lunes, 11 de octubre de 2021

El drama del Pacífico y nuestras perspectivas internacionales (articulo de la editorial argentina La Prensa)

 [Fotografia de la fragata blindada Cochrane]
 
En todo tiempo podrá revindicar esta Redacción el honor de haberse interesado vivamente por la suerte de la Patria, por su paz y su futuro engrandecimiento, estudiando con prudencia y reposo los grandes problemas internacionales que afectan la integridad de nuestros dominios. 
 
La guerra actual del Pacífico que hemos deplorado en nombre de un sentimiento americano de que no podemos deshacernos y al cual no nos es dado mostrarnos indiferentes y helados, encierra grandes lecciones para el continente y grandes enseñanzas, muy particularmente para la República Argentina. 
 
Desde el primer disparo sobre las aguas de Tocopilla y en las áridas alturas de Calama, hasta el lúgubre y heróico drama en que cae Grau amortajado por la metralla chilena, ingresando á la vida perdurable de la Historia, cada hecho, cada movimiento, debia llamar nuestra atención. 
 
El patriotismo y el porvenir de la República nos exigian estudiar cada uno de esos acontecimientos, para utilizar de ellos toda aquella enseñanza que ha de servirnos un dia para la defensa del honor y de la integridad de la tierra de la cual, parodiando al poeta itálico, puede decirse, que parte el Rio Negro y limitan el Atlántico y los Andes. 
 
La Prensa ha pagado al deber cívico este tributo de buena voluntad y de previsión, ya que no de poder de acción para traducir en hechos las concepciones benéficas, para fecundar al calor de la ciencia y de la esperiencía en materia de guerra naval, los hechos ilustrativos que se desarrollan en los dominios del histórico mar que descubriera Nuñez de Balboa. 
 
En corroboración de ello, recordaremos nuestra série de artículos apropósito de las funciones de guerra marítima y terrestre, en los cuales hemos estudiado prolijamente el poder militar que cada país viene desarrollando en aquel drama tremendo, en que hemos tratado de poner de relieve sus puntos débiles y sus flancos mas ó menos invulnerables, comparando todo ello con otros Estados y con la República Argentina misma. 
 
Analizando nuestro poder marítimo á la luz de aquellos acontecimientos, hemos trazado una séríe de consejos patrióticos y de alta importancia para el porvenir de la República y de sus cuestiones de límites no resueltas. 
 
Continuamos en la tarea, estimulados por los hechos recientes, moral y materialmente mas graves que los anteriores, por cierto. 
 
Un sentimiento de previsión, un impulso instintivo nos hace volver los ojos á nuestro desagradable y doloroso litigio con Chile. 
 
Al ocuparnos nuevamente de este asunto no desconocemos nuestra actitud anterior, que siempre fué moderada y conciliadora, sin comprometer en lo mas mínimo nuestro derecho á toda la Patagònia Oriental. 
 
Hemos querido siempre que se dejára espédita la acción gubernativa y que no se la deprimiera con demostraciones inconvenientes. 
 
Hoy no existen ya negociaciones en tramitación, y podemos discurrir sobre lo hecho, con el criterio tranquilo que en ningún momento nos ha abandonado, y sin odiar á Chile, porque no queremos mal á país alguno de Sur-América, ni aun á aquellos que por su errónea política tienden á quebrantar la solidaridad de las instituciones libres en el Continente, fomentando la vigorizacion de instituciones antagónicas. 
 
Nuestra negociación con Chile, se encuentra de nuevo en el aire, sin base y sin porvenir. 
 
Chile no quiere tratar, no quiere arbitrage, y ha preferido la guerra. 
 
Es una desgracia para la América del Sur, que tal sea la política de Chile, porque su ruina no compensará los males que la lucha armada causa al Continente. 
 
Pero la verdad es que Chile se viene preparando de tiempo atrás para la guerra, como lo prueba el poder de sus blindados (aunque son lerdos), y el vigor con que en un momento ha puesto una escuadra fuerte y un ejército en país inhospitalario y sin recursos. 
 
