miércoles, 12 de agosto de 2020

Comunica el viaje a Chile del Diputado argentino don Miguel Cané, y otras noticias relativas a él

[Fotografia de Miguel Cané]

NUM. 231.  LEGACION DEL PERU EN LAS REPUBLICAS DEL PLATA.

(Confidencial.)

Buenos Aires, Noviembre 8 de 1879.

Señor Ministro:

El señor don Miguel Cané, Diputado al Congreso de la Nación y que ocupa una distinguida posición social, ha sido una de las personas más decididas por nuestra causa y ha coadyuvado poderosamente en las Cámaras, para conseguir el rechazo de los tratados que este Gobierno había celebrado con Chile. Este señor ha marchado hoy por tierra para Chile, de donde pasará al Perú; y a solicitud suya, le he dado cartas de recomendación para sus excelencias los señores Presidente y Vicepresidente de la República, y para V. S.


Aunque el viaje del señor Cané, según él asegura, solo tiene por objeto estudiar de cerca los acontecimientos del Pacífico y acercarse al doctor Sáenz Peña, que milita en nuestras filas debo comunicar a V. S. lo que he podido descubrir en las dos últimas conferencias que con él ha tenido y en las que nos hemos ocupado, no solo de la guerra del Pacífico, sino también de la cuestión chileno   argentina.

En la primera le expliqué de nuevo, muy detenidamente, aunque en anteriores ocasiones habíamos hablado sobre esos asuntos, el origen de la guerra, el objeto del Tratado de Alianza y la conducta del Gobierno chileno, que había incitado a la traición al General Daza, en dos ocasiones. Ocúpeme después de la cuestión de límites con Chile, llamando su atención sobre las últimas publicaciones de los señores Amunátegui y Vicuña Mackenna, en las que se revelaba con claridad la resolución de Chile de no ceder a sus pretensiones sobre el Estrecho y parte de la Patagonia. El señor Cané se manifestó decidido a sostener siempre los derechos de su país; y en el calor de la discusión me dijo: yo descubriré las últimas pretensiones de los chilenos y les presentaré un ultimátum, fijando como límite la cordillera de los Andes. Esto me indicaba que tenía una misión oficial, a pesar de haberme asegurado lo contrario; y con el mapa a la vista le manifesté la inconveniencia de ese límite, de modo que quedó completamente convencido; pero no pude descubrir si se lo había o no encargado alguna misión secreta.

Al día siguiente estuve con el señor Ministro de Relaciones Exteriores y tampoco pude adquirir la certidumbre de que el señor Cané llevase a Chile misión oficial, habiendo solo obtenido del señor González que me manifestase la necesidad en que estaban de mandar un Agente diplomático a Santiago.

En la segunda y última conferencia con el señor Cané, me dijo que había conferenciado con el señor Ministro de Relaciones Exteriores y con S. E. el Presidente, que se hacían los mayores esfuerzos para conseguir buques blindados en Europa, pues no podían obrar, por falta de los elementos necesarios; y que no sabía el tiempo que permanecería en el Pacífico, por que el Presidente le había dicho que era probable que necesitase allá de sus servicios. Me agregó que en ningún caso renunciaría al Estrecho de Magallanes.

Yo creo posible que el señor Cané lleva una misión secreta y credenciales que presentaría en un caso dado; pero si es así, se ha guardado y se guarda tan absoluta reserva, que ni un empleado del Ministerio que generalmente ha estado al corriente de lo que ocurre, sabe una sola palabra a este respecto.

El señor Encargado de Negocios de Chile sin conocer al señor Cané, le ha mandado cartas de recomendación, e instándole a que las admita y haga uso de ellas.

Ofreciendo a V. S. poner en su conocimiento cuanto descubra sobre este asunto, me repito de V. S. atento servidor.

A. V. DE LA TORRE.

Al señor Ministro de Relaciones Exteriores del Perú.

Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso, 1885, P. 42.

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