domingo, 22 de noviembre de 2020

Parte del comandante Juan Martínez del Batallón Atacama sobre la Batalla de Dolores

 
[Fotografia de Juan Martínez]
 
COMANDANCIA DEL BATALLÓN ATACAMA.
 
Campamento de Dolores, Noviembre 21 de 1879.
 
Tengo el honor de dar cuenta a Ud. de las operaciones ejecutadas por el batallón de mi mando, Atacama, en la batalla de 19 del presente, que tuvo lugar en los cerros situados al Sur del campamento de Dolores y a distancia de dos millas más o menos.
 
El 18 en la noche, recibí la orden de alistar la tropa para salir, lo que, en efecto, ejecuté como a las 10 P. M., dirigiéndome hacia Santa Catalina, según indicación del señor jefe de Estado Mayor General, a cuyo punto llegué como a las 2 A. M. y me puse a las órdenes de  V. S. que se encontraba de antemano allí.
 
Tan luego como llegamos, tomé la colocación que V. S. se dignó designarme, con orden de poner la tropa en descanso sobre las armas; pero tres cuartos de hora después recibí nuevamente orden de contramarchar sobre Dolores, pues se había sabido que el enemigo, distante de nuestra división una legua, dirigía su marcha por el lado derecho del lugar en que estábamos, con manifiesta intención de dejarse caer al campamento de Dolores por detrás de los cerros que lo resguardan en la parte occidental, como en efecto lo hizo a las 7 A. M. del siguiente día.
 
Después de dos horas de marcha forzada, llegamos a la proximidad de la estación de Dolores, en donde se me indicó por V. S. el lugar que debía de tomar.
 
Desde luego entramos en la línea de batalla que se extendía como una legua de Sur a Norte sobre el cordón de cerros, tomando nuestra colocación en el final del ala izquierda y a continuación de seis piezas de artillería que cerraban ese costado.
 
A las 6 A. M. se avistó a la distancia al enemigo que venía por el lado Sur, camino de Iquique, y según noticias posteriores, en número de 8 a 10.000 hombres. Poco a poco fueron avanzando hasta colocarse al alcance de nuestros fuegos, formando dos divisiones, cuyo centro era compuesto de caballería y artillería.
 
De antemano había recibido orden de V. S. para proteger la artillería, a cuyo fin dispuse que avanzasen hacia la izquierda la 3ª y 4ª compañías al mando de los capitanes señores Félix G. Vilche y Ramón P. Vallejos, dándoles yo mismo la colocación que debían de tener.
 
Aun no bien concluida esta operación, cuando nuestra artillería rompió el fuego, que fue inmediatamente contestado por el enemigo con fusilería y artillería a la vez. Eran las 3 P. M.
 
El enemigo avanzó protegido por las ondulaciones del terreno, logrando dominar la cima hasta colocarse a 30 metros del lugar que ocupaba la artillería, en número de más de 200 hombres.
 
Dos veces fue rechazado por nuestros soldados, y a la tercera intentona que hizo, fue necesario cargarlo a bayoneta, operación que encargué a los tenientes señores Cruz Daniel Ramírez, Moisés A. Arco y subteniente Rafael 2º Torreblanca, quienes lograron poner en completo descalabro al enemigo, que empezó a emprender la retirada, dejando dos jefes y un oficial subalterno muertos en esa fuga y muchos individuos de tropa.
 
Viendo que el grupo que cargaba en persecución del enemigo era de corto número y temiendo que al llegar a la base del cerro fueran rechazados, vime en la necesidad de bajar a protegerlos con 60 hombres más y acompañado del ayudante mayor señor Juan A. Fontanes y del subteniente Alejandro Arancibia, reforzando el ataque hasta llegar a las casas en donde estaban las ambulancias.
 
Como el enemigo huía disperso y en distintas direcciones, nos replegamos a la artillería de campaña colocada en la ladera naciente del cerro, y que comandaba el teniente coronel señor José Velázquez.
 
A las 5:30 P. M., ya casi habían cesado por completo los fuegos, con excepción de la artillería enemiga, y algunos piquetes de nuestro ejército que en varias direcciones atacaban al enemigo que huía.
 
Estas son las operaciones ejecutadas por mi cuerpo, y las bajas que he sufrido ascienden a 87 hombres entre muertos y heridos, incluso 5 oficiales, como lo verá V. S. por la Nómina adjunta, que manifiesta los nombres de los individuos de tropa que han sido heridos, como igualmente los que han sido muertos durante la pelea.
 
Con profundo dolor debo dar cuenta a V. S. de la muerte del señor capitán de la 3ª compañía Ramón R. Vallejos y la de los subtenientes José Vicente Blanco y J. Andrés Wilson, quienes cayeron como bravos, el primero horriblemente mutilado por una metralla. Cumplieron hasta el último instante con su deber de chilenos, y tengo orgullo al decir que formaron parte de mi batallón.
 
Los dos oficiales heridos son el señor Cruz Daniel Ramírez y el subteniente Anastacio Abinagoitis, cuyo valor y arrojo me hago un honor en reconocer.
 
No terminaré sin hacer presente a V. S. que todos mis oficiales y tropa en su totalidad, se han conducido con verdadero valor abnegación, haciendo muchos de ellos más de lo que les correspondía.
 
Como una prueba de lo que dejo dicho, me permito referir a V. S. que he tenido ocasión de ver a dos soldados muertos, José Espinosa, de la 1ª compañía y a un peruano del Zepita, ambos estaban cruzados por sus bayonetas, y como si aun no fuera bastante, esos valientes se hicieron fuego, quedando en seguida baleados en el pecho.
 
Debo al mismo tiempo mencionar aquí, cumpliendo con un deber de gratitud, al señor cirujano de mi cuerpo, Eustorjio Díaz, quien, tanto en la toma de Pisagua como ahora, no se separó un instante de nosotros, atendiendo con peligro de su vida y gran solicitud los heridos que caían.
 
Concluyo felicitando a V. S., y por su conducto, a los honorables jefes del ejército, por el nuevo triunfo que han alcanzado las armas chilenas en el glorioso día del 19 del actual.
 
Dios guarde a V. S.
 
J. MARTÍNEZ.
 
Al señor coronel José D. Amunátegui.

Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo II, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso, 1885, P. 313.

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