El señor don Antonio Borrero, ex-Presidente del Ecuador, escribía desde Lima, al señor Vicario Jeneral de Cuenca, la carta que va en seguida:
«Lima, mayo 27 de 1879.
Señor Vicario Jeneral doctor don Manuel Hurtado. Cuenca.
Mi querido Manuelito:
Me tienes en la hermosa Lima, desde el diez de los corrientes. He sido bien recibido por el Gobierno, por la prensa i por nuestros amigos políticos, quienes se han mostrado mui satisfechos por mi llegada. Parece ciertamente que ella ha sido a tiempo, porque aquí todo ha sido anarquía hasta en la redacción del Cotopaxi, que por esta razón ha salido casi siempre no solo incorrecto en la forma, sino inconveniente en el fondo. De hoi en adelante habrá uniformidad i acuerdo en todo; i, por el aspecto que presentan las cosas, parece que no esta mui distante el dia en que tengamos el gusto de vernos, si Dios, como lo espero, nos favorece.
Aquí no se habla de otra cosa que de la guerra con Chile, guerra desastrosa, que causará talvez la ruina del opulento Perú. Todas las probabilidades están de parte de Chile, quien, aunque acaba de perder la Esmeralda, uno de los buques menos importantes de la escuadra chilena, ha visto encallar al frente de Iquique a la Independencia, él segundo de los buques de la escuadra peruana. Nunca he tenido simpatías por el Perú, menos ahora que lo estoi viendo i palpando. Todo es aquí ruido i bambolla, todo bulla i fantasía; pero, en realidad, no hai cosa de provecho.
El sentimiento relijioso no existe, la moral de las costumbres está perdida, lo mismo que el decoro público, los hombres no piensan sino en comer i beber; i las mujeres en vestir a la última moda venida de Paris; la Iglesia es esclava del poder civil; sus prelados ciegos instrumentos del Gobierno; i él Gobierno no piensa en otra cosa que en darse buena vida: ¡cuánta distancia, por todos lados, de nuestro pobre Ecuador al opulento Perú! Dicen que hai aquí almas mui justas; las ha de haber, sin duda, porque, si no las hubiese, llovería fuego sobre lama. En el clero, por lo jeneral, parece que ya está abolido el celibato eclesiástico, en el clero regular, no hai mas relijiosos que los Descalzos, que son observantes; i en los monasterios de mujeres entiendo que no se observa ni la vida común. Los templos no valen gran cosa, i son mucho mejores los de Quito, i hasta la topografía de la ciudad no tiene nada de pintoresco, nada de risueño.
Mil recuerdos al señor Obispo, a quien tuve el gusto de escribirle con la M. Virjinia por el vapor que salió el 22, i conservándote bueno, dispon de tu invariable amigo i afectísimo servidor
A. BORRERO.
Fuente: Boletín de la Guerra del Pacifico 1879-1881, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, P. 276.
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