lunes, 7 de diciembre de 2020

Patricio Lynch, "El Ultimo Virrey del Perú" (Parte II)

 [Ilustración de Patricio Lynch]
 
La guerra es actividad
 
Las negociaciones de los ingleses habían movido a los chinos, bajo la presión de los cañones, a aceptar el pago de una contribución de 26 millones que debían ser aportados por la ciudad de Canton. Como la exorbitante suma no podía ser reunida en el exiguo plazo dado por los ingleses, los chinos solicitaron una prórroga, pero como creyeran ver mala fe en los representantes de Canton, los británicos atacaron con 1.300 hombres apoyados por las naves Calliope, Haycinth y Larn, los fuertes de Amoy y Chusán, matando más de cuatrocientos chinos, mientras ellos sólo tenían algunos heridos. En esta batalla Lynch participó y se dio a conocer por su intrepidez. Pronto se sucedieron otras, especialmente en la toma de Shangai. En esta oportunidad participaron los marinos de la Calliope, con su comandante Herbert y Lynch demostró un gran valor penetrando por un boquete abierto en el fuerte de Chinhae, y clavando la insignia de su jefe en las almenas del reducto.

Su conducta le valió ser condecorado por el Gobierno de S. M. la reina Victoria y después de firmarse el Tratado de Nankin, regresó a Inglaterra, para continuar navegando por distintas partes del mundo, ascendido a teniente de la marina inglesa, recibió el estímulo del Gobierno de Chile de reconocerle el grado y de pagarle con los aumentos correspondientes.

El último barco de la marina británica en que estuvo comandando fue el "poderoso navío de ciento veinte cañones S.M.B. The Queen y en 1847, después de permanecer algunos días en París, dejaba definitivamente la marina inglesa y regresaba a Chile.

En Chile: Amor a primera vista

En su patria ingresó de inmediato al servicio de la marina, y estando en Valparaíso, durante una función de teatro vio sentada en un palco a una dama que le llamó profundamente la atencion "¡Qué mujer!. le dijo al amigo que lo acompañaba. Con esa mujer me voy a casar".

—¡Imposible, hombre! es doña Julia Borgoño, la esposa de un caballero belga, don Hipólito Serruys, propietario de grandes establecimientos mineros en Copiapó.

La joven también había observado al marino y le devolvía su mirada con mucha coquetería. Lynch sintió la flecha de esos ojos y lamentó profundamente que por ser la esposa de otro hombre no podría cumplir ese deseo tan ardiente que lo había invadido en el primer momento.

Poco después, el 6 de enero de 1848, designado comandante del bergantín Cóndor, nave desvencijada y vieja, se le encargó la misión de recorrer los canales del sur, pudiendo navegar hasta el Estrecho de Magallanes y la Isla de Chiloé, reconociendo sus islotes adyacentes. Un año duró su comisión a bordo del Cóndor y a principios de 1849, estando en Talcahuano, supo que Hipólito Serruys había fallecido en Copiapó y su viuda se encontraba en Valparaíso. Demostrando esos impulsos que jamás lo abandonaron, dejó su barco en el puerto y se dirigió al norte, donde contrajo matrimonio, sin solicitar permiso. La superioridad de la Armada lo amonestó severamente, pero a él nada le importó el castigo, feliz de haber realizado este anhelo de su vida: doña Julia Borgoño se había convertido en su esposa.

De Valparaíso a California

Después de su matrimonio, la superioridad de la Armada lo dejó en tierra, dedicado a tareas de oficina y el 17 de julio de 1849, se le concedió permiso sin sueldo para viajar a California. Era la época de la fiebre del oro, los norteamericanos habían firmado con los mexicanos el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, que consagró la soberanía de aquellos sobre la Alta California y luego de la guerra en que estos fueron fueron derrotados, gran cantidad de yanquis, llegaron hasta esas regiones empujados por el descubrimiento que el mayordomo James Marchall, hizo acerca del río Sacramento, de numerosas pepas de oro. La noticia pronto se extendió por el país y llegó hasta las más remotas regiones de América. Los chilenos no fueron extraños al deseo de aventurar en los desiertos de California, además se presentaba la ocasión de realizar buenos negocios comerciales, llevando productos que eran pagados a buenos precios por los buscadores de oro.
 
