jueves, 10 de diciembre de 2020

Parte oficial peruano del General Juan Buendía sobre la Batalla de Tarapacá

 [Fotografia de Juan Buendía y Noriega]
 
Tengo el honor de incluir a V. S. para conocimiento de S. E., el señor General Supremo Director de la guerra, el parte que me ha sido dirigido por el señor coronel Jefe de Estado Mayor General, acompañándome los que le han elevado los señores comandantes generales de división, con motivo del combate que ha tenido lugar el día de ayer en las alturas de Tarapacá.
 
Los partes mencionados informarán a S. E. de todos los detalles y condiciones del combate, sostenido de nuestra parte solo con infantería, contra un enemigo superior en número y elementos, puesto que nos combatían con fuerzas de las tres armas.
 
En 10 horas de rudo y encarnizado combate, todos aquellos poderosos elementos fueron destrozados por la intrepidez y denuedo de nuestros soldados; la infantería y caballería huyó en dispersión; la artillería quedó en nuestro poder, como también un estandarte, algunas banderas y numerosos prisioneros, entre los que se encuentran jefes, oficiales, tropa y vivanderas.
 
Fue la primera en ocupar las alturas, así que se apercibió el enemigo, la segunda división, al mando del intrépido coronel comandante general don Andrés A. Cáceres; fue recibido con un fuego nutrido de artillería; pero el arrojo de nuestros jefes y oficiales, llevó a nuestros soldados hasta el pié de los enemigos, que fueron tomados por una carga vigorosa a la bayoneta; como consecuencia de tan ardoroso heroísmo, deploramos en esta división, entre otras pérdidas, la del señor coronel don Manuel Suárez, primer jefe del batallón Dos de Mayo, y teniente coronel don Juan B. Zubiaga segundo jefe del batallón Zepita.
 
La división exploradora, mandada por el señor coronel Bedoya, Jefe de Estado Mayor y comandante general accidental de ella, tuvo también una parte eficacísima en el éxito alcanzado; el batallón Provisional Lima núm. 3, al mando del teniente coronel don Ramón Zavala, y una fracción del batallón 1º de Ayacucho, dirigido por el teniente coronel Somocurcio, acompañaron notablemente a la segunda división en sus denodados esfuerzos.
 
Sentimos en esta división la pérdida del sargento mayor Escobar, perteneciente al 1º de Ayacucho, que pereció en el combate, resultando también herido el teniente coronel Pflucker, segundo jefe del Provisional de Lima núm. 3.
 
La tercera división, al mando del señor coronel comandante general don Francisco Bolognesi, tiene también gran parte en la victoria; su jefe, que hasta el momento del combate se encontraba enfermo y postrado en cama, olvidó sus padecimientos y marchó a la cabeza de su división acompañado del Jefe de Estado Mayor, teniente coronel don Bruno Abril; el comportamiento de esta división fue notable y el batallón Arequipa llegó hasta las filas de los enemigos para arrancar como trofeo el estandarte del batallón 2º de línea.
 
La quinta división, compuesta de la guardia nacional, había llegado la víspera del combate de Iquique a Tarapacá, mandada por el señor comandante general don Miguel de los Ríos y su jefe de Estado Mayor, coronel don Baltasar Velarde; la componen el batallón Iquique num. 1, mandado por el coronel Ugarte; la columna de Navales, por el teniente coronel Meléndez; la columna Loa, por el coronel González Flor; la columna Tarapacá, por e coronel Aduvire, y la gendarmería de Iquique, mandada por sus respectivos jefes. Esta división, sin reparar las fatigas de su penosa marcha, subió a batirse con el mismo arrojo y decisión que el ejército de línea, como lo demuestran las numerosas bajas de jefes, oficiales y tropa.
 
Resultó herido su comandante general el señor coronel Ríos que se mantuvo, sin embargo, en su puesto hasta recibir la quinta herida; el señor coronel Ugarte con una herida en la cabeza, se negó a retirarse del campo y continuó alentando a sus soldados; el teniente coronel Meléndez que recibió en el costado derecho una herida de suma gravedad, y el sargento mayor Perla de la columna Tarapacá que pereció en el combate.
 
Las divisiones Vanguardia y Primera se encontraban a distancia de cuatro leguas en el punto denominado Pachica; pero al comienzo del combate les mandé orden de marchar al teatro de la acción y llegaron muy oportunamente; la Primera, al mando accidental del coronel don Alejandro Herrera, y la Vanguardia, dirigida por su comandante general el señor coronel Dávila; aquella, compuesta del batallón 5º de línea, al mando de su jefe coronel Fajardo y el batallón núm. 7 al mando de su segundo jefe coronel Bustamante, tomó la izquierda de la línea de batalla para destruir al enemigo que se encontraba en la quebrada; la Vanguardia, compuesta del batallón núm. 6, mandada por el teniente coronel Chamorro, y el núm. 8, por el teniente coronel Morales Bermúdez, tomó la derecha cayendo sobre el enemigo con tanta precisión y con movimientos tan acertados, que consumó la victoria.
 
