jueves, 25 de julio de 2019

Relacion de don Gonzalo Bulnes sobre la captura del Rimac.

 [Fotografia de Gonzalo Bulnes]

Ya que la suerte que ha corrido el trasporte Rimac no es un misterio para nadie, conviene recordar las circunstancias en que tuvo lugar su partida. Habiéndome trasladado a Valparaíso a despedir a mi hermano, estuve en situación de conocer las verdaderas circunstancias que precedieron a su marcha. Su relación auténtica, descarnada, que garantizo bajo mi palabra de honor i que coloco bajo el honor del mismo señor Altamirano, contribuirá a esclarecer el hecho terrible que tiene abrumado el espíritu del pais.
El viernes 18 de Julio salí de Santiago acompañando al escuadrón carabineros de Yungai. Llegado a Valparaíso,mi hermano recibió orden de embarcarse a las tres de la tarde en el vapor Rimac. Minutos antes de esa hora i cuando llegaban al muelle para tomar el bote que debía conducirlo a bordo, nos dijo el comandante Thompson que, según creía, el intendente Altamirano habia postergado la salida del trasporte.

Fuimos a ver al señor Altamirano, quien nos confirmó lo que Thomson nos habia dicho solo de un modo vago; añadiendo mas o menos estas testuales palabras: Santa María me anuncia, comandante, que hai mucho peligro para su partida. Por consiguiente, postergue Vd. su viaje hasta nueva orden.

Luego suplimos que la cansa de esa determinación inesperada era un parte trasmitido desde Antofagasta. que fué publicado aquella misma tarde en Valparaíso, i que, según creemos, fué circulado en suplementos en Santiago, anunciando que el Huáscar estaba en Mejillones, la Union en Cobija i creemos que la Pilcomayo en Tocopilla.

La ansiedad se hizo sentir desde ese momento en Valparaiso i con ella el temor de que el objeto del enemigo fuese apresar los trasportes que se preparaban a partir. Sin embargo, al siguiente dia, a las diez de la mañana, mi hermano recibió en el hotel una carta en que el señor Altamirano se reducía a anunciarle que el Rimac partia a las 12 del dia, sin una palabra de esplicacion sobre la presencia del enemigo, ni sobre la desaparición de los temores que detuvieron su marcha el dia anterior.

A consecuencia de esta orden se embarcó ese mismo dia, a las doce, con el presentimiento del funesto lance que no ha tardado en realizarse.

Agregúese a esto, que el vapor que debia burlar la persecución de la escuadra peruana, habia sido cargado, según se nos asegura, con exceso sobre el peso máximo de su carga, i que aun sin esa circunstancia no habría podido escapar de la Union, por ser su andar interior de dos millas al de este buque.

Una hora mas o menos después de la partida del vapor se recibió la noticia de la presencia de la escuadra peruana en Caldera, pero el parte no llegó a conocimiento del señor Altamirano sino a las cinco i media de la tarde del mismo dia, por haberse ausentado de la Intendencia sin dejar una persona encargada de conducir los partes al lugar en qu ese encontraba.

A las seis, cuando la noticia de la llegada, del enemigo a nuestras costas se divulgó en Valparaíso, me trasladé a la Intendencia a solicitar del señor Altamirano que tomase alguna medida para evitar el apresamiento del vapor.

Empezó por manifestarme que no habia medio de reparar lo hecho, i como me preguntase si se me ocurría alguno, le supliqué que ordenase a la Chacabuco, al Tolten i al Copiapó, que debían regresar de Coquimbo a Valparaíso, que tomasen tres rumbos distintos, lo que a mas de servirles de propia seguridad habría quiza bastado para prevenir del peligro al Rimac i hacerlo volver a Valparaíso. El señor Altamirano se escusó de tomar ninguna medida, alegando razones que solo me manifestaron su deseo de confiar la suerte del convoi a los azares de la mas ciega fortuna.

Esta relación descarnada no descubre sino una faz de severa investigación que el pais está en el deber de levantar contra los autores de la orden inconsiderada, que expuso sin objeto la suerte de un cuerpo de ejército.

Nada justificaba esa marcha precipitada: ni las necesidades de la guerra, ni siquiera la opinión de los. altos jefesdel ejército, pues nos consta que el señor jeneral Arteaga no solicitó, antes bien se opuso al envío precipitado del escuadrón.

En resumen, la desgracia que hoi lamentamos no pertenece a la categoría de esos accidentes de la guerra que no es posible evitar. Por el contrario, se han acumulado en este hecho todas las faltas que la imprevisión puede poner al servicio de la mas completa ignorancia de las cosas del mar.

El buque fué despachado sabiéndose la presencia del enemigo en las cercanías de Antofagasta: los partes que recibidos en tiempo oportuno hubieran podido evitar la catástrofe, no llegaron a su destino sino algunas horas mas tarde por un descuido incalificable, i por fin no se adoptó en el primer momento ninguna de las medidas que estaban al alcance de la Comandancia Jeneral de Marina para reparar el mal.

Tales son los hechos que entrego al juicio del publico. Por dolorosos que ellos sean para mi corazón de chileno id e hermano, deseo que su cabal conocimiento prevenga al pais contra la repetición de hechos análogos.

Gonzalo Bulnes.

Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 437.

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