COMANDANCIA GENERAL DE LA SEGUNDA DIVISIÓN
Pachica, Noviembre 28 de 1879.
Cumpliendo con mi deber y en el doble carácter de comandante general de la segunda división y primer jefe del batallón Zepita núm. 2, paso a dar cuenta a V. S. de los acontecimientos precedentes a nuestro feliz resultado final del día de ayer de una manera tan circunstanciada como lo permite la memoria de un encuentro de tan grandes emociones y de tanta duración como el que paso a relatar.
A las 8:30 A. M. del día de ayer, y según instrucciones de V. S., hice desfilar mi batallón sobre el enemigo que ocupaba la altura de la población, disponiendo que el segundo jefe comandante Zubiaga, con dos compañías, tomara el camino de la derecha; el tercer jefe, mayor Figueroa, al mando de otras compañías marchara por el camino de la izquierda, y el cuarto jefe, mayor Arguedas, desfilara con las dos restantes compañías por la falda del centro.
Siguiendo este orden llegaron a la cima del cerro que presentaba la extensión de una pampa ocupada en sus diferentes puntos por el enemigo, que con sus fuegos de artillería e infantería procuraba impedir el ascenso de mi tropa.
Empeñado así el combate, resultó en el primer encuentro muerto el comandante Zubiaga y mortalmente herido el sargento mayor Figueroa. Replegándose el enemigo en retirada, penetramos las primeras posiciones, encontrando en el campo 4 cañones. El Dos de Mayo, que llegaba por la izquierda conducido por el Jefe de Estado Mayor de la división, atacó al enemigo, reuniendo 2 cañones más que este cuerpo había tomado en el campo, provistos de abundante parque y el equipo allí abandonado. Reunido al Dos de Mayo, el Jefe de Estado Mayor de la división me dio parte de haber muerto heroica y entusiastamente el primer jefe del regimiento coronel don Manuel Suárez.
La división ya unida siguió avanzando sobre el enemigo, que sin dejar de hacer nutrido fuego, iba cediendo el campo.
A las 11 A. M. salió herido del lugar del combate el comandante Recabárren, obligado a retirarse para su curación.
Reforzado el enemigo y agotándose las municiones, llegó un momento dudoso para la suerte de nuestras armas, por presentarse al mismo tiempo y a mi derecha caballería enemiga con dos columnas de infantería. Logrando reorganizar la división y proveyéndome de las armas y pertrechos enemigos, emprendí otro ataque, consiguiendo hacerlo retroceder hasta gran distancia. En este empuje estuve acompañado por el coronel Ugarte de la guardia nacional de Iquique y comandante Meléndez de la columna Naval de ídem, ambos a la cabeza de su fuerza; y no obstante de resultar herido en la parte superior del cráneo, el coronel Ugarte continuó en el campo hasta los últimos momentos.
Avanzando sobre el enemigo hasta la distancia de una legua, se empeñó otro reñido choque, y presentándose en ese momento V. S., hícele saber la escasez de las municiones y lo diezmada que se encontraba la tropa, por cuyo motivo regresó V. S. pocos momentos después acompañado con fuerzas del batallón Ayacucho y Provisional de Lima y del Arequipa. Con este considerable refuerzo se logró poner en dispersión las columnas enemigas. Avanzando sobre ellas, tomé posesión de sus dos últimos cañones, acompañándome en esos momentos el comandante Somocurcio, del 1º Ayacucho; comandante Zavala, del Provisional de Lima, y el teniente Moor, del Arequipa, que al frente de una guerrilla daba ejemplo de entusiasmo y valor.
El comandante Recabárren, una vez que le hicieron la primera cura, volvió al lugar del combate, presentándoseme y acompañándome hasta el término de la acción.
Con los últimos cañones tomados, el mayor Carrera, de la artillería, trabajó hasta lograr ponerlos en condición de hacer fuego, y efectivamente logró hacer varios disparos sobre los dispersos enemigos.
A las 4:30 P. M., abandonando los enemigos sus últimas posiciones y estando presente V. S., llegó la división Vanguardia formada en batalla, y quedándole solo tiempo para hacer dos descargas cerradas que completaron el éxito de nuestros esfuerzos, cesando todo el fuego a las 5:10 P. M.
En el combate de ayer quedó evidenciado, una vez más, que el enemigo no puede sostener encuentro en terreno llano, y sí solo presenta batalla cuando la superioridad del número los alienta y el terreno les permite parapetarse.
La falta que nos ha hecho la caballería habrá sido notada por V. S. en muy diferentes momentos, y no puede menos que ser lamentada, pues aun sin ella se ha logrado reunir considerable número de prisioneros.
El sello de gloria que a nuestras armas toca por la jornada de ayer, se debe mucho a las activas y acertadas medidas de V. S. en los momentos más críticos y complicados.
La excitación y entusiasmo de nuestras tropas patentiza la justicia de tantas glorias adquiridas, y la victoria de ayer, en tan desproporcionadas condiciones respecto del enemigo, rescatan el prestigio de nuestras armas.
Haré presente a V. S. que el ayudante de la comandancia general, capitán don Luís Chacón, me acompañó con entusiasmo y celo desde el principio del combate. Del mismo modo el teniente don Joaquín Castellanos, ha desempeñado comisiones de importancia y riesgo sirviéndome de ayudante y acompañándome hasta que le mataron el caballo.
Igualmente los estudiantes universitarios, subtenientes don José Torres Paz y don Eduardo Leca, se han distinguido en su comportamiento. Estos caballeros, con todo el ardor y abnegación inherentes a su edad y condiciones especiales, se han puesto a la altura de la alta misión que se les confiara, habiéndome servido de ayudantes durante todo el tiempo del combate, y desempeñado variadas y peligrosas comisiones. El primero fue honrosamente herido. El subteniente Bedoya, de la misma comisión, ha cumplido asimismo con su deber.
Recomendaré a V. S., para que a su vez lo haga al Director de la guerra, el digno y elevado comportamiento de todos los señores jefes y oficiales e individuos de tropa que han servido bajo mis órdenes.
Concluiré, señor Jefe de Estado Mayor General, acompañando la razón que me pasa el Jefe de Estado Mayor de la división, de los jefes y oficiales muertos y heridos en el campo de batalla.
Aun no se pueden apreciar las bajas en la tropa por la premura del tiempo, reservándome hacerlo en su oportunidad, pero solo puedo asegurar a V. S. que el número de muertos y heridos es considerable.
Dios guarde a V. S.
ANDRÉS A. CÁCERES.
Al benemérito señor coronel Jefe de Estado Mayor General del ejército del Sur.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación
completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás
publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de
Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia
Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso,
1885, P. 453.
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