lunes, 17 de febrero de 2020

Meeting i discursos el 12 de febrero de 1879 sobre la cuestion boliviana.

 [Valparaiso, lugar donde se celebraron los meetings y discursos, a mediados del siglo XIX]

Con prudente cálculo avaluamos en 6,500 a 7,000 el número de los concurrentes; mas caben en el valle de Josafat; pero allá se verificará el juicio universal i ayer se ventilaba tan solo un gran juicio internacional. La antigua plaza de la Intendencia se encontraba atochada de espectadores; los edificios vecinos, el correo, el Café Americano, la Intendencia, el Club Francés i todos los puntos restantes no habrían dado lugar para una docena mas de concurrentes.


El entusiasmo que reinaba entre el pueblo i recorría como poderosa corriente eléctrica el campo donde se libraba la importante batalla de la opinión, rayaba a veces en delirio; solo viendo al pueblo chileno en las grandes manifestaciones de su patriotismo, se comprende como ese pueblo pacífico, que no acostumbra guerrear sino las nobles batallas de la industria, puede formar ejércitos de leones,que se lanzan al combate con toda la enerjía i todo el ardimiento que ha dejado impresas sus eternas huellas en los campos del Buin i Yungai, de Chacabuco i Maipú, i hasta en los tristemente célebres de Loncomilla i Lircai.

Poco antes de las dos de la tarde, llegaban los oradores a la plaza de la Intendencia; poco después de las dos de la tarde, se presentaban a hablar al público desde las ventanas del Café Americano.

Un viva estruendoso saludó la aparición de don Isidoro Errázuriz; poco después, un segundo aplauso lauzado por 7,000 ¡ patriotas saludaba al señor Lira, don Máximo. Los discursos de ambos levantaron tempestades de entusiasmo, cuyas oleadas rebotaban en las murallas del palacio i llevaban los ecos del patriotismo irritado hasta los oidos de los directores de Chile.

No necesitamos decir si fué elocuente la palabra i si fué altiva la actitud de los oradores; conocidas son las dotes de esos dos príncipes de nuestra elocuencia parlamentaria i tribunicia. I luego, el entusiasmo de sus almas, retempladas al fuego del amor patrio, no podía ser sino el eco, el reflejo, la palabra del entusiasmo varonil de todo el pueblo chileno. Razón tuvo el señor Errázuriz para declararse en esos momentos el porta-voz de toda la nación chilena, que llevaba su palabra de aliento i de consejo hasta las alturas del Olimpo en que divisamos a los que debemos creer, de hoi en mas, protectores de los intereses i del honor de Chile.

Damos a continuación los discursos de ambos oradores, que eran a cada momento interrumpidos por los aplausos de la concurrencia:

DON ISIDORO ERRÁZURIZ.

¡Ciudadanos!

Cada vez que la campana de la alarma nacional ha llenado con sus ecos solemnes los ámbitos del pais, anunciando que ha llegado para los hijos de Chile una hora de prueba i de sacrificio, la primera de las ciudades que se ha presentado a ocupar el puesto del deber ha sido la de Valparaíso.

Hace cuarenta años, en una época que pertenece a la historia i de la cual hablan enternecidas a sus hijos las madres chilenas, atravesó las calles de Valparaíso el ejército encargado de abrir la campaña contra el poder de la Confederación Perú-boliviana; i aquí se impregnó de ese espíritu heroico i levantado i de esa resolución invencible que lo hizo capaz de destruir en diez meses un solio que descansaba sobre 12,000 bayonetas i de derribar un coloso de ambición i de iniquidad.

De nuevo, en 1865, se presentó en nuestra bahía un enemigo poderoso en son de amenaza i de provocación, i fué el pueblo de Valparaíso el primero que devolvió el reto, i en una mañana inolvidable de Setiembre se vio a las madres, las esposas i las hermanas de los porteños, desplegar en la playa el pabellón i entonar el himno de la patria, a la faz del adversario que traia a nuestro pueblo el bloqueo i el bombardeo.

