lunes, 26 de octubre de 2020

Los muertos del "Huáscar."

 [Ilustracion del Combate Naval de Angamos]
 
(APUNTES BIOGRÁFICOS.)

 
Los vacíos que ha dejado en los archivos del departamento marítimo una de las tantas revoluciones políticas que vienen empujándose en el ya abierto abismo de ruina i de deshonra en que nos vamos precipitando, han hecho imposible reunir los datos biográficos de los oficiales a quienes cupo la honra de sucumbir a bordo del Huáscar, antes que su pabellón fuera sustituido i del que ha muerto a consecuencia de las heridas recibidas en ese desigual combate.
 
El de mas graduación, capitán de corbeta don ELIAS AGUIRRE, era un joven altamente apreciado como carácter i bien reputado por los conocimientos profesionales que adquirió en la escuela militar, practicándolos después en casi diez i seis años de embarcado, durante los cuales recorrió la mayor parte de los buques de nuestra armada.
 
Hecho guardia-marina el año 1860, obtuvo cuatro años después la clase de alférez de fragata i se preparaba a hacer un viaje de estudio para el cual habia obtenido licencia cuando la imprevista agresión de la escuadra española hizo necesaria en los pocos i débiles buques que componía la nuestra, la presencia de todos los oficiales en aptitud de servir.
 
A poco de haberse embarcado, el gobierno de Pezet le dio la clase de teniente 2.°, haciéndolo figurar en el cuadro de oficiales que debia ir a recibir en Valparaíso a la Union, que, a cargo del finado contra-almirante Grau, venia de Europa, recien comprada.
 
Una vez en Chile, Aguirre manifestó al jefe de la comisión no ser partidario de la política de Pezet i siguiendo la corriente de la opinion dominante en esa época, se afilió a la causa de la restauración, embarcándose poco después en la corbeta Union, en cuyo buque permaneció hasta Noviembre de 1865.
 
Poco después salió con la escuadra a invernar en los canales de Chiloé i por su presencia en el combate de Abtao como tripulante de la misma corbeta obtuvo la clase de teniente primero efectivo.
 
Después de este ascenso se dirijió a Estados Unidos para traer los famosos monitores Manco Capac i Atahualpa, perteneciendo a la dotación del primero de ellos en la temeraria travesía que hicieron del Atlántico i las bravias costas del Sur de Chile.
 
Esta arriesgada comisión le valió la clase de capitán de corbeta, con la cual i sus conocimientos ya probados, se le confirió el honroso puesto de subdirector en la Escnela Naval, puesto que desempeñó de una manera tan satisfactoria, que puede decirse que en él aseguró su reputación profesional.
 
Un año después, en 1875, se le confiaba el mando de la cañonera Chanchamayo, lo cual coronó la buena reputación que con su carácter serio i estudioso, caudal de instrucción i práctica profesional, había sabido conquistar.
 
No mucho después ocurrió la pérdida de este buque, que venia de Paita a Eten navegando a la vela, i este hecho, que orijinó el juicio i destitución temporal de Aguirre, lo había desconceptuado para la jeneralidad de las jentes i acaso hubiera infinido por mucho tiempo en su carrera sin la muerte gloriosa que ha venido a disipar esa mala atmósfera.
 
La falta de Aguirre fué, sin embargo, un defecto común a las competencias de todas las profesiones i a los marinos de las potencias marítimas, i ella esplica gran número de siniestros de la marina inglesa, de la marina del mundo: tenia seguridad en sus cálculos.
 
Alguna mayor práctica local le hubiera aconsejado tomar en cuenta la desviación que en Punta Aguja produce la corriente i las ilusiones ópticas que forman sobre esa costa la neblina casi constante i el calor del suelo; pero aun atribuyendo a estas causas parte en el siniestro, está probado que si bien él asumió caballerosamente la responsabilidad, ésta correspondía por completo a un tercero.
 
Desde 1876 Aguirre permaneció fuera del servicio i acaso en la opinión superficial estaba declarado inhábil para tomarlo de nuevo, hasta que al declarársenos la guerra largo tiempo incubada en Chile, consiguió que se le agregara a la plana mayor de una de las divisiones navales que organizó la condescendencia; i mas tarde, cuando el comandante Otoya pasó de segundo del Huáscar, a comandante del Rimac, Aguirre lo reemplazó en aquel puesto, al que ha hecho honor con su valiosa sangre.
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DIEGO FERRÉ es otra de las víctimas que ha ofrecido en holocausto la provincia de Cliclayo, de donde era también Aguirre. Ferré nació en Monsefú, hizo sus primeros estudios en Guadalupe, desde donde se distinguió por la actividad i la claridad de su juicio.
 
En 1866 se embarcó en la clase de guardia-marina dela corbeta América, en la que poco después salió con el resto de nuestra flotilla a espedicionar al Sur de Chile, comprometida entonces en guerra con España.
 