Chile ha sido mas previsor, pues, que la República Argentina, porque aun cuando en el Gobierno de aquel país palpite hoy la sangre argentina en su gefe y el espíritu de amistad y de concordia, la verdad es que en la masa del pueblo chileno se agita con furia el sentimiento de una guerra chileno-argentina y que ese espíritu ha producido los armamentos que hoy presenciamos en acción. 
 
La adquisición de dos blindados, fuertes por su coraza y por sus baterías, cada una de seis cañones de á 300 libras, es un hecho que ha obedecido á la previsión de una guerra con la República Argentina; y el señor Vicuña Mackenna acaba de revelarnos, que cuando se votó la compra de los encorazados, se debió á la previsión de varios senadores patriotas la compra de un buque especial para el combate y el crucero en el estrecho de Magallanes. 
 
Y esa es la escelente barca chilena que lleva ese nombre y que, con dolor lo repetimos, ha arrebatado dos buques mercantes ya del amparo de la jurisdicción argentina, que su hélice azotaba. 
 
Chile sabia que el teatro de una guerra con la República Argentina no sería el rio de la Plata, sinó el mar. 
 
El mar, conductor propicio de nuestro comercio, de nuestros vestidos, de una parte de nuestra comida y de las mismas armas, con que deberíamos sostener el honor y la integridad de la Nación. El mar, que rodea nuestras tierras australes, codiciadas por el hermano pobre y avaro de lo ajeno, tierras cuyas costas serian, acaso serán (no lo permita el cielo, por honor de Sur América), el teatro de una guerra tremenda, por el ejercicio de jurisdicciones que Chile nos cuestiona. 
 
Esta sería una guerra que mas que la del Pacífico hoy dia se resolvería por un combate naval, pues destruido el poder invasor de Chile en aquellas costas, ¿quién osaría perturbar nuestros establecimientos y los cruceros que los protejan? 
 
Chile sabia, que para nuestra Patria, no era una derrota la pérdida de nuestra escuadra, pues aun nos quedaría el camino de los Andes y 300 mil soldados que saben morir como héroes, y que caerían sobre el occidente de aquellos, como un vendaval empujado por el aliento irresistible de la justicia. 
 
Chile sabe que por el contrario, perdida su escuadra, tendría que renunciar in límine á sus pretensiones sobre la Patagònia, porque nuestras capitales se hallan muy lejos para sus invasiones, y no podría llegar á ellas, sinó despues que el pueblo argentino hubiera sido borrado del haz de la tierra. 
 
Y hé ahí, porqué Chile, sabedor de la clase de buques que la República Argentina construía en Inglaterra, hizo construir otros, diseñados en la escuela del mismo almirantazgo que diseñára los nuestros. 
 
Por eso Chile, que nos veia armarnos en defensa de los ríos amagados por el Brasil, se armó á su torno para acometer nuestros mares con elementos poderosos. 
 
Hoy estamos como en 1873. 
 
Chile pretende lo que nuestro decoro no permite ni siquiera que discutamos. 
 
Chile ha sabido paralizar con habilidad la acción de la República Argentina en la actual guerra, consolidando nuestra neutralidad por medio de una negociación, que no deseaba llevar á término para solucionar el conflicto, y que habría llegado á distraernos y atraernos con esperanzas de un acuerdo definitivo. 
 
Logrado ya este objeto, la negociación fracasa y las cosas quedan como en 1873, con este aditamento, que el poder naval del Perú acaba de ser momentáneamente destruido, aumentando dos buques fuertes, el de Chile y restablecida la vanidad imprudente que ese pais despliega en sus cuestiones internacionales. 
 
En presencia de estos hechos, el Gobierno Argentino tiene una alta responsabilidad y un gran deber de previsión que cumplir. 
 
Él se sintetiza diciendo que la opinión pública exige que una escuadra apta para los combates de alta mar, con naves mas fuertes y mas rápidas que las de Chile, surque cuanto antes nuestras aguas y lleve la bandera de la Patria á todos los puntos del territorio austral. 
 
La opinión lo exige, lo repetimos, en nombre de la previsión y del patriotismo; y nosotros nos honramos al hacernos éco de ella.
 
Fuente: Héctor F Varela, Corona Funebre: Homenage de la República Argentina a Miguel Grau, Imprenta de El Porteño, calle Belgrano 79, 1879, P. 6. 

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