Grau era el alma de ese atleta de fierro que solo, mantuvo el dominio del Perú en las aguas del mar Pacifico.— El alma huyó de su cuerpo, y este cayó come corpo morto cade, para no levantarse jamás.
Esa coraza de acero que mientras tuvo dentro de sí el alma de Grau, era la coraza de un pueblo, á fuerza de prodijios de audacia, ha mantenido una ilusión, que tarde ó temprano debia ceder á las realidades de la tierra.
Jamás nos alucinamos sobre el curso de los sucesos en el Pacífico. Conocíamos bien la escena y los actores, y la esperiencia nos ha enseñado á descubrir en dónde residen las verdaderas fuerzas de las sociedades.
Cuando la Francia declaró la guerra á la Prusia, la simpatía de la raza y de la educación francesa de la inteligencia, nos arrancó un lamento de dolor—pobre Francia! La Alemania estaba gobernada por hombres de Estado, tan impopulares cuanto se quiera, tan discutibles en sus ideas y en sus antecedentes, cuanto plazca, pero hombres con la ciencia del gobierno, que saben cómo se hace un pueblo, grande, fuerte, rico, libre.
La Francia estaba gobernada por saltimbanquis, por esos hábiles que saben escamotear el gobierno de los pueblos, para alimentarse con su sustancia y empinarse sobre sus espaldas.
La misma esclamacion nos arrancó la guerra del Pacífico— pobre Perú, pobre Bolivia! Ya pagarán con millones de oro al contado, según el sistema puesto en boga por Bismark, las habilidades de ajustar tratados secretos y sancionar tarifas de aduana para anular obligaciones nacionales!
Chile está gobernado por hombres de Estado. Lo prueba haber contenido y encaminado á una demagogia fanática y desenfrenada, que en otra parte hubiera arrastrado al gobierno á los mas vergonzosos escesos.
Sufriría contrastes, se estrellaría en obstáculos y en dificultades de todo género, pero iría adelante en su camino, á pasos tardios, quizá, pero firmes.
El Perú y Bolivia desgraciadamente están gobernados por los hábiles, que jamás tienen una previsión del dia de mañana, cuyas miradas no pasan del horizonte visible, que ignoran las capas sociales, yacentes bajo sus piés, las oscilaciones que pueden conmoverlas y los hundimientos á que son propensas ó á que están espuestas.
Contaban con el Huáscar, una potencia, no por la resistencia de su cáscara, no por el alcance de sus cañones, sino por la grandeza moral de Grau, único que ha mantenido en alto el prestigio de su patria, y lo han lanzado á aventuras interminables, á correrías de puro efecto, á peligros constantes, de que debía forzosamente alguna vez ser víctima.
Tomemos lección nosotros, los que tenemos en horror á los hombres de Estado, y preparamos los doseles del mando á los políticos de intrigas femeninas, y de esplendores de oropel, que llevan las naciones á Sedan y las escuadras á Antofogasta. Pongamos juicio á nuestras simpatías y antipatías de bandería; y pensemos que un dia podemos vernos á brazos con acontecimientos, que requieran sobre el cuerpo social una cabeza bien enclavada, en los hombros.
Las aguas del gran Océano se han abierto para dar en su seno inmensa tumba al almirante Peruano. Las lágrimas de un dolor silencioso, han corrido dentro de los corazones varoniles, á la noticia del heróico sacrificio del marino. Que el nombre de Grau sea el génio que despertando el espíritu de un noble pueblo, guarde las costas de su patria que ya no puede protejer con su Huáscar.
Fuente: Héctor F Varela, Corona Funebre: Homenage de la República Argentina a Miguel Grau, Imprenta de El Porteño, calle Belgrano 79, 1879, P. 11.
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