lunes, 25 de noviembre de 2019

Con el mas viejo de los veteranos: una entrevista a un ex combatiente

[Fotografia de José María Soto, soldado del Regimiento N° 2 de Línea]

Lo habíamos visto tantas veces frente a la Moneda, con su viejo uniforme de parada, guerrera francesa, pantalones de general alemán y su quepis con un morrión rojo, que la figura de aquel veterano cobraba para nosotros un carácter familiar.

Orgulloso, como penetrado de la misión que le había cabido desempeñar en la vida, parecía trascender de toda su persona un soberbio impulso de raza.

Sólo ahora hemos conversado con él.

-¿Qué cómo me llamo? José María Soto, soldado del Regimiento N° 2 de Línea.

Y Soto se yergue y nos saluda militarmente.

-¿Qué quieren de mí?

-Conversar con usted, que nos diga sus impresiones de la campaña del 79.

Nos mira como escudriñándose y después se lleva la mano a la cabeza y sólo exclama: ¡A la orden!

Después, el Coronel Director del Depósito de Artillería y Tren, donde se asila el soldado Soto, le dice:

-¡Bueno, Soto, vaya a ponerse su uniforme de parada!

Soto lo mira:

-¡Bien mi Coronel! Que lo traigan aqui.

Y como se le diga que puede resfriarse vistiéndose en el patio, aunque el sol de la tarde sea benigno, el veterano contesta:

-¡Si no me visten aquí, no quiero que me retraten!

Dos ordenanzas traen el uniforme lleno de entorchados y pacientemente visten al soldado, que dice sentenciosamente:

-¿Qué creen ustedes que yo soy de las monjas?

Sin querer sonreímos. Ya José María Soto se ha puesto de pie y nuestro fotógrafo lo enfoca. Está solemne. Su rostro tiene tal desprecio por todo el género humano que nos hace pensar en el amor que aquel hombre habrá tenido a su Regimiento.

Después de la fotografía, Soto se sienta y nos dice:

-Ahora, si quieren, puedo contarles algo de la guerra.

Escuchamos.

-Bueno, a mí me tomaron para pelear en Colchagua. Era"huaina" entonces. Me llevaron al norte y allí peleé en Chorrillos, Miraflores, Huamachuco. Hice toda la campaña de las Sierras. Allí todos eran hombres! ¡Eso costó mucho!

Los ojos de Soto, mientras relata sus combates, se humedecen en la trayectoria de aquella guerra y se fijan en nosotros con lástima. Somos hombres que jamás hemos derramado una gota de sangre por la patria, mientras él atravesó los campos de la muerte, impertérrito, como hecho de piedra.

-Aquí están las medallas que me dieron.

Son cinco medallas, de las que tres recuerdan toda la campaña de la Guerra del Pacífico. Soto las mira con un cariño religioso.

Son para él más que un hijo, algo sagrado.

Soto prosigue:

-Digan que peleé en toda la guerra como buen chileno, sin miedo a nada. Chorrillos, Miraflores, eso era valor; los niños mataban que daba gusto y había que defenderse porque los peruanos combatían valientemente... Yo fui herido en el estómago y estuve muriendo, pero sané y aquí me tienen con mis 87 años.

Fuente: Méndez Notari, Carlos, Héroes del silencio: los veteranos de la Guerra del Pacífico (1884-1924), Centro de Estudios Bicentenario, Santiago, 2009, P. 97.

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