miércoles, 10 de julio de 2019

Los animos en el campamento chileno al inicio de la Batalla de Huamachuco.

 
[Fotografia actual del cerro Sazon. lugar donde se encontraba el ejercito chileno]

Amaneció el dia 10.

No habia plan de batalla, pero todos deseaban combatir.

¿Cómo?

La casualidad presentaria la ocasión i el momento oportuno.

El mismo dia de las salvas i del fogueo en celebración del aniversario del canibalismo de la Concepción, Cáceres intentó incitar a nuestro ejército a un ataque.

Finjió un simulacro de batalla como dando a entender que el grueso del ejercito de Amagada que recorría el sur había llegado i con el se las habia por la retaguardia.

Supuso que. engañada la división Gorostiaga, iría a secundar el ataque creyendo encerrarlo entre dos fuegos.

Pero la astucia del jefe peruano falló otra vez ante la sagacidad de nuestro caudillo.

Este contestó a cuantos le hablaron del pretendido ataque, que eso era imposible, porque ni el jefe chileno del sur sabia lo que sucedía en el norte, ni tiempo habia tenido para ocurrir en su ayuda.

Si el esperto jefe se hubiera dejado engañar por la astucia peruana, habria perecido nuestro ejercito, porque habria dado la batalla fuera de sus posiciones.

El 10 a primera hora, el campamento seguía tranquilo.

A las seis de la mañana el comandante González llamó al capitán Dell'Orto i le dijo que preparara una compañía del Concepcion, pues el señor Gorostiaga habia dado orden a los Zapadores de hacer un reconocimiento sobre el ala derecha peruana i esa compañía del Concepción debía seguir a los últimos.

En medio de las mil vacilaciones i dudas sobre lo que pasaba en el campamento enemigo, algunos habían llegado a creer que Caceres hubiera partido a combatir las fuerzas de Iglesias en Cajamarca i hubiera dejado unos cuantos centinelas al frente de los cerros.

Las dos compañías de Zapadores llevaban órden de simular un ataque para que el enemigo descubriera sus fuerzas, i, conseguido el objeto deseado, debían replegarse a sus posiciones primitivas.

La primera la mandaba el capitán don Amador Moreira, la segunda el capitán don Juan Antonio Maldonado i toda la fuerza la dírijia el capitán ayudante don Ricardo Canales, hombre intrépido i audaz, que desafiaba el peligro i que tenia desprecio hasta por las mas aguerridas tropas peruanas.

Los soldados que comandaba este caudillo se hicieron intérpretes de los deseos de toda la división, que queria castigar pronto al peruano i salir de una actitud embarazosa i mortificante para el orgullo i el patriotismo chileno. No partieron con intención de inspeccionar, sino de atacar inmediatamente que vieran al enemigo.

Querían retarlo, para así empeñar la acción.

Ni los Zapadores ni la compañia del señor Dell'Orto,que marchaba a retaguardia, tenian órden de hacer fuego.

Unos dicen que el ataque partió de un batallon peruano; pero nuestros datos confirman que partió de los Zapadores i aun con el consentimiento i hasta el mandato de su altivo jefe.

Los Zapadores rompieron, pues, los fuegos i se vieron de repente acosados por las tropas enemigas, que bajaron en gran número i oponían un batallón por cada compañía.

Tan cierto era que todavía no se habia acordado un plan definitivo de batalla por los nuestros, que la acción de los Zapadores, sorprendió a jefes i tropa.

Hubo un momento de confusión. Todos corrían a armarse i a ocupar sus respectivas posiciones, i no se pudo enviar en ausilio de los combatientes batallón por batallón, sino compañía por compañía, a medida que iban organizándose.

Creemos necesario dar estos minuciosos detalles para que se aprecie toda la importancia de la victoria de Huamachuco.

Al romperse los fuegos, la división chilena preparaba su desayuno. Se repartía carne cruda, que el soldado debia cocer o asar, así, sola, sin aliño ni sal, pues carecían de ella desde que habian abandonado a Huamachuco.

I a propósito, he aquí un rasgo quo revela la sangre fría, la audacia i el denuedo de nuestros soldados.

El comandante del Talca, señor don Alejandro Cruz.como los demás jefes, abandonó el sitio que ocupaba el Estado Mayor i voló a organizar la hueste.

Al llegar al campamento, vió varios montones de carne cruda, i terriblemente irritado, dijo a los encargados de distribuirla:

—¿Por qué todavía no se ha repartido el desayuno a la tropa? Ya va a comenzar el combate i no alcanza a comer nada.

A lo que contestó Pedro Castro, soldado de la primera compañía del Talca:

—No queremos recibirla, mi comandante, dispense su merced. Arriba vamos a almorzar; los cholos nos tienen el almuerzo listo.

En efecto, el pronóstico del soldado so cumplió, porque nuestras tropas comieron esa tarde las viandas que los peruanos tenian preparadas en la cumbre del Cuyulga.

Algunos pretenden acusar al capitán ayudante de Zapadores i al capitán DelI'Orto, de temerarios i desobedientes; pero la verdad es que al romper los fuegos sobre el enemigo, lo hicieron muí a tiempo, cuando la tropa ardía en deseos de combatir.

Fuente: Valenzuela, Raimundo del R., La Batalla de Huamachuco, Imprenta Gutenberg, Santiago de Chile, 1885, P. 43.

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