Dejándose llevar por su espíritu aventurero, Patricio Lynch solicitó permiso sin sueldo, el que como dijimos le fue concedido el 17 de julio de 1849 y al mando de la fragata mercante Diana, partió con un gran número de compatriotas rumbo a las costas de California. La nave llevaba además de los aventureros, un cargamento de productos chilenos que se esperaba vender a buenos precios. La gente que acompañaba a Lynch en este viaje de aventuras, era una multitud abigarrada que esperaba obtener buenos dividendos de ese viaje, fuera como buscadores de oro o como negociantes. Un año duró la aventura de Lynch y en 1850 regresaba al país comandando el transporte Infatigable.
 
La Revolución de 1851
 
Los acontecimientos revolucionarios de 1851, encontraron a Lynch en Valparaíso con el grado de capitán de corbeta. La situación en el país era de gran inestabilidad debido al levantamiento de la provincia de Concepción, con el general don José María de la Cruz. El nuevo Presidente de la República, don Manuel Montt era combatido por una fuerte oposición y su antecesor el general don Manuel Bulnes se había puesto a la cabeza de las tropas leales a Montt para combatir la insurrección.
 
El gobierno trataba de mantener en calma la región central del país, fuertemente trabajada por los revolucionarios, cuyo comité central en Santiago estaba dirigido principalmente por Domingo Santa María. En Valparaíso, el intendente nombrado era el almirante Manuel Blanco Encalada, quien ejercía además la comandancia en jefe de la Armada. Como ayudante de general de marina se encontraba Patricio Lynch.
 
Blanco sabía que los opositores de Valparaíso preparaban un movimiento sedicioso, cuyo principal esfuerzo debía llevarse sobre el cuartel del batallón de cívicos. Los revolucionarios planearon apoderarse de este cuartel la noche del 28 de octubre y para engañar a Blanco Encalada, el cura Pascual, sugirió una estratagema que engañara al intendente y se preocupara de la vigilancia que se mantenía sobre el cuartel. En efecto, el ladino padre Pascual hizo fijar algunos anuncios en que se señalaba el día 25 como fecha para las manifestaciones revolucionarias. Como nada ocurriera ese dia, Blanco creyó que todo había sido una falsa alarma y las medidas de seguridad se aflojaron.
 
En vista de que las autoridades estaban descuidadas, el grupo destinado a asaltar el cuartel, se dirigió a la unidad y sin mayor dificultad lo ocupó, vaciando los depósitos de armas, para distribuirlos al pueblo.

La situación era bastante delicada y Blanco, acompañado por Lynch y otros ayudantes, corrió al cuartel del batallon N°3 situado en El Almendral, donde reunió 150 soldados y con ellos se dirigió a recuperar el cuartel de los civicos N°2. Tan pronto como llegó cerca del cuartel abrió un nutrido fuego que fue contestado por los revoltosos que se habían engrosado con unos cien ciudadanos que habían acudido y se armaron con los fusiles de los cívicos. Media hora duró el combate y luego de perder mas de 80 hombres los revoltosos huyeron, pero la secuela fue el desorden, los saqueos, violaciones e incendios que provocaron muchos desalmados que, aprovechándose de la situación, se armaron en el cuartel de cívicos y se fueron a las poblaciones de los cerros para cometer sus desmanes.
 
Trabajo costó volver a la calma al puerto de Valparaíso, lo que se logró luego de numerosos combates parciales que dejaron un alto saldo de víctimas. Lynch, trabajando al lado de Blanco y exponiéndose en medio de las balas que silbaban por todas partes recibió una herida, afortunadamente leve y su conducta fue elogiada en forma entusiasta por Blanco. En reconocimiento de esta acción el gobierno lo ascendió a capitán de fragata y se le entregó el mando de la Janequeo, puesto que ocupó hasta el 30 de noviembre de 1853.

Momentáneo adiós a la Armada

Su carácter independiente lo alejó de la estimación que había sentido por el Presidente de la República don Manuel Montt y a regañadientes aceptó en su barco a un escritor revolucionario a quien el Gobierno había concedido asilo político. Esta actitud del Mandatario chocó visiblemente con el temperamento del marino y posteriormente, como se le ordenara recibir a bordo de su buque un grupo de presos políticos. Lynch se negó terminantemente a acatar tal orden, razón por la cual fue relevado del mando y se le concedió el retiro de la Armada con fecha 17 de enero de 1854.

En la vida civil, Patricio Lynch pareció olvidarse por completo de su antigua profesión y dedicado a la agricultura, cultivó la amistad de algunos de sus antiguos amigos de la infancia, como fueron don Aníbal Pinto, Domingo Santa María, José Francisco Vergara, lo cual le iba a servir posteriormente para encumbrarse hasta la altura del Palacio de los Virreyes del Perú.

