Jeneral en jefe del ejército del Norte.
Antofagasta, agosto 30 de 1879.
Señor Ministro:
El 28 del presente, a las once A. M., se avistó hacia la parte Sur de este puerto el blindado peruano Huáscar. Después de haberse detenido mas de una hora al habla con una nave mercante que acababa de zarpar de aquí, se dirijió al interior de la bahia donde se encontraban ancladas la cañonera Magallanes, que se puso luego sobre su máquina, i el vapor armado en guerra Abtao, que estaba con la suya en refacción.
En espectativa de un próximo combate, se tomaron las medidas convenientes para que las tropas sufrieran lo menos posible si el enemigo hacia fuego sobre la población, i para que estuvieran en aptitud de prestar sus servicios en caso de producirse incendios. Las órdenes dadas fueron cumplidas con rapidez i serenidad, i a los pocos minutos todos estaban en sus puestos.
A la una P. M., el Huáscar llegaba próximamente a cuatro mil metros del Abtao, cuando este buque rompió sus fuegos, siguiéndole un poco después la Magallanes i los dos cañones de la batería del Sur. El monitor se detuvo por algún tiempo conservando la misma distancia sin contestar nuestros disparos, hasta que, colocándose mas al Norte fuera del alcance de la batería mencionada, que por este motivo cesó de hacer fuego, rompió él los suyos sobre el Abtao, que ofrecia un fácil blanco acoderado del mejor modo posible para utilizar sus tres piezas de a 150. En el mismo instante la batería del Norte entró en acción en apoyo de nuestros buques.
El cañoneo se sostuvo con mas o menos vigor hasta las tres. P. M., hora en que se suspendió por ambas partes a causa de la gran distancia a que se habia retirado la nave enemiga. A las cuatro P. M., habiéndose ésta aproximado un poco mas, abrieron las baterías nuevamente el fuego, no obstante de mantenerse siempre alejada entre tres mil quinientos i cuatro mil metros. En estas condiciones se continuó el combate por algnn tiempo mas, habiendo cesado del todo a las cinco quince P. M.
En tierra no hemos tenido que lamentar ni pérdidas de vida, ni daños de ningún jenero; pero desgraciadamente no ha sucedido asi a bordo del Abtao, donde cayeron dos granadas de segmento que ocasionaron la muerte del injeniero 1.° del buque, don J. Mary, la de dos soldados de la guarnición i de seis marineros, dejando tres mas, heridos de mucha gravedad, seis de menos peligro i un oficial contuso. Las averias cansadas en el buque son de poca monta i podrán repararse pon facilidad. En la Magallanes no hubo novedad alguna.
Las punterías del enemigo fueron jeneralmente certeras i solo dirijidas a los puntos desde donde se le hostilizaba. Apesar de la gran distancia a que siempre se mantuvo de nuestros cañones, varios de sus proyectiles hirieron su casco. Ignoro el daño que puedan haberle causado, pero es de presumir que no haya salido ileso.
Me hago un deber especial, señor Ministro, en recomendar con encarecimiento al injeniero 1.° del Abtao, don Juan Mary, muerto noblemente combatiendo por su patria adoptiva, que es la patria de sus hijos. Realza mas este sacrificio la falta de estímulo que tiene el importantísimo aunque poco ostensible puesto de injeniero de una nave de guerra, donde se corre los riezgos de los combates sin las recompensas de la gloria.
Por lo demás, tengo la satisfacción de poder decir a US. que los señores jefes, oficiales, marinería i tropa llenaron cumplidamente su deber, i que aquellos a quienes cupo la honra de tomar parte activa en el combate, se condujeron con la serenidad i bizarría que Chile tiene derecho a exijir de sus hijos.
La población no interrumpió sus ocupaciones ordinarias, i aun durante el conflicto se mantuvo en la mas completa tranquilidad.
Todo lo que tengo el honor de participar a US. para que se sirva ponerlo en conocimiento de S. E. él Presidente de la República.
Dios guarde a US.
ERASMO ESCALA.
Al señor Ministro de Guerra.
Fuente: Boletín de la Guerra del Pacifico 1879-1881, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, P. 334.
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