La artillería, a órdenes de su comandante general, coronel don Emilio Castañón, desprovisto de su arma, se batió heroicamente como infantería, hasta el momento en que las propias piezas enemigas le sirvieron para hacer disparos sobre la caballería.
 
La decisión de los artilleros puede medirse por el número de las bajas que acreditan los partes, de los que resultan que siendo 16 los jefes y oficiales, resultaron 9 heridos.
 
El batallón 5º de línea, mandado por el coronel Fajardo, en su movimiento sobre la izquierda, tomó la quebrada, destruyendo 4 atrincheramientos, llegando hasta Huaraciña y trayendo 20 prisioneros y 18 heridos enemigos.
 
Difícil me sería describir los rasgos de abnegación y heroísmo a cuyo favor se ha obtenido la victoria más completa y gloriosa sobre el enemigo; pero debo sí recordar el valor, celo y previsión del señor Jefe de Estado Mayor General, don Belisario Suárez, como así mismo la conducta de los señores jefes y oficiales del Estado Mayor, y muy especialmente la del teniente coronel don Manuel M. Seguín, que alternativamente acompañaba al coronel Suárez y al que suscribe.
 
El teniente coronel Recabárren, Jefe de Estado Mayor General de la segunda división, fue herido en mi presencia, resistiéndose a abandonar el campo y multiplicando sus esfuerzos para continuar en él los eminentes servicios que ha prestado durante la campaña.
 
El coronel don Juan González, que, había quedado en Pozo Almonte a causa de la misma enfermedad que le impidió dirigir su regimiento el día 19, llegó convaleciente a Tarapacá la víspera del combate; iniciado éste, hizo el esfuerzo de montar a caballo y se dirigió sobre el enemigo, donde recibió una herida doblemente grave por el estado desfalleciente de su salud.
 
Durante la acción, comisioné a mi ayudante, sargento mayor don Emilio Coronado, para trasladarse a Pachica y hacer regresar las divisiones Vanguardia y Primera que habían marchado a dicho punto el día anterior. Posteriormente el señor coronel Jefe de Estado Mayor General, ignorando esta disposición, envió a mí otro ayudante, capitán don Lorenzo Marín, con el mismo objeto, llenando ambos cumplidamente su comisión.
 
En el momento de la batalla, encontrando sin jefe la mitad de un batallón de guardia nacional, coloque a su frente a mi ayudante, teniente coronel don Roque Sáenz Peña, quien lo condujo a la pelea con la más valerosa decisión.
 
Me quedaron, pues, como ayudantes los tenientes, don Lorenzo Velásquez y don Luís Dancout, quienes impartieron cumplidamente las órdenes que les trasmití, acompañándome también el valiente escritor don Benito Neto quien me prestó muy útiles servicios.
 
Tales son los movimientos y las maniobras militares ejecutadas por el ejército de mi mando sobre el terreno que se describe en el parte del Estado Mayor General, como también los rasgos culminantes de muchos jefes, oficiales y tropa que he querido hacer constar, siquiera sea concisamente, porque sería inacabable el detalle de todos los rasgos de heroísmo.
 
Al principio del combate éramos escasamente 3.000 hombres de infantería, batiéndonos con una fuerza de 5.000, dotada de las tres armas y provista de todos los elementos de guerra; porque no solamente éramos inferiores en el número y nos faltaba caballería y artillería, sino que nuestros mismos infantes se encontraron sin municiones en un momento dado, teniendo que recoger los rifles y las cápsulas de los muertos, heridos y dispersos enemigos.
 
En estas condiciones hemos alcanzado la victoria, poniendo al enemigo en vergonzosa fuga; pudiendo asegurarse que si hubiéramos contado con fuerzas de caballería no hubiera escapado ese ejército disperso y fatigado por un día entero de pelea.
 
Sírvase V. S. hacer presente a S. E. los sentimientos de satisfacción y regocijo con que este ejército ha saludado la victoria. Nuestras armas vencedoras han comenzado la reparación que nos debe Chile por sus injustas agresiones; el triunfo acompaña a la justicia y el honor militar a nuestro ejército.
 
Dios guarde a V. S.
 
JUAN BUENDÍA.
 
Al señor Secretario general de S. E., el señor General Supremo Director de la guerra.
 
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso, 1885, P. 448.
 

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