Finalmente, en época mas reciente, ha sido Valparaíso la primera ciudad de la república que ha formulado enérjica advertencia contra la política de contemporizaciones i concesiones sin término que ha predominado durante tantos años i que nos ha hecho bajar del alto puesto que ocupábamos en la escala de las naciones sud-americanas.

Culpa de Valparaíso no ha sido si esa política ha prevalecido sin contrapeso, si hemos estado arrancando, uno tras otro, jirones de nuestra dignidad i de nuestro territorio, si hemos vivido huyendo de la tempestad, como bajel desmantelado, en vez de desafiarla i de hacer frente a ella cual corresponde a una nación digna.

Hoi mismo nos encontramos saboreando uno de los frutos amargos de la política que siempre ha condenado la opinión de Valparaíso.

En 1866 estaban ya a la moda las concesiones dolorosas para el patriotismo. En 1866 se conocía i practicaba ya el sistema de denigrar i desacreditar las posesiones que se pretendía entregar al estranjero. Nuestros políticos i hasta nuestros sabios afirmaban que el desierto de Atacama era un arenal improductivo i maldito; i sin embargo los cateadores chilenos, animosa vanguardia de la industria i de la civilización, lo recorrían en bandadas, persiguiendo las huellas seguras del cobre i el salitre, i en la portada del desierto se abre la bahía de Mejillones, la primera del Pacífico del Sur.

Cedimos esa rejion a Bolivia en cambio de ciertas concesiones. ¿I cuál fué nuestra recompensa? ¿Gratitud, adhesión, siquiera lealtad? No, porque desde el dia siguiente comenzó Bolivia a aplicar tenazmente en sus relaciones con nosotros un sistema de política que consistía en mantener i respetar todas las disposiciones del tratado favorables a ese pais i en considerar como nulo i no escrito todo lo que favorecia a Chile.

Las exijencias bolivianas nos arrastraron a nuevas concesiones, i en 1874 firmamos el tratado en virtud del cual renunciamos a la parte que se nos reconoció en 1866 en los productos de las aduanas del litoral, i consentimos en que se redujese las ventajas de Chile a la participación en el producto de las huaneras i en franquicias e inmunidades para las personas, las industrias i los capitales chilenos establecidos en el litoral.

Ni esto siquiera ha sido respetado por Bolivia. Las concesiones otorgadas en virtud de un pacto solemne le parecieron insoportables, i aprovechó el momento en que nos suponía envueltos en complicaciones bélicas con la República Arjentina, para dictar i aplicar una leí gravando con un impuesto indebido la esportacion del salitre.

I a las reclamaciones entabladas por nuestro pais, llevando en la mano el pacto, ha contestado en último término declarando que se hará justicia, que no habrá impuesto, pero echando, al mismo tiempo, el guante a las propiedades de la Compañía Salitrera.

Es decir, que no ha bastado a Bolivia hacerse ceder por Chile el territorio. Su ambicioso plan se estiende a la espoliacion de las propiedades de los chilenos en el litoral. En pos del despojo de las salitreras vendrá el de las ricas propiedades de minas, i así, en poco tiempo, no quedarán allí ni rastros de la riqueza acumulada merced a la intelijencia, al coraje, al sudor i a la sangre de los chilenos.

Hé aquí, ciudadanos, el fruto lejítimo de la política débil i contemporizadora. Hé aquí, también, por qué nos hemos reunido hoi, en uno de los grandes aniversarios de la patria, a cielo descubierto, con el Pacífico a la vista i en presencia de nuestros gobernantes, i les preguntamos, con las mil voces del pueblo, si ha de seguir imperando la política que tan funesta ha sido al pais, o si creen que es necesario entrar con resolución al camino que les señala el sentimiento unánime de la nación, si hemos de resignarnos a soportar sin término la afrenta i el abuso o si piensan que ha llegado la hora de estender sobre el territorio que fué un dia chileno, como un arco-iris de paz, de justicia i de civilización, el noble tricolor de Chile.