Pero al mismo tiempo que estrechaba sus vínculos con sus amistades civiles, perdía por completo el contacto con sus antiguos camaradas de armas, de manera que su nombre cayó en el olvido a medida que pasaban los años.

La Guerra con España

Un acontecimiento inesperado lo iba a sacar de su retiro. España había enviado al Pacífico una flota con la misión de cobrar al Perú antiguas deudas y, más aún, desconociendo a esta nación su calidad de soberana para reivindicar sus derechos sobre ella como dependencia colonial. Los países del Pacífico se alarmaron ante la insólita decisión de la Reina de España Isabel II e hicieron causa común con la nación hermana.
 
En atención a los sucesos Lynch solicitó al Gobierno su regreso al servicio, lo que le fue concedido con fecha 6 de diciembre de 1865, reconociéndosele el grado de capitán de navío graduado. Con este rango, y al mando de doscientos voluntarios partió al Perú a bordo del yate Dart, pero sus servicios no fueron necesarios regresando a Chile, para prestar alguna ayuda mientras duró la guerra con la Madre Patria.

Entre dos guerras

Terminado el conflicto con España, la situación en el Pacífico volvió a su normalidad. El gran desatino de los españoles, acicateados por su necio orgullo, había revivido el odio que, luego de la guerra de la independencia, comenzó a extinguirse. Las propiedades de los españoles fueron algunas incendiadas y por culpa de la agresión que llevaron a cabo en Valparaíso, muchos peninsulares vieron sus negocios disminuidos y sus intereses lesionados.

Lynch permaneció en Valparaíso, donde el 18 de junio de 1867 fue nombrado gobernador marítimo y también se le extendió el título de comandante del batallón naval. Lynch deseaba un cargo en la Escuadra, pero la superioridad naval lo mantuvo en puestos de oficina que no llenaban sus aspiraciones. Cinco años vegetó en los escritorios de las oficinas navales y el 15 de junio de 1872, pasó agregado al Ministerio de Marina, en Santiago, y en este puesto colaboró en la reorganización de la Armada y gestionó el aceleramiento de los blindados que se construían en ese tiempo en Inglaterra.

También pudo influir en Santiago para que se publicara el libro de Ricardo G. Maine, titulado "Derrotero del Estrecho de Magallanes y canales que conducen al Golfo de Penas", obra que había traducido durante su estadía en Magallanes y Valparaíso.

En 1876 se le encomienda la inspección de las oficinas marítimas de la República y debe viajar por los distintos puertos del litoral, regresando al Ministerio una vez terminada su labor y evacuado el informe correspondiente.

El temporal de 1875

La tarde del 24 de mayo de 1875, un violentísimo temporal golpeaba a la bahía de Valparaíso. En medio de las olas que azotaban las rocas de la playa, del viento que hacia estremecerse los techos de las casas del puerto y de una lluvia que lo anegaba todo, la "Esmeralda", la vieja Mancarrona donde funcionaba la Escuela Naval, tenía a su director en tierra, el comandante Patricio Lynch.

La nave había cortado las amarras y se debatía entre las olas, mientras los jóvenes cadetes trabajaban junto con la tripulación tratando de salvar el buque, que amenazaba hacerse pedazos en los roqueríos de la costa, Lynch había logrado, a pesar de estar enfermo, llegar a bordo de la "Esmeralda" y extenuado por el esfuerzo por el esfuerzo dirigía la maniobra en el barco.

En los momentos de mayor ansiedad se acercaba un bote a la corbeta. Las olas jugaban con esa cáscara de nuez y dominando el viento se escuchó una voz que gritaba: —"Lancen un cabo!". El temerario que llegaba en ese momento era el capitán de corbeta, segundo de la "Esmeralda", Arturo Prat Chacon.
 
Un gran gentío, desafiando la lluvia, observaba como la "Esmeralda" era amenazada de despedazarse, si era arrastrada a los roqueríos, pero afortunadamente, el comandante Lynch y el capitán Prat estaban allí para salvar la que sería reliquia de la Armada de Chile y monumento de su gloria.
 
La "Esmeralda" logró ser llevada a la playa del Almendral y varada en la suave arena. Desde la nave se lanzó un cable a tierra y por él bajó la tripulación, hombre por hombre... "Solo dos audaces jefes quedaban a bordo disputándose el último lugar. Lynch pasó adelante; Prat fue el último en dejar el buque". El valor de esos hombres había salvado la nave.

Fuente: Reyno Gutiérrez, Manuel, Próceres de Chile: Patricio Lynch, Editorial La Nación, Santiago, 1985, P. 15.

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