesa que venía cerca, camino de San Pedro, mientras que él, con el resto, observaba otra ruta, aunque con muy poca esperanza de tomar los caballos, porque los remeceros apresados le habían dado a entender que estos debían pasar por un camino mucho más al interior. Esta noticia me hizo forzar mi marcha con el fin de reunirme pronto a la partida y asegurar la segunda remesa, aunque más no fuera. En una jornada más, llegué pues al lugar designado como alojamiento del teniente Varas, y no dejó de sorprenderme cuando en el citado lugar no encontré vestigio alguno de su paradero. Sin embargo, avancé más al Norte en su busca y hasta el punto en que el guía era baqueano de aquellos lugares.

Esta contrariedad me hizo regresar al alojamiento de¬signado con el fin de esperarlos en aquel punto de reunión.

Con la confianza, pues, del que va a un lugar recién conocido, marchaba con el voluntario Cortés, como a las 2 cuadras a vanguardia del piquete, cuando divisamos a corta distancia que 2 hombres (con seguridad uno jefe u oficial, y soldado el otro) nos dispararon dos balazos que en el acto fueron contestados; así en observación y como reconociéndolos, cambiamos un segundo tiro que ocasionó la pronta salida de entre unos ruinosos edificios que hay en aquel lugar, de no menos de 15 a 20 infantes que nos principiaron a hacer un fuego graneado con buen armamento. Me retiré, pues, a prevenir a los pocos que me acompañaban, después de ordenar las retiradas de las cargas, volví a hacer frente con los 5 Cazadores, más por reconocer el número del enemigo que por alcanzar una victoria que desde luego juzgué muy aventurada por el ventajoso lugar que ocupaban.

Después de un ligero tiroteo, conseguí hacer salir de sus trincheras al enemigo y pude reconocer que su número de de 25 a 30 infantes de tropa regular y bien armados de Chassepot, a juzgar por el fuerte silbido que producía la bala. Este conocimiento y la circunstancia de haberlos oído hablar de caballería que esperaban, me hizo buscar pronto la partida del teniente Varas para advertirle la cortada que nos tenían preparada en aquella quebrada.

Al efecto, y aunque sin baqueano para aquellos lugares, principié a internarme con las precauciones del caso.

Habríamos avanzado como una legua, cuando notamos la aproximación de una partida de caballería, que en los primeros momentos se había tomado por enemiga, pero que felizmente resultó ser la nuestra. Aquí supe por Varas que 8 hombres de su partida se habían avanzado a 4 leguas más al interior de San Pedro y logrado tomar la segunda remesa, con la correspondencia que a V. S. acompaño; pero que habiendo sido también atacados y sorprendidos por una partida enemiga de 40 hombres entre infantería y caballería, se habían visto obligados, como era natural, a abandonar la presa hecha, después de haber sido gravemente herido el jefe de nuestro piquete, valiente voluntario José Zepeda.

Una vez pasada la impresión del salvador encuentro, procedí a organizar la tropa, y con el número de 16 hombres de armas que podía disponer, volví al ataque. El enemigo, que de una altura observaba nuestro movimiento, se replegó a sus naturales trincheras y se dispuso a impedirnos el paso. En tales condiciones, sostuvimos, pues, un tiroteo, sin haber conseguido otro resultado que hacerles una baja y hiriéndoles unos tres o cuatro, según opinión general; porque al enemigo le favorecían mucho las condiciones del terreno que ocupaba, y era así que sus fuegos eran bien cubiertos y nuestra caballería no podía obrar sino de infantes. Viendo que el día terminaba y escaseaban las municiones de los 2 rifles y 13 carabinas que solo tenía mi tropa, ordené un movimiento de flanco que, protegido por los mejores tiradores, nos facilitó el paso sin haber experimentado desgracia alguna, dejando al enemigo en sus trincheras, que si llegaba a abandonar, era solo por cortos instantes.

Esto tuvo lugar como a las 5 P. M. del día 28 del pasado.

En el resto de nuestra marcha para llegar a ésta, no se experimentó contratiempo alguno, y se tomaban todas las precauciones que el caso requería, por cuanto ignorábamos aun si el destacamento de Santa Bárbara, que solo cuidaban dos hombres, había sido o no tomado por el enemigo que, según supimos en el interior, existía en número regular en Canchas Blancas y aun en Viscachilla. Felizmente, nada había ocurrido, y solo encontramos en aquel punto 9 toros de los 77 que habíamos mandado y que por despeados no habían podido continuar su marcha a ésta.

En esta secunda excursión he admirado una vez más, señor Comandante de Armas, lo bien servido que tiene el enemigo su espionaje, pues que antes que yo llegase al término de mi jornada, ya habían mandado avisar de mi partida, de la poca gente que llevaba, tanto de aquí como de Chiuchiu. Esto se supo por uno de los remeceros que se habían tomado en San Pedro, cerca de cuyo lugar se encuentra con fuerzas de la quinta división un coronel Gorrona y sin embargo, por nuestra parte se persiste aun con inocente credulidad en la fementida neutralidad de quién sabe cuánto encubierto enemigo.

Por la correspondencia que acompaño a V. S., y que se tomó a los conductores de la segunda remesa en San Pedro, se ve que la división enemiga se ha movido de Cotagaita en los primeros días del pasado. También dice uno de los remeceros tomados con la primera partida de toros, que al pasar por San Cristóbal le habían dicho que ahí había 600 hombres de la quinta división, y que solo esperaban que llegaran 700 más para tomar la ofensiva.

Expone también que en Canchas Blancas se estaba haciendo acopio de forraje, y a ser cierto todo esto, nada de extraño tendrá que el día menos pensado el enemigo tome posesión de Atacama y otros puntos inmediatos, a pesar de la autorizada opinión de muchos de mis compañeros de armas.

Para terminar esta relación, solo me resta decir a V. S. que de los nueve vacunos que por despeados quedaron en Santa Bárbara, gratifiqué con cuatro a los voluntarios y con uno al valiente y alentado José Zepeda, quien, a más de haber resultado bastante herido, perdió su caballo, monturas y otras prendas en el encuentro ocurrido en San Pedro el día 27 del pasado. Juzgo que este pequeño obsequio solo importa un acto de equidad y justicia reclamado por los servicios de estos voluntarios, pues creo que en manera alguna pueden estar medianamente recompensados los sacrificios y penalidades pasadas en sus excursiones con el sueldo de 20 pesos que se les tiene asignado. Mas, como bien conoce el que suscribe no estar autorizado para tomar esta medida, por justa que se considere, desde luego se hace responsable con sus haberes por el valor de dichos animales, si la determinación tomada no mereciere la aprobación superior.

Concluyo manifestando a V. S. que toda la tropa ha estado siempre a la altura que reclamaban las circunstancias, particularmente el teniente don Ramón Varas y voluntario José Zepeda, que siempre han sabido colocarse en el puesto que les corresponde, como jefes inmediatos.

Calama, Noviembre 2 de 1879.

J. M. 2º SOTO.

Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso, 1885, P. 261.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario