[Fotografia de retrato de Juan José Latorre]
Damos a continuación una relación que nos ha sido enviada de Antofagasta de las entusiastas i espontáneas manifestaciones con que en el cuartel jeneral de nuestro ejército ha sido recibido el valiente i victorioso comandante del Cochrane.
Antofagasta, Octubre 12 de 1879.—Con motivo del arribo a este puerto del Cochrane i Huáscar, se han repetido las espansivas fiestas de estos dias.
Poco antes de las ocho de la mañana del dia de hoi, se avistó un humo en el mar hacia el Norte e instantes despues, otro, que, pasados algunos momentos, resultaron ser nuestro blindado Cochrane i el monitor Huáscar, navegando en convoi.
Tan pronto se esparció en el pueblo esta noticia, que era esperada con anhelo i hasta con ansiedad, puede decirse que todo Antofagasta se dirijió al muelle para saludar al comandante, señor Juan José Latorre, el vencedor de Chipana, i Mejillones, i el que también se encontró al mando de la Magallanes en las acciones de Iquique i Antofagasta; i para admirar de cerca al valeroso Huáscar, hoi el compañero de lucha de nuestra escuadra.
Cuando el Huáscar se dejó ver a distancia, izado al tope tremolaba con gracia el hermoso pabellon chileno, que al decir de muchos le sienta mejor que la insignia de sus antiguos señores.
Siendo la hora de misa aquella en que los dos citados buques entraban a la bahía, las tropas permanecieron formadas en la plaza, i el rejimiento l.° i 2.° de línea hicieron prolongar sus filas hasta el muelle, en donde terminaba el ala izquierda del segundo batallón del rejimiento 2.°
En esta disposición, se esperó el arribo de los dos blindados que por momentos se acercaban al fondeadero.
Inmediatamente que el Cochrane echó anclas, los artilleros del 2.° rejimiento de línea, colocados en batería en la esplanada al Sur del muelle, hicieron una bonita salva, los ecos de cuyos disparos, repercutiendo en las lejana squebradas de los cerros adyacentes, iban a repetir los vivas que el pueblo ebrio de entusiasmo lanzaba al aire de minuto en minuto saludando a nuestros bravos marinos i a la querida patria.
Con anticipación, todos los botes del puerto i algunas lanchas llenas de jente se habían dirijido a bordo para recibir a los intrépidos tripulantes del Cochrane i examinar por sí mismos los estragos cansados en el Huáscar por las bombas de nuestros blindados.
El señor Máximo R. Lira, delegado del intendente jeneral del ejército, acompañado de otras personas, se dirijió también a bordo con el fin de invitar a tierra i a hacer compañía al benemérito comandante Latorre. En el muelle lo esperaban el jefe de estado mayor, coronel don Emilio Sotomayor, en unión de varios jefes del ejército i muchas otras personas notables.
Tan pronto como el comandante Latorre i su comitiva saltó a tierra, la banda del regimiento 4.° rompió con la Canción Nacional, lanzándose a la vez por toda la inmensa concurrencia un jeneral i prolongado ¡hurra!
En este instante, el coronel Sotomayor se acercó a Latorre, a quién saludó afectuosamente i felicitó por sus victorias. Inmediatamente el comandante señor Eleuterio Ramírez se acercó al lado de su amigo Latorre, saludándolo cordialmente i estrechándose ambos en un fraternal abrazo.
Cuando vimos estrecharse a esos dos dignos jefes, involuntariamente esclamamos:—«¡Hé ahí el saludo de dos valientes!... Las almas nobles saben comprenderse; los corazones jenerosos saben amarse!...»
Momentos después llegó el señor jeneral en jefe, quien, dirijiéndose al señor Latorre lo cumplimentó por su bello comportamiento. Asimismo, el señor Latorre fué felicitado por muchísimas otras personas. Concluidas estas conmovedoras salutaciones, todos se dirijieron a la plaza de armas, siguiendo por la calle formada por los dichos rejimientos 1.° i 2.°, que al efecto habían abierto sus filas.
Tras de Latorre i su comitiva, venia la bandera de las señoras de Trujillo obsequiada a Grau para el Huáscar i la que fué encontrada a bordo del monitor. Este bonito i bien trabajado estandarte era conducido por oficiales de marina i varios del batallón cívico de este puerto. A retaguardia iba la banda del 4.° tocando escojidas marchas.
El pueblo, en número crecidísimo, llenaba por completo la calle hasta estrecharse en ambas aceras i estendiéndose en una proporción de mas de dos cuadras.
Durante el trayecto, el bravo Latorre fué victoreado sin cesar; i aquellas espontáneas ovaciones le hicieron quitarse su gorra por dos i tres veces, saludando i demostrando así su sincera gratitud por este pueblo compuesto en su mayor parte de militares i que le colmaba de aplausos.
Pocas veces hemos presenciado ovaciones tan justas i tan jenerales como la de que nos ocupamos, i pocas veces también hemos visto a un individuo tan dueño de sí mismo siendo objeto de manifestaciones de esta especie.
Latorre no absorbía de la atmósfera de gloria que le rodeaba ni vanidad ni soberbia: su alma noble no da albergue a esos bajos sentimientos, solo acariciaba con cariño la dulce satisfacción que le causaba el ver interpretado por sus conciudadanos su amor a la patria que le diera el ser.
Sereno i firme sin afectaciones, no demostraba la jactancia de su mérito i en su rostro varonil solo se divisaba el reflejo de su conciencia pura i la noble satisfacción del deber cumplido.
Modesto i bondadoso por carácter, se atraía las miradas i afecciones de todos, i es por eso que los vítores eran mas entusiastas, cuanto mas espontáneos.
En una palabra, los actos de Latorre como marino le han merecido i le merecerán justos elojios, i es por ello que se ha captado el respeto de sus conciudadanos; i su noble modestia le ha hecho querido de todos, hasta de los que no han tenido el gusto de conocerle.
El estandarte de las señoras de Trujillo fué puesto por algunos momentos en la torre de la iglesia para calmar las exijencias i deseos del público que anhelaba conocerlo, después de lo cual se le dio colocación en el altar mayor. Suponemos que esta valiosa pieza histórica será llevada a Santiago i puesta al lado de la antigua bandera de nuestra gloriosa Covadonga en la iglesia metropolitana.
Concluido este acto, las tropas desfilaron por frente al señor jeneral en jefe que acompañado de varios jefes i personas respetables se hallaban en los balcones de la casa consistorial, que se encuentra al lado de la iglesia, retirándose en seguida todos los cuerpos a sus respectivos cuarteles.
En toda esta improvisada fiesta ha reinado el mas completo orden i compostura por parte del pueblo, i el fogoso entusiasmo, llevado hasta los límites de una sana prudencia, no ha dado márjen para que se injuriase ni se dirijiese vituperios de ninguna especie a nuestros enemigos.
Por el contrario, si todos los habitantes de este pueblo han celebrado con entusiasmo, que ha rayado en delirio, la toma del Huáscar, así también ha causado en ellos un verdadero sentimiento la muerte del valiente i caballerezco Grau, pues no hai una sola persona que no haya reconocido en él al marino intelijente i digno i al caballero educado i cumplido. Sinceramente damos a nuestros enemigos el pésame por esta gran desgracia.
El pueblo de Antofagasta—pueblo chileno al fin—ha dado una vez mas elocuentes pruebas de su cultura i moderación; i sabiendo hacer justicia i premiar con sus aplausos a los defensores de la patria, silencia i calla los actos poco correctos i las defecciones de nuestros enemigos, i lamenta, talvez mas que ellos mismos, la pérdida tan valiosa que con la muerte de Grau han tenido.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos
oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra
que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo
documentos inéditos de importancia Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 519.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario