lunes, 13 de septiembre de 2021

El Jorobadito


 
 Frente al cuartel del Buin arremolinabase una turba de mujeres, de niños y de viejos. 
 
El centinela, un soldado de pantalón garance y morrión frances, amenazando con la bayoneta de su fusil Grass, imponía silencio y mantenía al grupo a la distancia reglamentaria de la puerta. Un individuo chico, de hombros levantados, cabeza enterrada en el cuello y pequeña joroba a la espalda, pugnaba por desprenderse de las manos de una mujer treintona, con zapatos de hombre, pretina rota y cabeza desgreñada, que lo retenía fuertemente de la chaqueta. 
 
Rezongo: ¡Suéltame Ursula !, voy a presentarme. Quiero ir a Lima... 
 
Y para dar mas vigor a sus palabras, se suspendió los pantalones de un tirón. La mujer lo suspendió con rabia, con despecho; hizo un gesto despreciativo y le tiro a la cara estas palabras: 
 
-Curco tonto... anda... se reiran de ti. 
 
El jorobadito entro al cuartel, precedido del cabo de guardia. Parecía un niño, pero tenia mas de veinte años. Entro receloso, con mirada de animal acorralado. El ayudante lo examino de arriba abajo y le toco suavemente la giba: -Imposible alistarte... en este promontorio no se sujeta la mochila. 
 
Relampaguearon los ojos del  jorobado. 
 
-Bueno, ¿y por eso nomas? 
 
-Si, por eso nomas. 
 
El deforme pensó, regocijado: ¡Caramba!... en caballería no llevan mochila. Voy a caballería. 
 
Y se fue acompañado de las rechiflas y pullas de la gente que esperaba su salida y, con espiritu bien humano, deseaba su fracaso. La mujer lo llamo. -¡Ciriaco, Ciriaco !. Su amigo no le hizo caso. Quiso seguirlo; pero no pudo, porque el se alejo corriendo. 
 
Otro ayudante lo recibió allá. Era viejo, de bigote blanco, tieso como escobilla de ramos. Anotaba los nombres de cinco reclutas que lo miraban asustado de sus modales un poco bruscos. De reojo diviso la joroba del recién venido, arrugo el entrecejo y grito ásperamente: 
 
-Tienes mochila, no sirves para caballería...
 
Ciriaco entendio la broma, se estiro y avanzo el pecho para disimularla: 
 
-Es chica: a caballo no se nota señor 
 
-Eres enclenque, no tienes fuerza... 
 
Como el jorobadito asegurara que no era débil, el capitán le señalo un campesino de casi 2 metros de altura y le pregunto:  
 
-¡Te atreverías para ese?
 
Sin contestar una palabra salto sobre el recluta , lo tomo repentinamente de la parte baja de las piernas y lo echo al suelo. Estuvo a punto de desnucarlo en el asfalto del corredor. El ayudante monto en cólera, lo despidió ásperamente y quedo refunfuñando. 
 
-Es demasiado atrevido este curquito. Puede hacernos una grande... 
 
Ciriaco salio del cuartel con aire pensativo. Salio con las manos en los bolsillos de su viejo pantalón de mezclilla azul, rumiando la testarudez de sus pretensiones. Maldecía su joroba, y aunque bastante avergonzado de la expulsión, no se alejo de Cazadores. 
 
Rondo toda la tarde. Y arrebujado con la noche, burlo la vigilancia de los centinelas y penetro al cuartel escalando la muralla. Se oculto en las caballerizas y durmió enterrado en la paja. Su despertar fue dulce como el despertar de los deseos satisfechos. 
 
El toque de diana le abrió los ojos. De un salto se puso de pie, se sacudió la ropa y se mezclo a un mundo de reclutas sin uniforme , que llegaba a la caballada. No fue reconocido. Y después del café lo hicieron formar entre los voluntarios que llevarían a la enfermería para el examen medico. 
 
Con su manta puesta, disimulaba la joroba. Por su baja estatura lo colocaron a la cola de los futuros combatientes. Mejor, marchaba erguido, sin llevar el paso. Con la espalda momentaneamente aplanada se hacia la ilusión de ser soldado. Cuando le llego el turno del examen, dio su nombre. El cirujano lo miro y volvió a mirar de arriba abajo: 
 
-Y este tan escogido ¿ de donde salio ? 
 
-No figura en la lista- repuso un enfermero, después de revisarla. 
 
El curcuncho mostró su dentadura, completa y blanca a través de una agradable sonrisa: 
 
-Soy voluntario señor. 
 
-Pero todos deben estar anotados... 
 
El medico le ordeno quitarse la manta y la chaqueta. El interpelado, que no se imaginaba tal revista, abrió los ojos con espanto, y como no se moviera, el doctor golpeo impacientemente el suelo con el taco de sus botas de montar:
 
 -¡Apurate! ¡apurate hombre! 
 
Al desvestirse cayo al suelo un paquete de papeles, puesto en la espalda para disimular la joroba, la malvada joroba que apareció mas grande y mas redonda que nunca. Hubo risas y murmullos comprimidos. El doctor lo aparto con el brazo, como quien aparta fruta mala: 
 
-Excluido por deforme... 
 