Concurrió en ese buque al combate que nuestras corbetas, la Apurimac sobre espías i la Covadonga sostuvieron contra dos fragatas de la escuadra española i esa acción de armas le valió la clase de alférez de fragata.
 
Dejó la América, el 68 para ir en la comisión marítima que trajo de Estados Unidos los monitores, perteneciendo a la dotación del Atahualpa, buque en el cual sirvió hasta el 71. Esta espedicion fué recompensada con un ascenso jeneral, de manera que al desembarcarse del monitor era Ferré teniente 2.°
 
Este mismo año sirvió en el Tumbes, en la capitanía del puerto de las Islas de Guañape i en el Huáscar dos veces, continuando la segunda hasta el 72, fecha en la cual un disgusto personal lo separó temporalmente del servicio.
 
Pronto se reincorporó en la armada i en 1875 obtuvo la clase de teniente primero, destinándosele a dotar la fragata Independencia, en donde estuvo hasta el 77.
 
Después ha servido en los monitores i en el Talismán hasta Enero de 1878, en que pasó a tomar parte de la dotación del Huáscar, en la que ha visto abrírseles las puertas de la tumba i de la historia.
 
El contra-almirante GRAU, que solo contemporizaba con el mérito, habia distinguido a Ferré haciéndolo su ayudante i éste debia merecer esa distinción, pues mantuvo hasta la última hora el aprecio de su digno jefe.
 
Si Ferré no era una notabilidad marítima, era sin duda un oficial de honor, con los conocimientos suficientes para representar al cuerpo de que formaba parte ante cualquier marina del mundo.
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JOSÉ MELITON RODRÍGUEZ, nacido i educado en Lima, ha muerto cuando era todavía solo una lejítima esperanza para el cuerpo de marina: contaba sin embargo diez años de embarcado i por una coincidencia que nada significa, pero vale la pena de consignarse, fué el Huáscar el primero i el último buque de guerra a cuya dotación perteneció.
 
Después de dos años de embarcado, en 1871 se le hizo alférez de fragata, perteneciendo a la Independencia, buque del cual volvió al Huáscar, para cuya cubierta estaba predestinado i en el cual obtuvo la clase de teniente segundo en 1876.
 
El año 77 estuvo sucesivamente en el Talismán, la Union, la Independencia i la Pilcomayo, pasando de esta cañonera otra vez al Huáscar en Setiembre de 1878, para no trasbordarse ya a ningún otro buque.
 
Rodríguez era un oficial de marina mui distinguido, pues unía a su instrucción profesional, a su serenidad probada, a su modesta pero inmaculada reputación, dotes personales que hacían estimabilísimo su trato.
 
Entre los oficiales nuevos afanosos de hacer mérito para un puesto honroso, Rodríguez estaba a la altura de Velarde, otra de las sensibles víctimas de la «guerra de torpezas» o sea de salitre.
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ENRIQUE S. PALACIOS tiene en la marina una historia corta pero brillante, brillante como su conducta del 8 de Octubre.
 
La corriente de opinión que destituyó a Pezet hizo la guerra a España, sacó a Palacios del colejio militar, donde estudiaba en clase de guardia-marina, llevándolo a engrosar las filas de los que en el mar pretendían lavar la afrenta del 14 de Abril, agravada por la del tratado Vivanco-Pareja. Entonces era un niño.
 
Embarcado en su clase a bordo del Tumbes, se trasbordó a la fragata Apurimac en Diciembre de 1865 i en ella hizo la campaña del Sur i asistió al combate de Abtao.
 
Ascendido por esta acción de armas a la clase de alférez de fragata, sirvió después en la América i en el Huáscar hasta el 68, año en el cual, como muchos otros oficiales, dejó la desatendida i mal organizada carrera, indudablemente con el propósito de no pisar en adelante la cubierta de nuestros buques de guerra.
 
Al definirse la avidez chilena, Palacios fué uno de los que, como ya lo habia hecho en 1865, olvidó toda clase de consideración personal, pasando a ocupar su puesto en la armada, como miembro de la fragata Independencia, después que se le hubo reconsiderado en la clase de teniente segundo.
 
Presente en este buque en su tristemente célebre naufrajio de Punta Gruesa, fué uno de los que solo abandonaron esa cubierta después de entregarla a las llamas i en Agosto último ingresó en la dotación del Huáscar, pedido por el inolvidable contra-almirante GRAU.
 
Ya sabemos cuál fué su porte a bordo i cómo murió, como sabemos la historia de las últimas horas de sus compañeros: de todos debe conservarse el recuerdo i la historia como retribución a los muertos i para estímulo de los vivos. Reproducirla con fidelidad es utilizar el espejo que en su conducta nos legan i por eso que aunque tarde llené el vacío que han dejado los diarios.—R, MELÓ.
 
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 535.

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