Vemos, afortunadamente, que ha cesado el desacuerdo entre la autoridad i la nación, que la política de contemporización ha sido abandonada resueltamente, i que hoi mismo, en el aniversario del 12 de Febrero de 1817, ha debido zarpar de Caldera la escuadrilla que conduce las tropas encargadas de plantar la bandera chilena en la playa de Antofagasta.

Si es así, puede contar el Gobierno con la seguridad de encontrar en el pais cooperación i apoyo ilimitados. Impuesto, soldados, corriente poderosa de entusiasmo i vigor,—todo el tesoro del patriotismo de una nación estará a su alcance.

Pero debe tener presente, al mismo tiempo, que se halla al frente de una opinión decidida a ejercer severa vijilancia, a formar una sola masa para aplastar las maniobras i las influencias mezquinas, a ser un solo corazón para resistir a las pruebas i al sacrificio, a ser un solo brazo para levantar bien alto la espada i escarmentar a sus enemigos.

Creyendo, ahora, interpretar fielmente la opinión de los millares de ciudadanos aquí reunidos, propongo a vuestra aprobación las siguientes conclusiones, que deben ser consideradas como la fiel espresion del sentimiento público porteño en las presentes circunstancias.
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DON MÁXIMO E. LIRA.

Ciudadanos:—Si los momentos actuales pudieran ser de recriminaciones, me seria mui fácil demostraros con lo que está ocurriendo, que las naciones nunca abandonan impunemente el camino ancho i recto de la dignidad en sus relaciones internacionales. Si todo reproche no fuera ahora intempestivo, yo os probaria de un modo palpable que estas son las consecuencias necesarias e inevitables del primer paso dado en falso, del primer desfallecimiento, de la primera debilidad, de la primera caida.

Lo digo con la convicción mas profunda, i creo que mi opinión será también la vuestra: el conflicto boliviano surjió con la retirada de Santa Cruz; las insolencias bolivianas en el Pacífico han sido un efecto de nuestras debilidades en el Atlántico; acá se pretende robarnos porque allá nos dejamos despojar.

Fué eso lo que vio Valparaíso, con la alta previsión delos pueblos viriles, cuando vino a este mismo lugar a comunicar su espíritu levantado a los conductores del pais: a suplicarles que no arriasen la bandera nacional ante la insolencia estranjera; a pedir al vencedor inmortalizado en esa estatua que continúe protejiéndonos con su sombra i con el ejemplo de sus acciones, i que inspire en los que le han heredado en el puesto de defensores de la patria aquellas jenerosas ideas i aquellas altas resoluciones que lo elevaron a él hasta ese pedestal i dieron a Chile un lugar prominente entre los pueblos sud-americanos.

Pero ya que aquel error es irreparable, echemos por ahora el velo del olvido sobre el pasado i conservemos de aquellos tristes sucesos solo un recuerdo que nos sirva de enseñanza saludable.

Conservemos el remordimiento de aquellas debilidades como un estímulo para volver a ser fuertes, i saquemos de la vergüenza de aquella caida la noble resolución de levantarnos.

I nunca, señores, hubo dia mas propicio que el presente para empezar la obra de nuestra redención. Chacabuco, bien lo sabéis vosotros, fué el desquite de Rancagua; la victoria de 1817 fué la reparación de la derrota de 1814; i si el 12 de Febrero mereció ser esculpido con letras de oro en los anales de las glorias chilenas, fué porque en aquel dia memorable los caídos se levantaron, los débiles probaron que habían recuperado sus fuerzas i la regeneración comenzó.

Hagamos, pues, en el aniversario glorioso de aquella fecha, el voto solemne de imitar en cuanto nos sea dable aquellos esfuerzos, aquellos sacrificios i aquel heroísmo. Que el eco de aquellas proezas sea para vosotros la voz omnipotente que gritó en las puertas del sepulcro:—«¡Lázaro, levántate!» voz que fué obedecida i que realizo el milagro portentoso de una resurrección!

