[Fotografiá de la torre de mando del Huáscar después del Combate Naval de Angamos, en donde murió Miguel Grau]
El telégrafo acaba de vibrar tristemente al transmitirnos una nueva tan melancólica como inesperada, que lo mismo que aquí, debe haber tenido repercusiones dolorosas en la América toda.
Al mismo tiempo que el Huáscar sucumbia tras largo combate en Mejillones, luchando contra dos blindados formidables de la armada chilena, caía también, despedazado por la metralla enemiga, el valiente Grau y su segundo y tercer comandante.
Era necesario que muriera Grau, para que la mas intrépida de las naves armadas que han surcado las aguas del Pacífico, pudiera sucumbir á los fuegos del enemigo!
Es que el osado y valiente comandante del Huáscar, pertenecía á la raza de los marinos que, como Nelson, no se rinden nunca y mueren triunfando ó salvando el honor de la pátria.
Intimas analojías descubrirá alguna vez la historia entre aquel almirante inglés que en Trafalgar, dirijia el combate, herido mortalmente y el contra-almirante peruano, que despues de haber visto uno de sus brazos y una de sus piernas arrebatados por la metralla, seguia firme, mandando y alentando á sus bravos y muriendo con ellos á la sombra de su bandera.
El Huáscar no se ha hundido en las aguas como el Vengador, aquel navio francés que se iba perdiendo lentamente al éco de los cantos de la Marsellesa y de los victores á la República invencible.
Pero son los fragmentos del poderoso blindado lo que han conquistado los chilenos, y es el cadáver de Grau el trofeo de un combate desigual y sin victoria.
Bello espectáculo del heroismo americano, en las aguas del Pacífico!
Alguna vez, en las leyendas de América, escritas con las ternuras y las inspiraciones del patriotismo, se cantarán estas hazañas legendarias de los héroes que saben morir, de los pueblos que tienen ejemplares tan esforzados de su espíritu, en las horas de la prueba solemne, en medio de la batalla y del sacrificio.
Entre tanto, el sentimiento americano ha estallado en esplosiones melancólicas de duelo, y todo Buenos Aires parece llevar en su alma entristecida el pesar de esta inmensa pérdida.
Es justo, es legitimo este sentimiento.
Si no existiera la solidaridad de los pueblos americanos, existiria siempre en el pueblo argentino el culto de los héroes.
Grau muriendo en las aguas del Pacífico, es uno de los nuestros, y le debemos los altos testimonios del respeto y admiración que se tributa á los grandes hombres.
Hay que honrarnos á nosotros mismos, honrando esa memoria sagrada, convertida desde hoy en altar del ejemplo, donde una generación puede acudir á recojer la enseñanza fecunda del patriotismo y las altas virtudes cívicas del ciudadano.
La juventud de Buenos Aires lo ha comprendido asi, é inicia en estos momentos una manifestación de duelo, digna del marino y del héroe, para tributarle las honras merecidas.
Bien lo merece aquel cuyo nombre ha pasado al panteón de la historia, iluminado por los resplandores de la gloria que ciñen su frente en la inmortalidad.
Fuente: Héctor F Varela, Corona Funebre: Homenage de la República Argentina a Miguel Grau, Imprenta de El Porteño, calle Belgrano 79, 1879, P. 4.
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