Un sargento fue a dejarlo a la calle, Ciriaco iba triste, de mala gana, acortaba el paso, atraído por el imán de la carrera militar. Al llegar a la guardia, leyó sobre el tablero de una puerta la palabra "Comandante", cruzo una idea por su mente y en su alma se agito la ultima esperanza. 
 
Aferrándose a ella se detuvo y dijo al suboficial: 
 
-Quiero hablar con el jefe. 
 
El sargento respondió sorprendido:
 
 -Ahí esta, pues.... 
 
El pobre entro temblando; pero hablo con calor, hasta con lagrimas en los ojos, y durante un par de segundos su mirada se asomaba y ocultaba, para descubrir el pensamiento del jefe y esconder el propio. El militar, conmovido por este interesante caso de amor por la patria, ofreció a Ciriaco: 
 
-Te agregare al rancho de tropa...
 
-No deseo cocinar, yo quisiera combatir... 
 
-Pareces valiente...entonces te llevare de cucalon y en los combates comunicaras mis ordenes. Y para atemorizar al curcunchito agrego sonriendo:  
 
-Peligroso oficio. 
 
El muchacho abrió los ojos y la boca como si fuera a engullirse las palabras del militar: 
 
-No importa... asi me gusta... 
 
No hablaron mas. Y sin darle de alta, lo vistieron de soldado y lo agregaron a uno de los escuadrones del regimiento. Ciriaco, conquistado por la bondad y simpatía del comandante, quedo feliz dentro de su amplio uniforme. Iba de un lado para otro alegre y bromista. Detrás de su risa bulliciosa marcho a recibir su caballo un overo viejo y medio destroncado. Y como en esa época no se practicaba la equitación en la caballería nuestra, le enseñaron a tomar las riendas y a manejar el sable montado en un ridículo caballo de madera forrado en cuero de vaca.
 
Cuando los voluntarios estuvieron medianamente instruidos y equipados, los Cazadores partieron  al norte, y desde el vapor, el jorobadito empezó a ser simpático para todos. Socorría a los mareados. Obsequiaba su pan a los tragones, servia de secretario a sus camaradas analfabetos. 
 
El tiempo rompió el capullo de recluta de Ciriaco. Como veterano, su popularidad aumento. Al entrar en campaña era ya una especie de mascota de Cazadores. Los supersticiosos iban continuamente a tocarle la joroba para tener éxito en sus ascensos; en sus planes o proyectos. Ciriaco se hacia el desentendido, a veces; otras, reía y les aflojaba la palanca de sus bromas, diciéndoles: 
 
-Si les gusta tanto, se la regalo.no me hace falta... 
 
Después de rodar largos meses en una pesada campaña, llegaron para el jorobadito los días de combate. Ya estaban en Tacna, en el histórico Campo de la Alianza, frente a un enemigo valiente y decidido. Al empezar la batalla, cuando las balas de rifle imitaban el zumbido de los golpes de sable en el aire y obligaban a los combatientes a cubrirse involuntariamente la cara con el brazo, el permanecía al lado de su jefe, listo para correr al encuentro de sus deseos.
 
De cuando en cuando miraba hacia atrás para ver los nervios de la tropa y las bajas que hacia el enemigo entre sus compañeros. En medio del fuego, comunico varias ordenes. Al partir se afirmaba el quepis, metia espuelas al overo y decia en voz baja:
 
-En el nombre de Dios...
 
Y corria de uno al otro sector del campo de batalla. Por entre muertos y heridos iba y venia sereno ante el peligro como eco vigoroso de las ordenes del comandante. Le mataron el caballo. Tomo uno que andaba suelto. Un magnifico media sangre. Al volver a ocupar su puesto, el jefe lo miraba complacido de verlo ileso y le decia: 
 
-Bien, muy bien Ciriaco! 
 
Tras dos horas de combate, las fuerzas aliadas comenzar a ralear el fuego y a perder terreno. La caballeria chilena, erizada de sables que relucían al sol como puas de acero, aparecio silenciosa, marchando al paso;cual si quisiera darse tiempo para observar el campo en que debia caer como un mazazo sobre el enemigo. Al agudo sonar de las cornetas, los escuadrones trotaron y envueltos en nubes de polvo salitroso, tomaron rel galope. Serpentearon sus filas, resono el vibrante toque de ¡a la carga!, y temblo el terreno cuando los caballos arrancaron veloces, jadeantes, enardecidos por el olor a polvora y los jinetes prorrumpieron en estruendosos hurras. 
 
El jorobadito gracias a la rapidez de su caballo, fue el primero en alcanzar y sablear al enemigo que se organizaba para resistir la carga. Pretendió arrebatarle el estandarte, pero un soldado de la escolta lo contuvo con un bayonetazo en el pecho. Ciriaco dio un sordo quejido, abrio los brazos y cayo del caballo. Los escuadrones que venían pasaron como estruendosa e infernal avalancha sobre el y sobre los infantes enemigos sorteados por la muerte.....

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