Ciudadanos: no fué Chile quien provocó el presente conflicto; no fué Chile quien faltó a la fe jurada; no fué Chile quien, movido por instintos de innoble codicia, ha pretendido consumar en el litoral un acto de verdadero vandalaje. Somos nosotros los provocados, nosotros los engañados, nosotros los despojados.

Un dia se oyó en los tristes desiertos de Bolivia el ruido de unos pasos repercutidos por los ecos prolongados de aquellas pavorosas soledades. Eran, señores, los pasos atrevidos de los esploradores chilenos que iban a arrancar a aquella tierra, que parecía maldita, el secreto de los tesoros que ocultaba en su seno.

Mas tarde se oyó en esos mismos desiertos el ruido de la azada, de la barreta i del combo. Eran los industriales chilenos, eran los peones chilenos que habían llevado a aquellas soledades la industria activa, el trabajo fecundo, el progreso i la civilización universal.

I después se escucharon allí todavía los agudos silbidos de la locomotora i los multiplicados rumores de un enjambre de hombres de acción, cuyo jenio creador logró hacer del desierto un emporio de riqueza, i de aquellos arenales un campo abierto a las manifestaciones mas atrevidas de la actividad humana.

Señores: ese suelo conquistado por el jenio emprendedor de nuestros conciudadanos; ese suelo regado con el sudor fecundo de nuestros obreros; aquella creación de la actividad de un pueblo esencialmente trabajador, es lo que se nos quiere arrebatar.

¿Para qué? Para que esas riquezas, que son nuestras, porque son el fruto de nuestro trabajo, vayan a alimentar los ocios corruptores de gobernantes que viven en la perpetua orjía del licor i de la sangre, con mengua del nombre americano i de la avanzada civilización de este continente.

Pero eso es lo que Chile no debe, lo que Chile no puede permitir, porque aquello es su obra, aquello es su creación, aquello es su conquista, i en conservarla para la humanidad civilizada está cifrada nuestra honra. Nunca hubo reivindicación mas necesaria ni mas lejítima!

Ciudadanos: tendremos un aplauso para los gobernantes que mantengan con firmeza los derechos i el honor de Chile; tendremos maldiciones para los que vayan nuevamente a pedir consejos a la debilidad!»

CONCLUSIONES.—Hé aquí las leídas por el señor Errázuriz i aprobadas ayer por aclamación:

«El pueblo de Valparaíso, reunido en meeting para ocuparse de la cuestión suscitada con Bolivia, acuerda:

1.° Escitar al Gobierno a que proceda, con actividad i enerjía, a prestar el amparo de las armas nacionales a los industriales chilenos que se hallan espuestos a gravámenes injustos i odiosa espoliacion en el litoral de Bolivia;

2.° Manifestar, al mismo tiempo, que ese propósito no se realizará por completo, en su concepto, mientras Chileno haga valer los derechos que le confiere la ruptura de los tratados de 1866 i 1874 sobre el territorio que cedió a Bolivia en virtud de este pacto;

3.° Tributar un voto de aplauso al Gobierno por su conducta patriótica al declarar roto el tratado con Bolivia a consecuencia de las infracciones que de él ha cometido aquella nación.»

ADHESIONES.—El señor Errázuriz dio cuenta del siguiente telegrama remitido desde Santiago:

«Santiago, Febrero 12 de 1879.Señor don Isidoro Errázuriz:

Tenga la bondad de hacer presente nuestra entusiasta adhesión al meeting que tendrá lugar hoi en ésa con motivo de la actitud del Gobierno en los asuntos con Bolivia.—J. Luis Claro.—C. Pérez.—Silverio Villalon.—Lorenzo C. Pérez.—Juan Francisco Allendes.—Nicanor Bravo.—José Ignacio Bravo.—Jorje Porter.»

Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 60.

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